Guaidositos (IV)

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Algunos Guaidositos cubanos se destaparon con el paso del tiempo, ese que descubre todo e identifica las verdaderas intenciones y los rostros auténticos de muchos simuladores. Una mañana, tranquilamente, te enteras de que trabajaban con objetivos no leales y para eso se valían de determinados instrumentos situados en el contexto de lo institucional, donde su paso provocó más daño del que muchos podían pensar en su momento. Otros no disimularon nada nunca, pues demostraron desde siempre, sin cortapisas, su hostilidad a la práctica política escogida por la mayoría del pueblo en nuestro país.

Ambos especímenes cuentan con un aliento muy poderoso, el cual obnubila a todo quien no esté bien anclado a sus convicciones. Si fuera poco el dinero de la NED (parte de cuyos montos en 2018 consignamos en la segunda y tercera partes de esta tetralogía), ahí está su madre nutricia, la Usaid, que invierte cuantiosas sumas, cada año, en operaciones de desestabilización contra Cuba.

En el prontuario de la Usaid —mueve mil millones de dólares anuales para la injerencia a escala planetaria—figura el financiamiento para entrenar escuadrones de la muerte, responsabilidad directa junto a la CIA en la Operación Cóndor, el respaldo de programas de “salud” que escondían procesos de esterilización en Centroamérica y colaboración con los narco-agentes de la CIA en la operación Irán-Contras, por citar parte de su “palmarés” más conocido.

Se encarga, entre otras múltiples tareas, de reclutar, prestar “asistencia humanitaria” a “disidentes víctimas de la represión” y preparar/financiar elementos que luego se han manifestado como agentes al servicio de los intereses norteamericanos.

Sus programas se focalizan en promover la contrarrevolución interna en Cuba y el presunto acceso a la información en la Isla, en entrenar activos en frentes como desarrollo comunitario y organizativo y en crear las bases para la conformación del liderazgo para futuros cabecillas internos, a quienes destinan libros, panfletos, películas, documentales u otros materiales distribuidos dentro de los grupos contrarrevolucionarios.

Durante el gobierno de Obama, un programa de la Usaid envió secretamente a jóvenes latinoamericanos a Cuba con el uso de la cobertura de programas de salud y cívicos para provocar cambios políticos, una operación clandestina que colocó a los extranjeros en peligro, incluso después de que se condenó a un contratista (agente) estadounidense a una prisión cubana. Esto lo denunció al mundo, así, en 2014, una propia agencia de prensa norteamericana: la AP.

En 2009 otorgó a grupúsculos cubanos un millón 033 mil 582 dólares para un programa de tres años denominado “Capacitar a la sociedad civil mediante el fortalecimiento de la independencia económica” y, siete años más tarde, le entregó a EchoCuba un millón 179 mil 066 dólares para apoyar un proyecto llamado Cuba Humanitarian Support Network.

También estuvo detrás del Proyecto Génesis, programa que incluía becas para formar líderes de cambio (o “agentes de cambio para la democracia”, como ellos les denominan) en universidades de Europa, Estados Unidos y América Latina.

La Usaid, además, costea giras internacionales a opositores construidos por el imperio, cuyo único interés radica en engordar su cuenta corriente al final de cada calendario. Su “ideario” no está sustentado en una plataforma política coherente, ni en un programa tendente a otro fin que no sea entregar el país a la tutela norteamericana. Son nietos y biznietos de los anexionistas del siglo XIX; son peores “cubanos” que los voluntarios que fraguaron y provocaron el crimen de los estudiantes de Medicina en 1871. De esta gente, el pueblo de Cuba nada podrá esperar, salvo la más abyecta traición a su historia.

Afortunadamente, aunque los Guaidositos cubanos dañan a la Revolución de diferentes maneras, la fortaleza de nuestro proceso social, la conciencia ideológica del pueblo cubano y la rotundez de las ideas que defendemos constituyen un valladar infranqueable para semejante calaña de asalariados.

Lo anterior no resta para apuntar que sí es necesario un mayor nivel de información en algunos de quienes forman parte de las directivas de los entramados culturales y de diversas organizaciones en nuestro país, que sus consultas digitales no se circunscriban a Facebook, que investiguen y lean, que consulten, pregunten y pongan ojo avizor ante la labor permanente —de zapa e incordio— de estos Guaidositos, agentes (solapados o abiertos) del enemigo.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica