Memorial Hanábana: Martí y la exaltación del Sol (+Fotos)

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Existen en Cuba sitios pequeños e inmensos a la vez. Caimito de La Hanábana, asentamiento del municipio matancero de Calimete —casi escondido en la geografía nacional—, atesora, en escasos metros, uno de los pasajes más solemnes de nuestra historia.

Allí vivió Martí junto a su padre a la edad de nueve años (de abril a diciembre de 1862), cuando Don Mariano fuese designado como juez pedáneo de la zona, donde constaba la presencia de alrededor de 900 esclavos y cerca de 345 en condición de semilibres. Se dice que en este lugar, “Pepe”—como solían llamarlo en su infancia—, conoció el amor y el odio.

El aire puro del amanecer y las noches estrelladas del campo enamoraron al niño, quien escribió a su madre, a orillas del río Hanábana, sobre los bríos de su caballo y el famoso gallo fino que le obsequiaran. Esa devoción por la naturaleza suscitó en él la misma intensidad al presenciar, con repulso, el retrato salvaje y triste de la esclavitud.

Un singular Memorial revive estos hechos y conserva, para quienes lo visiten, otros interesantes pormenores, resguardados en el silencio de sus flamboyanes. Pero, ¿cómo llegó a confirmarse la estancia de Martí en Caimito? ¿Qué certezas trascienden sobre el esclavo ahorcado que, ya adulto, redimió en los Versos Sencillos? ¿Fue la carta escrita allí a Leonor Pérez la primera de su epistolario? ¿Cuál relación guarda con Cienfuegos?…

El sentido de una vida

Para Alberto Fuentes Díaz, actor del Centro Dramático de Cienfuegos, Caimito de La Hanábana representa un sitio importante para Cuba y América Latina. “Aquí comenzó la historia política de nuestro Héroe Nacional y emergió su pensamiento”, dice tras cumplir una emotiva visita a este paraje, con miembros de la Sociedad Cultural José Martí (SCJM), en la Perla del Sur.

Sin embargo, de aquella antigua demarcación solo sobrevive el espacio y el nombre, lo cual hizo sumamente difícil corroborar la presencia del Maestro en la zona, pese a los rumores replicados con el tiempo.

Mayrelis Almeida Grillo, museóloga, refiere la existencia de algunos documentos en el actual municipio de Colón, la sede máxima del entonces teniente gobernador José Agustín Argüelles. “Hacia allí iban las escrituras oficiales de Don Mariano en su ejercicio como juez pedáneo de la colonia, muchas de las cuales, como se sabe, fueron redactadas por el propio Martí.

Monumento a José Martí en el Memorial Hanábana. /Foto: Juan Carlos Dorado
Monumento a José Martí en el Memorial Hanábana. /Foto: Juan Carlos Dorado

Ahora, al paso de los años —en el periodo de la seudorrepública—, el lugar logró identificarse gracias a la profesora cienfueguera Sabina Suárez Del Villar. Ella había escuchado los ‘cuentos’ acerca de la estadía en Caimito del prócer de la independencia cubana y, junto a su padre (ambos provenientes de una familia mambisa), emprendió las primeras investigaciones.

En 1953, en el centenario del Apóstol, Sabina visita el lugar acompañada por alumnos de la Escuela Pública de Varones, de Aguada de Pasajeros, y lo deja marcado con una botella. Luego del triunfo de la Revolución, en 1975, se realiza una excavación arqueológica y proceden a la colocación de tarjas. Y en 1996 —sostiene—, Caimito de La Hanábana resulta declarado Monumento Nacional, por ser una de las pocas localidades del interior de la Isla donde vivió Martí”.

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Sobre su presencia en dicho punto de la geografía cubana perduran varios acontecimientos de relevancia histórica que repercutieron, después, en la vida del fundador del Partido Revolucionario Cubano y organizador de la Guerra Necesaria de 1895 contra el colonialismo español. El más conocido respira en sus Versos Sencillos (número XXX) cuando, a los 36 años, evoca haber visto en su infancia a un esclavo ahorcado.

Rojo, como en el desierto,

Salió el sol al horizonte:

Y alumbró a un esclavo muerto,

Colgado a un seibo del monte.

Un niño lo vio: tembló

De pasión por los que gimen:

¡Y, al pie del muerto, juró

Lavar con su vida el crimen!

De acuerdo con Almeida Grillo, “el acta de defunción de un esclavo llamado Omobono —presumiblemente el que Martí vio colgado en el seibo— saca a la luz la divergencia entre las fechas cotejadas (la muerte del cautivo y la vivencia descrita). Por eso también se cree que fue una experiencia de la cual supo y quiso plasmar en su poesía, para conmovernos a todos sobre los crímenes de la esclavitud”.

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Otro episodio notable en el devenir del más universal de los cubanos, apunta a la carta que escribiera a su madre, Leonor Pérez, el 23 de octubre de 1862, desde Caimito de La Hanábana. El texto persiste como el primero de sus manuscritos literarios y el documento de mayor edad dentro del epistolario martiano.

No obstante, investigaciones posteriores evalúan la posibilidad de otros que le precedieron, pues en esa icónica misiva se advierten señales de una eventual comunicación anterior entre ambos.

Papá recibió la carta de Vd. con fecha 21, pues el correo del sábado que era 18 no vino, y el martes fue cuando la recibió; el correo —según dice él— no pudo pasar por el río titulado ‘Sabanilla’ que entorpece el paso para la ‘Nueva Bermeja’ y lo mismo para aquí, papá no siente nada de la caída lo que tiene es una picazón que desde que se acuesta hasta que se levanta no le deja pegar los ojos, y ya hace tres noches que está así”. (Fragmento inicial de la carta a Dña. Leonor Pérez, del 23 de octubre de 1862).

Al parecer —agrega Almeida Grillo— solo esta pudo salvarse y es la única que conservamos en Caimito (una copia), escrita, específicamente, un jueves”.

Deleite y solemnidad

Un año después de conmemorar el aniversario 150 del natalicio del Apóstol se inaugura, el 13 de abril de 2004, el Memorial Hanábana. En la Autopista Nacional, una señal indica el desvío hacia el pintoresco sitio. De un lado de la carretera se halla el moderno y original inmueble, y, del otro, el monumento que recuerda allí su estancia.

Mayrelis Almeida Grillo labora en este lugar desde hace más de un lustro e insiste en el carácter conmemorativo y ambiental que posee, con Martí y el Sol como protagonistas.

El proyecto del Memorial, concebido por el arquitecto Domingo Alás Rossel, exalta la presencia de Martí en Caimito a través del astro rey. Está compuesto por un calendario solar con 111 fechas históricas vinculadas a su vida, las cuales el sol ilumina, exclusivamente, el día señalado, al entrar por los tragaluces del techo”, explica.

Tal efecto también irradia en los 23 pedestales erigidos a ambos lados del calendario, pero solo en momentos muy específicos. Según la especialista, “ocurre el 28 de enero, a propósito del natalicio del Héroe Nacional. El sol alumbra uno de los dos pedestales principales, en este caso aquel donde aparece la foto de la casita de Martí. Ese día, incluso, la luz es tenue, muy pobre, para rememorar que él nació —como confiesa en el poema Yugo y Estrella— sin sol.

El 19 de mayo se repite el efecto en homenaje a su caída en Dos Ríos, ahora en el pedestal principal que conserva una imagen del cementerio Santa Ifigenia, de Santiago de Cuba, donde reposan los restos del prócer. Entonces la luz invade de forma plana y directa, para recordarnos el hecho simbólico de su muerte: de cara al sol.

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La otra fecha significativa es el 23 de octubre, cuando desde aquí escribe la aludida carta a su madre Leonor Pérez. En esa jornada se iluminan los demás pedestales (21), los cuales registran fotos de la enorme trayectoria política e intelectual de Martí”, detalla.

Quizás por ello no sean casuales las sensaciones que desbordan a Juddy Martín Acosta, secretaria ejecutiva de la SCJM en Cienfuegos, durante su primera visita al Memorial Hanábana. “Me encantó, afirma. Existen pocos lugares como este y si tenemos uno debemos aprovecharlo. Te transportas en la historia entre el silencio, los árboles y el relato de las museólogas. Es como si hicieras un viaje”.

Similar impresión alega Fuentes Díaz, quien se dice más martiano, cubano y orgulloso de su labor como artista. “Caimito debería ser un sitio de obligada visita para los jóvenes, pues al conocerlo uno siente que podemos hacer más y no lo estamos haciendo”, subraya.

Para Almeida Grillo, los sentimientos son encontrados. “A la alegría de las personas por llegar a un rinconcito de la historia, alejado de los pueblos y de nuestras ciudades más importantes, se contrapone el olvido, la desidia, asegura. Hoy prevalece muy poco interés y conocimiento sobre el Memorial, al punto de que algunos nos han preguntado si esto es un restaurante. Con eso lo digo todo…”.

La suerte de Caimito de La Hanábana está echada en la pasión que despierta en los visitantes, un deseo inusitado de que otros vayan, observen, escuchen, sientan. Allí el sol brilla distinto y no merece, de veras, que ignoremos su luz. 

El Memorial en Fotos

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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