¡Menos bulla, compadre!

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Por: Alfonso Cadalzo Ruiz*

Es sabido que los cubanos somos exaltados al conversar, lo que forma parte de nuestra idiosincrasia. Quienes vienen del extranjero y no nos conocen se alarman si ven un grupo de nuestros nacionales conversando sobre cualquier tema: béisbol, fútbol o la última canción de moda.

Gesticulamos y gritamos al extremo que algunos piensan se trata de un pleito cuando no lo es en absoluto. Lo que hoy ocupa mi comentario no es, precisamente, esa manera de hablar, que muchas veces molesta, sino de lo que sucede temprano en la mañana, cuando muchos todavía pudiéramos estar en los brazos de Morfeo, y nos despiertan con sus cantaletas los pregones y chillidos de los pitos de panaderos; lo mismo algún que otro vecino —¡o vecina!— vociferando, todavía a oscuras, con uno de esos… ¡fulanito…, ven acá…! con niveles de ruido envidiables para la sirena de cualquier carro de bomberos. Ni hablar de los noctámbulos que deambulan por las calles con sus cajones de mp3 “a todo volumen” o de los jugadores de dominó quienes, bajo la luz de un poste , hacen público el detonante de las fichas.

No faltan los automovilistas y carretoneros tipo altoparlantes —en su mayoría música de mal gusto, si el término “música” pudiera aplicársele— con piezas tan “conmovedoras y dulces” como groseros reguetones y narco-corridos.

Opino que el tema de los ruidos —peor a deshora— podría ser objeto de estudio para psicólogos y sociólogos. Escribió Martí que “mucha tienda, poca alma”, y en cuanto a ruido ya conocemos el refrán “mucho ruido, pocas nueces”. Tal vez todo eso, como en los volúmenes musicales excesivos, las gangarrias lumínicas cegadoras de carros, carretones y hasta bicicletas, y los automóviles a gran velocidad – ¡rápidos y furiosos! -, subyace un vacío interior, un insuficiente proyecto personal que conlleve a complementar con lo exterior las carencias interiores.

¿Quién puede decir que no haya ido a una fiesta familiar, institucional también donde el ruido de los bafles sea de tal magnitud, que las personas al hablar no se oigan unas a otras, y parezcan ser más fonomímicos que conversadores?

El ruido, cuando excede los decibeles tolerables por el oído humano, entra en lo que se llama “umbral doloroso”, una agresión directa a nuestro órgano auditivo y a la salud en general. Provoca un estrés sicosomático al afectar los ámbitos psicológico y físico,casos de ansiedad, depresión, dolor de cabeza, mareos y la omnipresente reducción de la capacidad auditiva.

Por si pareciera poco, el estrés provocado por los sonidos a decibeles por encima de lo naturalmente tolerable, afecta el sistema endocrino – nuestras glándulas internas – que se ponen en guardia ante la agresión externa. Hipertensión, diabetes, arritmias, infartos y un sin número de problemas aparecen por obra y gracia del ruido.

Sucede en hogares y en instituciones, pero también en las calles. Hoy día cualquiera prepara su “fetecún” y quienes circundan la zona, lo quieran o no, tienen que disparárselo. También muchas instituciones organizan celebraciones públicas y sus promotores, al parecer, piensan que mientras más ruidosas y agresivas al oído, más efectivas son.  Evidentemente, se trata de un problema cultural que —como tal— se adiciona al irrespeto ciudadano.

Urge entonces una legislación reguladora de los niveles de ruido que una persona o institución pueda emitir; una ley que se haga cumplir con todo el rigor que el término implica. Desde hace años contamos con otra que prohíbe, incluso con sanciones, fumar en lugares públicos. Lamentablemente, esa ley no se cumple muchas veces por el temor de la ciudadanía a ser mal vista cuando requiere a quienes la violan, al extremo que de ella ni se habla, a no ser en hospitales y centros de salud donde explícita y absolutamente se prohíbe fumar.

Ojalá y más temprano que tarde, ¡y con prisa!, nuestra sociedad adopte medidas correspondientes a la difusión, educación y coerción contra la contaminación sonora, una agresión a la salud del propio infractor, de sus víctimas y a las normas que reclaman una buena convivencia social.

*Periodista de Radio Ciudad del Mar.

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

3 Comentarios en “¡Menos bulla, compadre!

  • el 6 junio, 2018 a las 11:25 am
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    Alfonso Cadalzo Ruiz:
    Estoy muy de acuerdo con su comentario pero a mi modo de ver demasiado sobrio, mucho se ha hablado del tema en todos los medios pero el fenomeno va ¨in crecendo¨, lo considero una ola de mala educacion, irrespeto al projimo, es sabido a todos los niveles y existen las leyes para proteger la disciplina social, ¿ las conocen? ¿quien debe hacerlas cumplir? ¿ a quien le corresponde hacerlas cumplir? ¿ hasta cuando vamos ha hacer comentarios sin exigirle a quienes les corresponde mantener el orden social?

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  • el 5 junio, 2018 a las 1:50 pm
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    Bueno ese estudio se debe empezar a buscarlo en los anos atras no se q’ paso en Cuba q’ la educacion se deterioro tan fuerte, delante de nuestros ojos, no se le dio importancia,la falta de respeto ,groserias , canciones sin sentidos,ritmos q’ llegaron en momentos q’ la educacion vacilaba , fue el empuje para esa mala educacion, creo q’ el gobierno deba poner medidas fuertes,para aquellos q piensen q’ las calles son de estos sujetos de la mala educacion ,la suciedad, desorden publico,etc por lo menos en los lugares publicos ser mas severos y tener mas control.

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  • el 5 junio, 2018 a las 12:30 pm
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    Estimado Alfonso Cadalzo Ruiz,
    Muy a tono su comentario al respecto del ruido, que sufrimos todos en nuestra sociedad. Creo que el tema de las regulaciones no resolverían el problema sino quién debe hacerlas cumplir. Las esquinas calientes, con dominó bajo la luz de la farola es común en varios lugares incluyendo la bocina con música alta acompañada de groserías. Sucede que cuando los vecinos nos quejamos a la policía para que pongan orden, esta no viene y los infractores se sienten intocables. La mayoría de ellos son jóvenes que al parecer no estudian o trabajan pues luego pueden dormir toda la mañana, y es de suponer que no tienen control en sus casas, pues no he visto a ningún tutor requerirlos por el daño que ocasionan a los demás, (si lo hacen fuera de casa mejor).
    La semana pasada para sorpresa de todos, la policía intervino en la esquina de 59 y 34 Rpto Hnas Giralt, 10 min más tarde ya se estaban burlando de todos pues continuaron en lo mismo, y al regresar la patrulla fue que se disolvió el disturbio. Que fácil! si esto fuera sistemático y se les realizaran actas de advertencia y por último la imposición de multas poco a poco se disciplinan los antisociales.
    Por último advertir sobre algo muy importante, los antisociales no leen la prensa, no ven los spot de la TVy mucho menos las páginas digitales cubanas. Solo la ley les actualiza sobre las normas a cumplir en sociedad.

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