Mercedes

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Vivo en mi edificio de 18 pisos hace 37 años, y de tal modo, conozco a muchos de mis vecinos de toda la vida, a casi todos; y sus acontecimientos familiares también han sido los míos: bodas, nacimientos, muertes, emigración, entre otras, resultan fechas que hemos celebrado o llorado juntos. Son 18 pisos, con ocho casas cada uno, excepto la planta baja, que solo tiene cuatro, de modo que convivimos en esta especie de propiedad vertical, 140 familias.

Mi escrutadora mirada de reportera, y hasta el oído, aguzados por tantos años de oficio y perfeccionados ahora durante la pandemia en los días largos de cuarentena, me permiten viajar de apartamento en apartamento, con el permiso de sus moradores, en busca de historias que pueden ser comunes, esas que arman la Patria de tiempos difíciles, en los cuales un arroz con leche con canela, puede ser la mejor de las herencias a compartir.

Mercedes Orozco cumplirá en unos días 100 años; es de las Orozco de Gibara, esa Villa Blanca ubicada al norte del oriente cubano y que pertenece a Holguín. Gibara se conoce por ese Festival de Cine Pobre que la hizo una ciudad icónica en la geografía isleña. Pues Mercedes dejó allá una casa colonial cerca del mar, los huesos de sus cinco hermanos, una prole constituida por cinco hermanas y un hermano, y vino para Cienfuegos con su sobrino Rafael, hace ya casi 20 años. Desde entonces, ella es mi vecina, puerta con puerta.

A menudo tenemos largas charlas; me cuenta de su familia tradicional, quiénes tenían divididos los quehaceres de la casa (a ella le tocaba la cocina, que también es mi reino), y entonces compartimos recetas y secretos. “El piso de mi casa brillaba como un espejo”, me cuenta, y yo miro el de mi apartamento, algo apenada con la Mercy, porque en verdad no me permito que brille más que yo, es como una máxima filosófica de la limpieza.

Las hermanas Orozco no tuvieron hijos, criaron a su sobrino Rafael basadas en los viejos cánones de la educación patriarcal, prodigándole todo tipo de mimos, pero aportándole, también, una instrucción a la usanza de la vieja escuela de familia tradicional.

“Lo que sí no podría faltarme nunca es el mar”, me dice, cuando de balcón a balcón, compartimos esa vista maravillosa de la que nos ufanamos los habitantes del 18 plantas No. 15 de Cuatro Caminos, el inmueble que preside la entrada a la ciudad de Cienfuegos. “Allá en Gibara lo tenía más cerca, pero ese color verdeazul y su olor, me dan fuerzas, y eso que estas cataratas no me permiten distinguirlo bien”.

Mercedes no fue alfabetizadora, ni cortó caña, y por más que alguien se empeñe en buscar en su vida esos detalles que a la vista de otros, “hacen” a la mujer cubana, no los encontrará. Pero en cambio, es buena vecina, hacendosa, esmerada costurera y cocinera, la mejor de las dulceras, católica, y tiene una muy cuidada educación e instrucción.

Qué sería de mí sin los consejos de Mercedes, que cuando me ve llegar con las jabas vacías y “los pelos parados”, viene hasta la puerta arrastrando su “burrito”, habla con cariño, bajito, y me hace poner los pies en la entrada y hasta encontrar mis llaves con una vuelta mágica de sus caderas con tornillos por una fractura de hace años.

Pues en unos días esta mujeraza que es Mercedes, quien puebla mi pequeña patria de 18 pisos, cumplirá 100 años, y hasta puedo asegurar por qué ha llegado a esta edad, por su propios pies y en plenitud de facultades; porque sencillamente es eso, una gran mujer, inmensa y pequeña al mismo tiempo, alegre y dulce, frágil, pero también, segura.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

3 Comentarios en “Mercedes

  • el 11 marzo, 2021 a las 5:24 pm
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    Muy bonito reportaje de mi tia abuela, ella es todo lo que expresas en tus palabras y esperamos que le puedas hacer otro a los 120 años porque esta en ese equipo. Saludos

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    • el 11 marzo, 2021 a las 9:22 pm
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      Gracias Henner, mi vecino querido y apreciado, el 28 habrá guateque por los 100 de la Orozco Mercedes, sin dudas

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      • el 4 agosto, 2023 a las 12:31 pm
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        Mercedes, mi vecina, la protagonista de esta historia, falleció a los 103 años la noche del jueves 3 de agosto, fue querida y cuidada con amor por los suyos y siempre permanecerá en la memoria afectiva de sus vecinos

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