“No puedo dejar de estrenar”

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Jura que se inició en el teatro por mera obra de la casualidad, porque lo suyo tiraba para las artes plásticas, especialidad que estudiaba. Además, si con algo alguna vez soñó en su infancia y adolescencia fue con las amplitudes marineras y los barcos; nada que ver con los espacios cerrados de una sala de teatro donde velas y mástiles solo cabían en la imaginación o en la utilería del escenario. Pero cierto fin de curso y la pieza que le pidieron montar para la ocasión, transfiguró el itinerario de su vida. Lo vieron en plena labor los especialistas de Cultura y lo captaron en un momento -año 1963- en que escaseaban los instructores de teatro y de arte en general. Y de ahí en más el Enrique Poblet posterior iba a estar inextricablemente ligado a las tablas.

Luego de etapas de trabajo en varios municipios, unido a un breve paso por la actuación en el teatro para adultos, en los 70 tempranos se queda a cargo del Guiñol en Cienfuegos, primero como director general y luego fungiendo de director artístico.

¿Qué descubriste en la escena infantil?

“Un universo fascinante. La posibilidad de encontrarme con un espectador fecundo y agradecido que aprecia cada idea o concepto. El teatro para niños te atrapa tanto que te olvidas del de adultos”.

Si ya formabas parte del Guiñol Cienfuegos, ¿con qué objetivos fundas el también colectivo de teatro para niños Cañabrava?

“Fundo Cañabrava, en 1990, para hacer lo mío sin presiones, sin interferencias. La decisión me permitió seguir ejecutando mi obra en la forma que yo quería, con una estética personal, acorde con mi visión del hecho teatral infantil. Con Cañabrava he montado cerca de medio centenar de obras, las escribo o las adapto de cuentos clásicos, generalmente de la literatura latinoamericana: aunque recientemente hice El secreto del rey, un cuento tradicional checo que es una variante de la historia del rey Midas. Lo cubanicé respetando la recreación de la etapa en que se enmarca la obra, en el siglo XV”.

A partir de esta obra estableciste una interesante operación metateatral.

“Sobre la base de El secreto del rey realicé otra nueva versión, un riesgo que me propuse y deseaba correr, variando el texto y viéndolo de una forma más contemporánea: no sé si en Cuba alguien ha hecho eso antes. La actual se titula La oreja equivocada, y se estrena por estos días luego de un año montándola”.

¿Por qué tan prolongado tiempo?

“Existen caóticos problemas de producción en el teatro, donde se necesitan recursos que muchas veces no contamos, los cuales deben comprarse en divisa, cuya asignación no poseemos. Para una puesta que te planteas preparar en tres meses (lo máximo que requiere la elaboración de un montaje) alcanzas o superas los ocho o nueve meses debido a la ausencia de recursos. Hay una voluntad institucional de asignarte los fondos, pero el mecanismo económico trazado nada tiene que ver con tal intención. El Consejo Nacional de las Artes Escénicas nos dirige desde el punto de vista cultural, pero financieramente lo hace Cultura Provincial”.

Infiero de tus palabras que los teatristas no se sienten muy respaldados que digamos

“El creador dedicado a esta profesión artística precisa de ayuda, necesita que sea creado un sistema que le permita trabajar con más tranquilidad y no desgastarse tanto como en la actualidad. Termino las puestas tan agotado tras un año de trabajo y de lucha, que siempre me pregunto: ¿Podré hacer otra?”.

Pese a todos estos percances, sigues siendo uno de los creadores más prolíficos de la provincia.

“Lo que pasa es que me sobrepongo a eso y sigo para alante a como de lugar. Yo no puedo dejar de estrenar. A veces me digo: el año que viene voy a descansar. En definitiva tengo un repertorio activo de 14 obras, que puedo mantenerlo un año completo y no se repite, en virtud de que he hecho un teatro de repertorio. Hay quien hace un teatro que pone la obra, la estrena, y ya a los dos meses no existe. Yo no; incluso tengo piezas que están presentándose desde hace 25 años, sin perder vigencia…, pero a la larga vencen el deseo y la necesidad de estrenar.

¿Qué les permite esa vigencia?

“Son clásicos que no mueren, y pueden continuar reponiéndose. Algunas de estas piezas poseen un texto muy bueno que las respalda; por ejemplo las adaptaciones de los cuentos de Onelio Jorge Cardoso destinados a los niños, las cuales he versionado casi todos.

Eres un “oneliano” a ultranza.

“No lo dudes. Su obra es pura poesía. Adapté creo que si no todos la mayoría de sus cuentos: Caballito blanco; Tres pichones; Pájaro, murciélago y ratón; Dos ranas en una flor; El canto de la cigarra; El cangrejo volador…; hay mucha sencillez y a la vez profundidad en las imágenes de este hombre que nunca escribió teatro, pero que en la escena cubana ha sido muy trabajado. Su obra tiene una belleza y un alcance extraordinarios. Y, sobre todo, un gran sentido humano. Eso es lo más importante, estamos llenos de tanta fealdad y tantas monstruosidades en el mundo que cuando se asumen esos mensajes de Onelio te hacen sentir mejor y querer convertirte en una persona más noble”.

¿Qué se experimenta al contar con un público tan fiel como el tuyo?

“Una alegría indescriptible. A veces algunas personas se preguntan como es posible que varias de estas obras que llevan montándose un cuarto de siglo cuenten con un público permanente. Pero es así: el teatro Guiñol siempre se llena ante cualquiera de dichas presentaciones, muchas veces se abarrota y en alguna ocasión tuvo que optarse hasta por ubicar a dos niños por cada asiento. Las tandas extras que proponemos en la franja vespertina igualmente son cubiertas a lleno completo. Ese respeto es también gracias a una labor mantenida, al hecho de no suspender nunca una presentación, a que la sala la sala funcione sin intermitencias, aunque ya se queda pequeña para la cantidad de espectadores de la actualidad.

¿Cuál constituye tu principal satisfacción como creador infantil?

“Cuando termina la función y veo los niños como salen felices del teatro, gozar esos rostros, recibir la felicitación del padre, apreciar cómo vuelven otra vez a la misma obra: eso es definitivamente lo más grande, haber sido aceptado por los niños y los padres de esta ciudad.

¿Contrariedades?

“Muchas. Cosas que no me han quedado bien, no siempre todo funciona del modo pensado, y es algo que de alguna manera te duele o marca”.

¿Tienes obras preferidas en tu ejecutoria?

“Unas obras te dan un sabor y otras uno diferente. A todas se ama, pero quiero especialmente una escrita por mí, titulada Lucero, en torno al medio ambiente, los cocheros y el maltrato a los animales.

¿Qué opinión te merece el teatro para niños cubano de hoy?

“El teatro infantil en la isla está bien, aflora mucha juventud que se viene imponiendo con ideas. Ha habido etapas de crisis, pero no es precisamente la actual. Solo el ejemplo de Cienfuegos: ha aumentado la calidad, tenemos gente con deseo de hacer, nuevas experiencias sobre la escena”.

Estuviste entre los fundadores de la UNEAC cienfueguera, en 1987, e integras una de las Comisiones preparatorias del próximo Congreso. ¿Qué esperan los teatristas y los creadores en general de este encuentro?

“Se trata de un Congreso muy necesario. Hay muchas preocupaciones que los artistas tienen que plantear, al tiempo que sean puestas sobre la mesa en busca de un examen colectivo las nuevas exigencias de los tiempos corrientes. La sociedad está avanzando precipitadamente en muchos frentes, y los escritores y artistas no podemos quedarnos atrás: de lo contrario lo pagaríamos en el futuro. El arte requiere marchar aparejado al desarrollo social. El Congreso nos va a dar la oportunidad, creo, de mejorar la organización y perfilar de un modo más coherente nuestra labor y nuestros objetivos de cara al futuro”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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