Mi papá no es biológico

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Pudiera decir que la historia de hoy está basada en hechos reales, el argumento me lo dio una niña de corta edad, quien pronunció la frase de mi título, en genial respuesta a un curioso adulto, que tal vez no lo fue tanto, al tratar de que la pequeña interpretara las siguientes consideraciones.

El desarrollo sociocultural provoca la introducción de términos lingüísticos, por tanto, avances en la genética, relacionados con la detección del ADN, además de revolucionar ciencias como la forense, vinculada con evidencias, y que aportara pruebas irrefutables referidas a la paternidad.

Entonces filmes, telenovelas y toda la gama de productos afines acuñaron (en plena prueba del vínculo entre el panorama social y la semántica) el término “papá biológico”. Tal vocablo puede denotar en el argot popular muchas significaciones, algunas peyorativas, vinculadas al incumplimiento del verdadero rol en la crianza del hijo.

Aludo a los audiovisuales por su innegable influencia en la vida cultural de la población, a la par que indicador de la dialéctica en la superación de prejuicios sociales.

Es indiscutible que las evoluciones que hoy me ocupan, dejaron atrás otros ejes temáticos melodramáticos, como los hijos bastardos y sus discriminadas madres, al estilo de personajes del clásico Miguel de Carrión.

Por el contrario, place hoy disfrutar de tramas que enaltecen a la mujer embarazada y la utilización, incluso, de testificaciones científicas por parte de héroes románticos, que ahora, lejos de despreciar, disputan la paternidad del hijo de la mujer amada.

Considero que la campaña mediática a favor de la llamada defensa del “género” o digno tratamiento cultural del tema femenino, halla en este asunto de la paternidad su mayor reflejo de avances, pues los nuevos enfoques traslucen progresos en el imaginario popular, los que superan mutaciones culturales.

Amén de la positividad de la ficción en el reflejo de la sociedad, la vida real es más rica en matices y escasa aún de historias de verdadero amor paterno. Para un trabajo periodístico sobre el tema, acudí al perfil de Familia, del Tribunal Municipal de Cienfuegos y la jurídica aseveró: “Dicen que madre hay una sola y padre es cualquiera, eso lo comprobamos aquí en todos los casos en litigio”.

Salgamos de esos ejemplos negativos y digamos que la niña de mi historia tuvo mejor suerte, porque la paternidad es una vocación, y tuvo la fortuna de nacer de un hombre que, aunque muy joven, supo dar mano protectora a las penumbras de su inocencia, y ella pudo admirarlo en el fragor de un regaño o en el abrazo devenido premio.

Porque eso es el sentimiento de padre, no es un ser que trasciende solo por su masculinidad, sino por el despliegue moral a toda prueba y el sentido del deber no exento de ternura, más allá del origen de la procreación.

Es como si el cariño paterno encarnara el símil bíblico del cayado de autoridad y la vara de orientación, un amor que se crece para imponer la justicia y reparar las incorrecciones, sin faltar a la seducción.

Por esa buenaventura, la pequeña Vanessa de mi historia, pudo mezclar el candor y la sinceridad típicas de la niñez en un ingenuo alegato defensor, al   espetar al ligero interlocutor: “No, mi papá no es biológico, es camarógrafo”.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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