Oportunidades a la inteligencia: la historia detrás de nuestras vacunas

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 5 minutos, 29 segundos

El hecho de que Cuba, en medio de una prolongada crisis económica, haya respondido a la Covid-19 con cinco candidatos vacunales que raudamente se han ido convirtiendo en eficaces vacunas, acompañadas además de una veintena de medicamentos novedosos y otras innovaciones para combatir el virus, dejó boquiabiertos a muchos en el mundo. Otros, en cambio, aprietan sus mandíbulas con odio o envidia ante una realidad que quisieran negar.

¿Cómo ha sido posible que en estas circunstancias los cubanos no solo hayamos generado múltiples resultados científicos, sino, además, exhibamos la capacidad organizativa y productiva para inmunizar en un lapso breve a toda nuestra población hasta los dos años de edad, continuemos luego con dosis de refuerzo y aún exportemos cantidades considerables de los inmunógenos? Ni milagro, ni casualidad: solo la historia ofrece las respuestas cabales a tales incógnitas.

El futuro de hombres de ciencia que Fidel anticipó en 1960.

Cuando en el verano de 1981 surgía en La Habana el Frente Biológico, la idea de un contexto pandémico global que pusiera al mundo al borde del colapso, ocupaba más espacio en la mente de cineastas y escritores que en la de los científicos alrededor del orbe. La conjunción, sin embargo, de un grupo de factores y acontecimientos que incluía la presencia de un repentino brote epidémico de dengue hemorrágico en la Isla, posibilitó adoptar la decisión para la creación de este primer órgano coordinador interdisciplinar. Una vez más la visión estratégica de Fidel Castro señaló el camino para el surgimiento y posterior ascenso de la industria biotecnológica cubana, justo en el momento en que este promisorio campo apenas emergía en unos pocos países industrializados (1).

Si bien, el Frente de 1981 constituyó el primer gran esfuerzo organizativo que marcó el inicio de una etapa de maduración y despegue de la ciencia cubana, esta historia había comenzado desde mucho antes. No hubiera sido posible sin la creación previa de un potencial científico, material y humano. El 15 de enero de 1960 en la conmemoración del vigésimo aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, el máximo líder de la Revolución había avizorado un “futuro de hombres de ciencia y de pensamiento”, y afirmó convencido que “lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia”(2). Cualquier sombra de duda ante tamañas afirmaciones, habría de disiparse ante la fuerza irreductible de los acontecimientos.

En medio de enormes desafíos de toda índole, las “oportunidades a la inteligencia” habían comenzado a abrirse paso desde 1959: decenas de escuelas construidas, campaña masiva de alfabetización, reforma universitaria, creación de instituciones académicas y de investigación, formación intensiva de profesionales en Cuba y en el exterior, entre otras muchas transformaciones. Para capitalizar todo ello, surgió en 1962 la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba, erigida sobre los mejores valores de su predecesora, que funcionó en la práctica durante aquellos años como un órgano de la administración central del Estado. Las décadas de 1960 y 1970 fueron años de fundación y formación(3) que permitieron crear la base humana y material para transitar hacia una nueva etapa del desarrollo científico nacional en la década de 1980. En este contexto las investigaciones biomédicas jugarían un papel medular.

En 1981, Cuba sufrió la más atroz de las decenas de agresiones biológicas planeadas contra la Isla por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA): una epidemia de dengue hemorrágico que afectó a más de 300 mil 000 personas y cobró la vida de 158 cubanos de los cuales 101 fueron niños(4). La ciencia cubana se puso en tensión para enfrentar la nueva amenaza. Apenas unas semanas antes los cubanos, con la colaboración de científicos norteamericanos y finlandeses habían sido capaces de comenzar a producir cantidades considerables de interferones, proteína de origen animal con excelentes propiedades antivirales. El interferón obtenido a partir leucocitos se empleó para detener el brote mortal de la fiebre hemorrágica del dengue que parecía no tener fin y la mortalidad disminuyó. Ese fue el “bautismo de fuego” de la incipiente industria biotecnológica cubana.

A partir de entonces, el Frente Biológico, primero (1981) y el Polo Científico del Oeste de la Capital, más tarde (1991), devinieron en dinámicas estructuras coordinadoras, atendidas por la máxima dirección del país, que viabilizaron ágiles procedimientos no solamente para hacer “buena ciencia”, sino para conectarla con la producción y la economía, otorgándole institucionalidad a esa conexión(5). Surgieron las organizaciones de ciclo completo que integraban investigación-desarrollo, producción y comercialización a partir de productos y servicios con alto valor agregado, donde el insumo más valioso sería siempre el conocimiento.

Centros emblemáticos de la biotecnología cubana: (De izquierda a derecha) El Centro de Investigaciones Científicas (CNIC), El Centro de Inmunología Molecular (CIM) y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).

Como parte de ese colosal esfuerzo surgió una nueva generación de instituciones científico-productivas que se nutrió del talento formado durante la etapa fundacional por el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas Victoria de Girón (1962) y el Centro de Investigaciones Científicas (CNIC, 1965). De estas prestigiosas instituciones salieron buena parte de los hombres y mujeres que lideraron luego las nuevas instalaciones y proyectos.

En las décadas de 1980 y 1990, tras el Centro de Investigaciones Biológicas (CIB), pionero de la nueva etapa, surgirían el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el Centro de Inmunoensayo, el Centro Nacional de Animales de Laboratorio (CENPALAB), el Instituto Finlay, el Centro Nacional de Biopreparados (BIOCEN), el Centro de Neurociencias (CNEURO), el Centro de Inmunología Molecular (CIM), entre otras instituciones que tenían objetivos estratégicos comunes: preservar la salud de los cubanos, contribuir al desarrollo agropecuario y generar ingresos para la economía nacional. El empeño biotecnológico no se limitó geográficamente solo a La Habana. Con un volumen menor, la biotecnología ha extendido sus actividades a otras provincias, principalmente a Camagüey, Sancti Spíritus, Villa Clara y Santiago de Cuba.

En el año 2012, como expresión de la madurez científica, organizativa y económico-comercial del sector biotecnológico nacional se crea BioCubaFarma, organización superior de dirección empresarial que incorporó, además, a la industria farmacéutica. La nueva estructura organizativa capitalizó el desarrollo alcanzado en el ramo y lo llevó a una fase cualitativamente superior, aunque la experiencia de la biotecnología cubana ya resultaba exitosa desde mucho antes.

A lo largo de más de cuatro décadas de “bregar a contracorriente”, el camino abierto por los interferones continuó con decenas de vacunas (profilácticas y terapéuticas), productos biofarmacéuticos, medicina natural y tradicional, sistemas de diagnóstico, aplicaciones para las neurociencias y productos biotecnológicos para la agricultura y la ganadería. Esta hermosa historia ha tenido hitos que no pueden olvidarse; algunos de ellos hoy siguen siendo únicos en el mundo o los más eficaces de su tipo: la vacuna antimeningocóccica tipo B, el inmunógeno recombinante contra la Hepatitis B, la Heberpenta, que protege a nuestros niños contra cinco enfermedades a la vez; la vacuna contra el Hemofilus Influenzae Tipo B, la vacuna terapéutica CIMAvax-EGF empleada para el tratamiento del cáncer de pulmón; el Ateromixol o PPG con múltiples usos, el Heberprot-P, que ha salvado de la amputación a cientos de personas que padecen úlcera del pie diabético, entre muchos otros que harían demasiado larga la relación.

Tres de los productos con mayor impacto en la salud humana: la vacuna pentavalente HEBERPENTA, la vacuna contra el HemofilusInfuenzae tipo B y el Heberprot-P.

El impacto de las realizaciones biotecnológicas cubanas no solo se ha hecho sentir en la salud de nuestra gente, sino que se extiende allende nuestras fronteras: BioCubaFarma posee hoy en día 780 registros sanitarios en el exterior, más de 2 mil 400 registros de patentes a nivel internacional y realiza exportaciones a más de 45 países(6). En la Zona de Desarrollo Mariel fue inaugurado hace pocos meses el Complejo Industrial CIGB-Mariel y se ha consolidado el vínculo con las universidades en proyectos de I+D. La capacidad de integración de la industria biotecnológica con otros actores de la economía nacional es una fortaleza que ha quedado plenamente demostrada con el enfrentamiento al contexto pandémico que aún no ha terminado.

Líderes científicos de la talla de Luis Herrera, Concepción Campa, Agustín Lage, Jorge Berlanga o Vicente Vérez se han multiplicado en las nuevas generaciones de valiosos profesionales que se han ido forjando en duras batallas. Las vacunas anti Covid son quizás el más reciente capítulo de esta memorable historia, pero no serán el último. Las oportunidades a la inteligencia generadas son un arma poderosa que seguiremos utilizando. Esa es nuestra mayor riqueza.

——————————————————-

1 Lage Dávila, A. (2004). La economía del conocimiento y el socialismo. Reflexiones a partir de la experiencia de la biotecnología cubana. Revista Cuba Socialista, No.30.

2 Castro, F. (1960). Discurso pronunciado en el Acto Celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias. http://www.fidelcastro.cu/es/discursos/discurso-pronunciado-en-el-acto-celebrado-por-la-sociedad-espeleologica-de-cuba

3 Clark, Arxer, I. (1999). 138 años de la Academia de Ciencias de Cuba. Visión de la ciencia en el proceso histórico cubano. Editorial Academia.

4 Cabrera, M. (2016, enero 31). El dengue fue introducido deliberadamente en Cuba en 1981: La ciencia confirma un crimen de EEUU. Cubadebate.

5 Lage Dávila, A. (2018). Doce verdades esenciales y urgentes sobre la ciencia en Cuba. Revista Temas, no.93-94 enero-junio, pp.68-76.

6 Soler Milanés, L., & De la Osa Camacho, D. (2022, enero 15). Biotecnología cubana: Innovación para la vida. Cubahora. http://www.cubahora.cu/ciencia-y-tecnologia/biotecnologia-cubana-innovacion-para-la-vida

El autor es profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos Carlos Rafael Rodríguez. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología (SCHCT)

Visitas: 16

Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *