Nunca más deberá asomarse el fascismo

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Han transcurrido 72 años de aquel memorable 9 de mayo de 1945, que se inscribió para siempre en la historia como el Día de la Victoria. En esa fecha se firmaba el acta de capitulación incondicional de la Alemania nazi, suceso que constituyó la terminación formal de la guerra en Europa.

El 22 de junio de 1941, la Alemania hitleriana violó el pacto de No Agresión, y sin previa declaración de guerra atacó a la Unión Soviética por la frontera desde el Mar Negro hasta el Báltico. Comenzaba así uno de los inolvidables capítulos tristemente célebres de las memorias de la humanidad. Con anterioridad, Hitler y sus fuerzas habían invadido otros países europeos, iniciándose de esta forma la Segunda Guerra Mundial, trascendental acontecimiento de la Historia Contemporánea.

¡Cuánto sufrimiento trajeron al mundo los seguradores de Hitler con sus campos de concentración, el exterminio de la población judía, torturas, hambre, epidemias y la destrucción! ¡Cuánto odio por la especie humana!

Cuentan que hace más de 72 años, en las terribles noches de cacería judía, las masas enardecidas de millares de alemanes, gritaban una consigna cuyo solo eco era capaz de hacerle parar los pelos de punta a cualquiera: “¡Alemania despierta, judío revienta”! Muchos se preguntan hoy, ¿Por qué gritaron aquello y no la advertencia de un buen dicho que reza sabiamente: “No hagas a los demás, lo que no quieras que hagan contigo”? Pero cabe preguntarse todavía más: ¿Olvidará acaso la humanidad los horrores que vivió el planeta durante la Segunda Guerra Mundial? ¿No nos suenan cercanos aun nombres tan terribles como Treblinka, Auschwitz, Birkenau, Dachau, Buchenwald? ¿Nos perdonarán el olvido los huérfanos de Lidice y Gernika?

No fueron solo las difíciles condiciones climáticas, con las grandes heladas, la falta de caminos, ni la inmensa geografía de lo que entonces era la URSS lo que decidió la victoria sobre el fascismo. Tampoco el que Hitler aplicara una desacertada política de ocupación en Europa. Ni mucho menos la tardía e innecesariamente aplazada participación de los aliados en la contienda. La derrota del fascismo fue propiciada por la resistencia sin límites y la valentía del pueblo ruso. Todo el país se alzó heroicamente como un puño, en defensa de la Patria. De modo que con el pueblo también hay que contar. En la guerra todo cuenta, porque cuando una masa humana se ve invadida, violados sus derechos, pisoteadas sus conquistas, masacrados los suyos, se convierte en una poderosa arma de defensa, que no tiene parangón.

De modo que el 9 de mayo es un día que no debemos olvidar por el horror que trajo para el mundo el fascismo: no podemos solo hablar de paz, derechos humanos, solidaridad, respeto por el hombre, sino que también tenemos que alzar las voces bien fuerte para que todo el planeta nos escuche y decir: ¡No al fascismo!

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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