Mujeres de campo: Doña Carmen

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos

La casa de Doña Carmen huele a comida casera, apenas es media mañana y puedo identificar el contenido de la olla: unos frijoles negros con comino y orégano, cuajados, con malanga criolla y una patica de cerdo. Es una muy femenina señora de unos 60 y pico de años, que nos invita a pasar a sus predios con amabilidad guajira. No abrió la puerta, “¡Qué va!, en el batey de Balboa no se cierran las puertas hasta que no cae la nochecita”.

Isabel Carmen Pérez Alfonso trae puesto un delantal, y en las manos unas tijeras, agujas y dedal. ¿Pero ya usted tiene listo el almuerzo? Miro el reloj que cuelga de la pared, y suelto mi primera pregunta como una andanada, y así no se me escapa ningún detalle de la vida de esta sencilla mujer. “No, aquí el que cocina es mi esposo, yo solo preparo el plato fuerte”. Y me asombro, sí, porque allí, en una comunidad rural, donde se supone impere la sociedad patriarcal, las féminas mandan, y lo afirmo en toda la extensión semántica de la palabra.

“Claro, él me ayuda de esa manera, para yo poder dedicarme a la costura, los vinos, preparar encurtidos… y un montón de cosas más, que son la mayor entrada económica de la familia, porque la jubilación no alcanza ni para empezar. Ahora mismo trabajo en la confección de muñecas”, dice y me muestra toda una colección artesanal, con muy buen acabado y estética.

“Yo trabajaba en la Administración del preuniversitario con becarios, situado aquí mismo en la comunidad, ahora es una secundaria, pero externa. Allí preparaba los encurtidos que mejoraban los alimentos de los alumnos, con ellos me hice popular, fui hasta a eventos nacionales, mostrando mi técnica de elaboración. Luego cerraron el pre, se acabó la Escuela al Campo, los becados se marcharon… y me dije: ‘Carmen, el mundo no se acaba’. Y aquí estoy, haciendo de todo un poco”.

Sobre la mesa tiene tomates, pepinos, ajíes, agrios, en pomos, ya listos para consumir; también hay vinos, vinagre, vino seco, mojito criollo para las ensaladas, vinagre condimentado, entre otras producción caseras, muy útiles en la cocina, y que no se encuentran con facilidad en los mercados ni a precios asequibles.

“El vino lleva mucho cuidado en la mezcla de los ingredientes, las cantidades exactas, no mover la vasija, poner en la oscuridad y esperar los 45 días, pero si haces algo mal, eso es vinagre. Aquí tengo de uvas, carambola… pero se pueden hacer de cáscara de plátano, de arroz y de cuanta cosa tengas a mano. Y es bueno y digestivo consumirlo. Yo siempre aporto de mis producciones para la Federación de Mujeres, en las actividades, también soy miembro de la Brigada FMC-ANAP”, dice y sonríe, porque sabe que la integración es muy importante a su edad, cuando los hijos marcharon de casa y tienen sus propias familias.

En la Cooperativa de Créditos y Servicios Antonio Maceo, de Balboa, en el municipio de Lajas, Cienfuegos, Doña Carmen es parte imprescindible, mujer útil que unge toda la obra con el suave toque de sus prodigiosas manos y de la femineidad que le caracteriza. Nos acompaña en la despedida, traspasamos el patio, y atrás dejamos el olor del hogar, esa mezcla inconfundible que nos recuerda la cocina de todas las doñas que construyen la cubanidad cotidiana de hacer mucho con poco utilizando el ingrediente más costoso: el amor.

Carmen trabaja ahora la línea de confección de muñecas, de las cuales ya tiene toda una colección artesanal, con muy buen acabado y estética. Foto: Juan Carlos Dorado
Carmen trabaja ahora la línea de confección de muñecas, de las cuales ya tiene toda una colección artesanal, con muy buen acabado y estética. Foto: Juan Carlos Dorado

Visitas: 74

Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *