Nomofóbicos

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“Antes de dar los buenos días, uno debe decir: apaguen los celulares. Luego, nada más virarte, él o ella lo están abriendo. Es una telefomanía increíble en clases”. El comentario, verazmente objetivo, de aquel profesor en la reunión de padres a la cual asistió el redactor, preocupa. Ese exceso de empleo del móvil aludido por sí es algo que en nada dista de cuanto sucede a diario en calles, paradas, casas. Solo se diferencia en el hecho (cardinal) de que él hablaba de un aula, ese recinto del estudio donde dicho equipo resulta elemento contraproducente y disruptivo para la mecánica lectiva.

Fuente de distracción y evasión, entorpece el ciclo de aprendizaje, al perjudicar la impartición de la clase y la apropiación del conocimiento por el alumno.

Segmentos considerables de adolescentes y jóvenes comen, duermen, se levantan y van al inodoro con el móvil en la mano. Tampoco pueden salir a la calle sin este. El miedo irracional a no portarlo en el exterior se denomina Nomofobia y  tal dependencia constante ya es considerada una enfermedad.

La subordinación extrema al móvil encuentra en edades tempranas el blanco perfecto, al instituirse esa herramienta en un sistema globalizador vinculado a validación, interacción, entretenimiento, status…

Es difícil interpretar el fenómeno desde una edad que supere a la del blanco del análisis, pues difieren el escenario psico-emotivo, las condicionantes sociales, las liturgias grupales, el modo de acercarse/mostrarse/asumir el mundo.

De tal, aunque desde un punto de vista muy personal el autor de estas líneas no se lleve bien con la tendencia, trata más bien de comprenderla que de impugnarla, en tanto es una expresión de la vida contemporánea conexa a cambios culturales. Que tienda a la incomunicación, a la falta de aprendizaje, a problemas de psicomotricidad, a la intermitencia de los focos de atención, al relegamiento de las verdaderas fuentes de conocimiento y a otras circunstancias adversas, no está dado exactamente por el uso, sino por el abuso del celular por parte de los muchachos.

Un empleo pragmático difiere —en el grado de apertura de un compás— de su utilización indiscriminada, permanente, exclusiva, cuasi enfermiza.

Sucede que esa misma sobrecarga de móvil, auto impuesta por muchos adolescentes nomofóbicos, los compele a manifestarla, además, en el universo estudiantil de las escuelas secundarias y preuniversitarios del país.

Los celulares en clases ya han producido varios desaguisados a lo largo de la Isla: videos de serios y responsables maestros impartiendo sus clases, sin su consentimiento expreso, han sido filmados y distribuidos, en cuanto supone campal violación de derechos, atentatoria de principios éticos.

También —la verdad sea dicha— los móviles han servido para atestiguar males que todavía subsisten en algunas de nuestras escuelas: fotos y secuencias de video de reyertas no desapartadas, bailes de reguetón de los niños junto a los profesores, venta de productos por parte del propio personal de los centros a los alumnos, profesores abusivos o en conductas inapropiadas… Es la única ventaja que pudieran tener dentro de tales contextos, si bien lo ideal sería que el mismo modelo de purificación interior del sistema educativo lo impidiese, y no tuviésemos luego, nosotros y el mundo, que apreciar los clips clandestinos colgados en YouTube, puestos en Facebook o en distintos soportes.

A partir de septiembre de 2018, en Francia, los alumnos de primaria, secundaria y preparatoria tendrán prohibido estar en las escuelas con celulares. Ya lo tenían censurado en clases; solo que ahora la medida se extenderá al patio de recreo, comedores y todo el perímetro escolar. El alcalde de Nueva York los eliminó en 2006. En 2015 su sucesor permitió que los llevasen a los centros, aunque no a las aulas. En algunos estados de México no pueden portarlos en los colegios, como tampoco en las escuelas experimentales de Argentina. “En las aulas, cero celulares, y así vamos a optimizar la educación”, sostuvo Evo Morales, al inaugurar el curso este año. En otros sitios, en cambio, procuran intentar la “integración del móvil” al programa académico o enseñar el “correcto empleo en el entorno escolar”. Son estas últimas palabras bonitas, políticamente correctas; pero sin mucho sustento científico. Que conozca, no existen evidencias objetivas de mejoría educacional con su uso en clases. Al contrario, un estudio de la Escuela de Economía de Londres, publicado hace dos años y medio, arrojó que en los colegios que eliminaron los móviles del aula las calificaciones de las pruebas de sus alumnos aumentaron en un 6,4 por ciento; o el equivalente de añadir cinco días de curso al año escolar.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Un Comentario en “Nomofóbicos

  • el 10 mayo, 2018 a las 2:33 pm
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    Tengo más de 50 años de edad y nunca he dejado de estar dentro de un aula, o bien estudiando, superandome o impatiendo docencia, en Cuba o en el extranjero. El uso actual del celular en muchos paises del mundo, sobre todo los que marcan la puntera en el desarrollo, lo ha convertido en indispensable, desde el mantenimiento de la comunicación, la orientación geográfica a traves de localizadores como el llamado GPS, los traductores, el pago de cuentas o recibo directo de dinero, el conocimiento de la hora, el clima, las vías con menor o mayor tráfico, escuchar música, tomar recuerdos, hasta el registro de la entrada y salida a los centros laborales, y un sinnúmero de otras opciones, que lo han llevado a la obligatoriedad de portarlo en todo momento, incluso cuando estás dentro de tu propia casa.
    Hoy, con la ayuda de los asistentes de Amazon o Google, entre otros, puedes obtener información y realizar tareas, hacerles preguntas o pedirles que haga cosas, que brinden información, que almacenes ordenes, que organicen tu plan de vida, que enciendan luces o equipos, que realicen compras online, etc. Muchos hogares en el mundo estructuran su vida con el servicio de este implemento, que recién está invadiendo los mercados.
    Cuba aún está muy lejos de estos usos, por múltiples razones (que no son el motivo de valoración ahora), pero necesariamente debe dirigirse progresivamente a estos usos.
    Mi criterio es que debe ampliarse el conocimiento de la población hacia todos los usos y aplicaciones que esta nueva herramienta posee, en aras de disminuir la brecha que nos separa de los más avanzados. Las regulaciones dentro de la escuela, si bien algunos paises hoy han tomado medidas temporales, visiblemente deberán cambiar, pues los propios medios de comunicación se desarrollaran a un nivel tan impensable, que resultaría imposible su limitación.
    Hoy resulta asombroso para muchos cuando alguien toma una foto o graba un simple video en las calles cubanas, y muchos han llegado a prohibirlo. Retomo algunos ejemplos: La carpetera del hotel La Unión me aseguró que dentro de la instalación hotelera podía tomar fotos, no así filmar un video (posteriormente la gerente me aclaró que no está prohibido); el administrador de la Casa de la Música (El Mella) me prohibió tomar fotos dentro de la instalación, a pesar de que esta es un centro recreativo.
    Muchas escuelas del mundo mantienen circuitos cerrados dentro de las aulas, y los procesos docentes son grabados permanentemente. Dentro de un aula muchos alumnos toman fotos de cada nota escrita por el profesor en la pizarra, graban explicaciones para utilizar en sus estudios independientes, buscan profundizar en contenidos o significados de palabras a traves de internet, aclaran dudas que suelen surgir durante cualquier proceso pedagógico e incluso, llegan a enviar respuestas evaluativas al profesor. Cuanto hubiera deseado en mis tiempos de estudiante universitario llevar a casa cada una de las clases de mis profesores para utilizarlas durante mis estudios independientes, como mismo lo realizan mis estudiantes cuando he impartido docencia en diferentes universidades extranjeras.
    Cuando, en Cuba, visitamos algunas áreas de wifi, o laboratorios donde existe conectividad a la red de redes, podemos observar el mayor porciento y lastimosamente también los estudiantes y profesores conectadas a las redes sociales, y solo un reducido número de personas utilizandola con fines científicos o laborales.
    Creo que la fórmula no debe ser nunca la limitación del uso de los avances de la tecnología, sino pensar y definir como utilizarlos positivamente, sacarle el máximo de sus ventajas y beneficios, pues será imposible vivir en los próximos años sin la existencia de los aparatos que están por llegar.
    Profundizar en el estudio de este fenómeno resultará un venidero reto. Gracias Julio por llamar la atención al respecto. Saludos

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