No se permitirá la convivencia con el delito

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Embargados por el asombro, los cubanos prestamos la mayor atención a los hechos delictivos que, de un extremo a otro del país, las autoridades policíacas ponen al descubierto en distintos lugares de la nación.

Tanto en la capital, como en los lugares más recónditos de las diferentes provincias, la policía, alertada en gran medida por la población, daba con quienes de las más diversas formas, se enriquecían apropiándose de todo lo que robaban.

La apropiación de cuanto caía en sus manos, para luego traficar con lo que no era suyo, se convertía en miles de pesos, en millones, de acuerdo con la magnitud de los hechos.

La corrupción, el robo, la sed de adueñarse de cuanto no es suyo, hizo de estos bandidos, verdaderos enemigos de una nación, cuyo pueblo está asediado por un imperio que durante muchos años trata de estrangularlo por no haberse prosternado a sus pies.

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Tal como se ha explicado, en no pocos de estos hechos la población ha jugado un papel preponderante.

Su decencia, su interés porque prevalezca la moral revolucionaria, hizo llegar hasta la Policía, en no pocos casos, la información de dónde se estaban cometiendo hechos ilícitos de tamaña magnitud.

Una Revolución como la nuestra, asediada por el imperio norteamericano, ese que nos odia desde hace más de seis décadas y trata de destruir lo conquistado por este pueblo, no puede permitir que convivan vándalos con nosotros.

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