Ópera Prima “El ventilador”

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La temporada veraniega, con su carga de excesivo calor incluida, viene siempre aparejada de tradicionales costumbres, modos de esparcimiento y necesidades inherentes a la estación.

Se hacen repetitivas excursiones a playas, piscinas, ríos o cualquier lugar donde un refrescante baño ayude a atenuar las altas temperaturas. Por el mismo motivo crece la demanda de helados, jugos, refrescos y cerveza (sea enlatada, embotellada o “empipada”). Pero en los últimos años el verano trae también un suceso que se transforma en épica batalla: la compra de un ventilador.
Precisamente en dicha cruzada me vi obligado a alistarme, pues la llegada de familiares al hogar puso en entredicho la capacidad de los equipos existentes. Y créanme que aunque no conozco ni hostia de teatro, mi experiencia en la adquisición del aparato es digna de ser llevada a las tablas, por lo que me aventuro a hacer mis pininos en la materia, aclarando que lo que sigue no es para nada ficción ni retoques de dramaturgia. Ahí les va mi Ópera Prima.

Primer acto: La primera cola

8:25 a.m., tienda ubicada en el Paseo del Prado
Yo: ¿El último?
Señor de pulóver a rayas: Soy yo, pero vengo para acá ahora pues tengo marcado en otra tienda, es que ayer no alcancé ventiladores de mesa y hoy tengo que cogerlo.
Mulata joven: ¿Y toda esta cola es para ventiladores? Yo lo que quiero es una olla.
Señora mayor casi imantada a la puerta: Pues es la misma cola y estoy aquí desde las seis de la mañana.
Mulata menos joven: Recuerden que yo marqué para cuatro, después no quiero líos.
Hombre que llega: ¿Y cuántos ventiladores sacarán? ¿Habrá de pie?
Joven fuerte con gruesa cadena dorada: Ayer había pero no los veo en exhibición.
Casi las 9:00 a.m., varios trabajadores del local, y otros que no lo son, tocan, entran, algunos vuelven a salir, hasta una anciana aclara que ya ella ayer compró su equipo, pero que ahora viene a traer un “encargo” para la económica (jamás vimos a la anciana salir). En una de las ocasiones alguien pregunta al que parece portero. ¿Cuántos hay de los de…? Sin terminar la interrogante llegó la tajante respuesta: “No sé”.
Señor de pulóver a rayas: Pues me voy para la otra tienda, sigue dando el último.
9:10 a.m.
Mulata joven: ¿Y a qué hora abren aquí?
Muchacha con celular: Recuerda que es horario cubano. ¿Yo? No, yo di el último hace rato, mira a ver allá en la esquina que es donde termina la cola.
Señor de pulóver a rayas que regresa jadeante: Qué va, allá sólo sacaron seis ventiladores de mesa. Y yo que perdí la cola. ¿El último?
Señora mayor casi imantada a la puerta: ¡Xiomara! ¿No pudiste coger allá? Pues ven, que yo aquí tengo el uno y el dos.
9:20 a.m. Se abre la tienda y una marea humana, no importa si son los de adelante o los de atrás, irrumpe en ella cual bisontes en estampida.

Segundo acto: La segunda cola

Local herméticamente cerrado y sin climatización. La fila se organiza a partir de la cajera, la cual realiza ahora algunas operaciones, mientras aquel que parecía portero, comienza entonces a traer cajas con ventiladores hacia una esquina. A la postre, resulta ser el encargado de probar los aparatos.
9:30 a.m.
Mulata menos joven: ¿Pero y por qué no empiezan?
Cajera: Yo ayer estaba de franco y tengo que revisar bien todo esto.
Joven embarazada: Pienso comprar dos.
Señora de pelado extracorto y teñida de rubio: Pues miren a ver, que si todo el mundo compra dos o tres no alcanzo, y eso no puede ser.
Muchacha con celular: ¿Y cuántos son los de mesa?
Portero que no es portero: A ver, uno, dos, tres… 17. ¡Fulanaaaaaaaa! (a la cajera), ¡cuando vayas por diez me avisas!
Joven con novia: Creo que alcanzaremos.
Señor de pulóver a rayas, desilusionado: Pues me voy a la calle Castillo porque aquí tampoco cogeré nada.
9:50 a.m. Luego de un uso excesivo de abanicos, pañuelos y toallas.
Cajera: ¡Fulanooooooooo!, ¡mira a ver cuántos quedan que to’ el mundo está comprando dos!
Portero que no es portero: ¡Pues para ahí, que yo no puedo estar con todo!
Se detiene la venta y la cajera, la cual pensamos va a contar la mercancía, dirige sus pasos hacia otro lugar, donde una anciana la espera desde hace un rato.
10:00 a.m
Portero que no es portero: ¡Quedan sieteeeee!
Joven con novia: ¡Siiiiii! Si nadie más compra dos alcanzamos.
Mulatica adolescente (a la cajera): ¿Y el que está en exhibición lo venden? ¿Sí? Pues entonces me subí en el último tren, jajajaja.
10:15 a.m. Pago mi ventilador de 24.30 CUC.

Tercer acto: La tercera cola

Joven embarazada: ¿Y ahora qué hay que hacer?
Señora mayor que estuvo casi imantada a la puerta: Mija, hacer la fila para que los revisen, por si tienen problemas.
Mulatica adolescente: Pues quiera Dios que ninguno falle, pues ya agarré el último.
Luego de una media hora y tras el increíblemente lento accionar del “supervisor” de equipos, detenido además por la acción de abrir y cerrar la puerta en más de una ocasión, tengo mi ventilador en mano, en su caja, ya sin envolturas ordenadas ni nada por el estilo.

Cuarto acto: La cuarta cola

10:50 a.m. Ahora la fila se dirige, cual rebaño, hacia la persona que realiza el papeleo.
Joven con novia: ¿Y la muchacha con celular? Yo voy detrás de ella y no la veo.
Señora de pelado extracorto y teñida de rubio: Mírala allá, la cajera le está haciendo los papeles, tú sabes, el que tiene amigos…
Mulata menos joven, en alusión a la demora en los trámites de garantía: Yo te digo a ti. Siempre he dicho que si a nosotros nos bloquean el papel estamos embarcados, porque aquí para todo hay que escribir y escribir y escribir.
Dependiente a encargada del papeleo: ¡Fulanaaaaa! ¿De estas lámparas quedan más?
Encargada del papeleo detiene su labor y, tras observar a su colega y al presunto comprador: ¿Código que termina en 51? ¡Sí, hay muchísimas!
Encargada del papeleo, dirigida a nosotros: Si él supiera la porquería que va a comprar.
11:00 a.m.
Portero que ahora creemos que también es portero (a la cajera): ¡Fulanaaaaa! ¿Cuántos vendiste mija? Porque aquí hay más gente con comprobantes que ventiladores.
Cajera: ¿Cómo es eso? Tú me dijiste siete y yo vendí ocho, con el de exhibición.
Portero que ahora creemos que también es portero (a la cajera): ¡Pero ya yo había sumado ese!
Cajera: ¡Avemaría! Ahora tengo que arreglar todo esto. Ven mija (a la mulatica adolescente) para devolverte el dinero.
11: 20 a.m. Salgo de la tienda con el dichoso aparato. Parezco haber corrido la maratón de Río de Janeiro y estoy loco por armar esta cosa y echarla a andar.
Hombre que llega: ¿Y para mañana cuántos sacarán? Porque a las cuatro de la madrugada estoy aquí.
¿Drama, tragedia, comedia, tragicomedia? Como les dije, no soy para nada especialista en la materia, así que les dejo a ustedes la difícil misión de clasificar mi obra-odisea y hacer la crítica, que a la larga es la que ayuda a mejorar la puesta en escena… y ojalá también lo haga con la venta de ventiladores.

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Carlos E. Chaviano Hernández

Periodista y Director de programas de televisión.

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