Misión: Imposible 3: olvidable dentro de la saga

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Luego que la magia de Brian de Palma consiguiese hacer posible que alguna de las partes de Misión: Imposible pasara a la historia; el chino John Woo estilizara el asunto en la secuela y -pese a la anoréxica historia-, compusiera un filme que era todo un deleite visual, cabía esperar algo diferente del que fue el más pregonado de los estrenos de 2006 en el planeta, junto a El código Da Vinci.

A través de este puso pie en escena un director televisivo como J.J. Abrams, de respeto en ese medio dentro de los EE.UU, y tras mucha verborrea previa, buena parte del lector medio pensaba que su tercera parte iba a ser algo así como una suerte de versión freudiana de las aventuras planetarias del espía Ethan Hunt, de nuevo en manos del viejo Tom.

Psicología de pacotilla, acción inconsistente y enrevesada al punto de que nadie sinceramente haya entendido de que diablos va el relato, Misión: Imposible 3 es lo que este cronista, sin reparos, denomina un reverendo desastre. Un globo para dárselo a volar a chiquillos familiarizados con el mundo del videojuego en exclusiva.

De una forma que la capacidad de mi mente no alcanza a comprender, los críticos americanos -salvo excepciones-, la aplaudieron durante su estreno simultáneo, en mayo de 2006, en ese país y 60 naciones del mundo. Para mí (que también puedo disfrutar el buen cine de acción; y de hecho he ponderado no pocas de sus obras) es tan mala, tan insípidamente estúpida que la considero un insulto a las anteriores Misiones de Woo y De Palma. Sin más comentarios.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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