Orestes Jiménez: “Sepan que van a matar a un hombre”

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Unos tres meses después de aquel aciago día nos llegó la información del asesinato por ahorcamiento del joven Orestes Jiménez Fundora, a manos de la banda que dirigía el cabecilla contrarrevolucionario Carlos Ramón González Garnica, y que había sido enterrado en un platanal de la finca Santa Beatriz, en el municipio de Rodas”, recordó hace un tiempo en entrevista realizada por este reportero, el teniente coronel jubilado del Ministerio del Interior Osvaldo Morejón Rodríguez, jefe de Operaciones Públicas del G-2 (luego Seguridad del Estado), de la Región No. 5 Cienfuegos, en el momento de desarrollarse los hechos relatados.

Orestes había nacido y se había criado en el batey del antiguo central Parque Alto, donde trabajó de chofer por muchos años. Con apenas 17, un muchacho casi imberbe aún, se incorporó a la lucha contra la tiranía de Batista a través de una célula del Movimiento 26 de Julio a la que perteneció. Al triunfo de la Revolución ingresa en la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), primero y después en las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR), con las que combate en Girón y participa en la primera operación de lucha contra bandidos en el Escambray.

Un buen día Jiménez se entera de que un grupo de desafectos en el poblado de Congojas, donde vivía, estaba involucrado de a lleno en actividades contrarrevolucionarias, y por iniciativa propia decide penetrarlo. Más tarde llegan informaciones de su situación a la Dirección Provincial de Inteligencia del G-2 y se le asigna como oficial de caso a Isidoro Monzón Díaz”, precisó Morejón.

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Cuenta Osvaldo que impuesto Orestes de que el grupo pretendía alzarse en la propia zona de Rodas el día 18 de noviembre de 1961, llega hasta su oficina, sita entonces en el reparto de Punta Gorda, en la ciudad de Cienfuegos. Ya con todos los elementos trata de comunicarse con Monzón, pero no lo logra. No obstante, le orienta al agente que no vaya a dar ningún paso sin consultar con su oficial, e insiste en ello hasta el último momento en que se despiden por la tarde.

Unas horas después supimos acota Morejón que se había adelantado el alzamiento con el grupo integrado, en su mayoría, por miembros de las familias Otero-Viamonte y Otero-Vara, y con ellos se había ido Jiménez Fundora. De inmediato marché con mi chofer Edno Ferreira hasta Rodas, donde a través de José Murga movilizamos a la milicia para tender una emboscada a los alzados en un tramo de la línea de ferrocarril en dirección a la capital del país. Pero ya a las doce de la noche, en vista de que no pasarían por allí, decidimos marcharnos y designar para el otro día una operación en la zona”.

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Según Osvaldo, testimonios posteriores permitieron establecer que el grupo de bandidos se puso a las órdenes de Garnica, quien desde hacía algún tiempo operaba por los alrededores de la finca El Corojo.

Orestes Jiménez Fundora, joven mártir de los actuales órganos de la Seguridad del Estado.
Orestes Jiménez Fundora, joven mártir de los actuales órganos de la Seguridad del Estado.

También que el cabecilla contrarrevolucionario mandó a detener y desarmar a Orestes, alegando que con la trayectoria revolucionaria que aquel tenía, no era posible que estuviera en contra de la Revolución. Lo dejan detenido en casa de un colaborador.

Luego se convoca a una reunión en la finca Santa Beatriz, a instancias de Fructuoso Molina Padrón otro oscuro personaje, quien anuncia allí su designación como coordinador por Cartagena del Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), y que la misión era que todas las fuerzas del llano pasaran a combatir a las lomas del Escambray.

Cuando concluyó el encuentro, Garnica envía por Orestes y le ordena al dueño de la finca donde acampaban que buscara una soga, un pico y una pala. Sin que mediaran muchas palabras, lo maltratan con los fusiles a golpe de culatazos. “Le ponen la cuerda en el cuello al joven revolucionario y lo cuelgan de una mata de mangos, pero antes hubo tiempo para que el valiente colaborador del G-2 le espetara a sus victimarios: Sepan que van a matar a un hombre”, rememoró Morejón.

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Una vez que Osvaldo tuvo en su poder indicios del lugar donde habían asesinado al joven, marchó junto a Justo Ramón López y otros compañeros al escenario del crimen. A poco de llegar encontraron el sitio exacto, sin saber que alguien le había avisado a Eloína, la madre de Orestes. “Esa mujer recuerda Morejón con una valentía increíble, sin una lágrima en los ojos pero con el corazón hecho pedazos y un sentimiento de odio en los ojos hacia los que habían cometido tan vil hecho, vio cómo sacábamos de la tierra el cadáver de su querido hijo”.

Según testigos, el sepelio de Orestes Jiménez Fundora se convirtió en un multitudinario acto de condena popular a los actos vandálicos de la contrarrevolución.

No fue hasta algunos meses después que todos supieron que ese mismo día en que Orestes fue ahorcado, en Congojas una mujer cumplía dos meses de un embarazo de él. Eso hoy lo cuenta con tristeza en los ojos, Oria, la niña que no pudo conocer a su padre porque manos asesinas abonadas por el terrorismo le arrebataron la felicidad de crecer junto a su progenitor.

Más temprano que tarde la justicia revolucionaria se encargó de que los autores del crimen pagaran por su vileza.

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Armando Sáez Chávez

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos, Licenciado en Español y Literatura y Máster en Ciencias de la Educación

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