Ojos al descubierto

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Nos estamos mirando en profundidad, descubriendo los colores del iris; los de mi hijo, por ejemplo, son más claros de lo que creí, porque siempre miro más su estructura ósea, para notar si ha engordado, esa manía que tenemos las madres de relacionar el peso con la salud. Pero una pandemia que obliga a protegernos, nos ha devuelto, tristemente, la opción de mirar en profundidad.

Detrás de los nasobucos que usamos por estos días, solo nos quedan los ojos para identificarnos. Ya no nos pintamos los labios siquiera, ni se usa el maquillaje, y es que ellos se roban todo el protagonismo de nuestro rostro. Algunos hasta combinan las máscaras para realzarlos.

Ahora mismo, mientras escribo mis notas, estoy en una conferencia de prensa, y mientras grabo las declaraciones de las autoridades de Salud, voy repasando los ojos de los especialistas y de mis colegas:

Descubro en ellos cansancio, preocupación; algunos están irritados por la mala noche, o de tanto mirar a las pantallas de las computadoras rellenando estadísticas, asistiendo a videoconferencias para responder preguntas virtuales u ofrecer datos, o al atender los teléfonos que no paran de sonar, porque aunque esta epidemia es responsabilidad de todos, son ellos, los trabajadores de la Salud, quienes están a cargo de TODO y TODOS.

Ya en el ómnibus, de vuelta a casa, puedo mirar con detenimiento; antes era un tumulto, en el cual el punto visual era el tubo para sostenerme, pero por estos días de aislamiento social resultan escasos los pasajeros y entonces, aprovecho para enfocarlos ojos de quienes son mis compañeros de viaje; verdes, azules, marrones, oscuros, carmelitas… pero las miradas tienen un denominador común: la incertidumbre.

Puede resultar lógico, cuando algunos analistas de la situación internacional comparan la pandemia de SARS CoV-2 con una guerra mundial, y emborronan cuartillas con análisis económicos de la recesión que se avecina; los más atrevidos se atreven hasta aportar cifras y hablan de inflación, desabastecimientos… y todos esos datos los reflejan hoy los terminales del alma: los ojos.

Pero tenemos un antídoto contra toda esa negatividad que no tiene por qué influenciarnos, y es la vida, y la oportunidad que se nos brinda de cuidarla y conservarla desde la protección, esa misma que nos obliga a dejar al descubierto en nuestros rostro solo los ojos, reflejo del alma. Entonces mirémonos más y aprendamos a sonreír con ellos, porque esa sonrisa es la mejor cura, la que nos puede hasta subir las defensas del organismo. Los invito a dejarlos al descubierto.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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