Oda a la profesión de las sombras

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Cada 30 de septiembre el orbe asiste al Día Internacional del Traductor, fecha escogida en homenaje a Jérónimo, considerado iniciador de esta profesión.

La historia recoge a Jerónimo como el primer traductor, quien trasladó la Biblia al Latín, allá por el 383 d.C., en la versión denominada “Vulgata”. Además, hizo toda una defensa de su traducción en la época con un documento reconocido como el primer tratado de traductología.

La jornada, entonces, tiene el propósito de despertar en el público la importancia del trabajo de traductores e intérpretes, realizado con gran dedicación y casi siempre en las sombras.

Con esta celebración, la Federación Internacional de Traductores aboga por el reconocimiento social del oficio y por que sea apreciado en su doble papel de ciencia y arte.

En la actualidad, los traductores constituyen especialistas de la comunicación intercultural, sin cuya actuación resulta difícil la interacción con éxito allende las fronteras de los países con lenguas diferentes.

Y aunque a lo largo de la historia de la humanidad la traducción ha servido de puente invisible para el entendimiento entre los pueblos, todavía hoy algunos soslayan la decisiva importancia del traductor como creador, gracias a cuyo quehacer no sólo transporta un texto de una lengua a otra sino traslada ideas, emociones, sentimientos, cosmovisiones de una cultura a otra. He ahí los superlativos de esa labor de mediador que ejerce el traductor en una sociedad multicultural como la nuestra.

En esta ocasión, la Federación Internacional de Traductores  ha seleccionado como tema del Día Internacional de la Traducción 2018: “La Traducción: promoción del patrimonio cultural en tiempos de cambio”, con el cual destaca la importancia de la contribución de traductores, intérpretes, terminólogos, lingüistas y educadores para promover la comprensión del patrimonio cultural inmaterial de los demás, con el fin de fomentar el respeto mutuo en nuestro mundo cambiante.

El universo del traductor deviene uno apasionante, donde el principal componente es el amor por las palabras –su herramienta fundamental- y por la conservación y enriquecimiento del idioma.

Pero no resulta tarea fácil y no siempre es justipreciado en toda su plenitud. La traducción constituye un proceso muy complejo donde el especialista necesita hacer valer sus conocimientos de dos lenguas y dos culturas diferentes, y establecer una toma de decisiones y estrategias que permitan al lector del texto traducido sentirlo escrito cual en su propio idioma.

De acuerdo con algunos expertos, para conseguir esto el buen traductor debe contar con la suficiente competencia lingüística y cultural en ambos idiomas, junto a las cualidades requeridas para traducir correctamente.

Cual expresara el destacado poeta y traductor español, ya fallecido, Mario Merlino, el traductor “no es un mero reproductor o copista sino un transmisor de cultura”. Para él, este ejercicio no era sino “un pretexto para reflexionar sobre la diversidad de lenguas y culturas”.

Por tales razones, cada 30 de septiembre ha de servir para dignificar el incuestionable aporte de quienes desde el anonimato enlazan diferentes culturas. ¿Qué sería de la historia de la Filosofía, por ejemplo, sin la traducción? ¿Cómo se habrían multiplicado en el mundo la Biblia o la Ilíada? Agradezcamos, pues, a quienes con pasión y constancia enlazan naciones y enriquecen el acervo cultural de la humanidad.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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