Más de cincuenta años titiriteando

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Hombres cargados de muñecos andaban las calles del medioevo. Hablaban por bocas de madera o de marfil lo que estaba vedado por el rey. Sus puestas en escena contaban con un solo actor, quien se desdoblaba en un sinnúmero de formas y personalidades.

Ya no estamos en la Edad Media, y todavía vive la tradición de los titiriteros. Manuel de Jesús Ávila Núñez es uno de esos hombres que sabe desdoblarse múltiples formas y personalidades. Pocos conocen que creó e impulsó el Teatro Guiñol en Cienfuegos.

Con diecisiete años, debido a un arranque artístico después de observar el programa Títeres en televisión, que transmitía la CMBF-TV y dirigían los hermanos Camejo, construyó de manera empírica su primer muñeco. Manuel de Jesús no escribe nada, improvisa desde el principio hasta el final. A diferencia de la tendencia actual a depender de los talleres, él confecciona sus propios personajes.

¿Qué significación tiene para usted el nombre de “Queta Maravilla”?

“Bueno, es el primer muñeco que hice,  marcó la pauta para que el Teatro Guiñol de Cienfuegos surgiera. Lo considero como un hijo, al igual que a todos, dice mientras señala a los títeres y marionetas que durante tanto tiempo lo han acompañado. Fue mi inicio en este mundo, por eso hoy lo conservo, con sus cincuenta y cuatro años cumplidos. Tiene el mismo tiempo de vida artística que yo, y de creado el Guiñol”.

¿Le gusta más trabajar con niños o con adultos?

“A mí me es igual.  Con el niño me ha gustado siempre poner una barrera. Límites y linderos que los muchachos deben respetar. Algunos se van de rosca a veces, te sacan de quicio porque no es el mismo carácter. Y hay mamás que no colaboran con uno. Ven al hijo acercándose a una marioneta y lo que hacen es celebrarlo en vez de corregirlo”.

Ávila pertenece a la Unión Internacional de Titiriteros y Marionetistas del mundo (UNIMA), ha sido condecorado con distinciones como el Premio Provincial de Artes Escénicas, el Premio Provincial de Cultura Comunitaria y el Premio Jagua 2014. Hoy, después de una larga trayectoria de más de cincuenta años de vida artística, sigue en activo.

Momentos alegres que le ha ofrecido la vida de titiritero…

“Bueno, a la hora de recibir premios, a la hora de tener visitas internacionales aquí en mi casa, el conocer y sentarme a conversar con amigos de mi misma esfera de renombre a nivel mundial, también cuando saco un muñeco en una puesta y es reconocido, aplaudido… En el arte siempre encuentras momentos de regocijo. Hasta ahora —afirma mientras golpea dos veces la madera del sillón— ha existido un respeto absoluto para mi trabajo”.

El quinquenio gris lo afectó en cierta medida…

“En el año 1966, en el preludio de lo que sería después el quinquenio gris, me destituyeron de la dirección del Guiñol sin explicación alguna. Junto a varios compañeros, me comunicaron que debía presentarme en el Central Senado, Camagüey, a la mañana siguiente, en una Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP). Ahí estuve alrededor de un año, hasta que regresé a casa por problemas de enfermedad.

“Posteriormente, al preguntar cuál fue el móvil de esa acción tomada hacia mi persona, me contestaron que en aquel momento yo tenía tendencias religiosas que no estaban acorde al proceso. Yo les contesté: fíjate si mi tendencia es fuerte, que en una bóveda espiritual tengo hace veinticinco años al Che Guevara. Amaba, amo y amaré la Revolución, pero este capítulo ha sido una llaga en la política cultural del país, además del momento más triste de mi carrera y de mi vida”.

¿Dónde puede encontrarlo quien desea apreciar su trabajo en vivo?

Bartolín surge como un homenaje al Bárbaro del Ritmo
Bartolín surge como un homenaje al Bárbaro del Ritmo

“En estos momentos tengo cuatro peñas. Una en la biblioteca provincial, otra itinerante como parte del proyecto comunitario Titiriteando, la tercera se llama Arte y Salud, en el Palacio de Pioneros Nguyen Van Troi, con mis amigos del thai chi, junto a todos los de la tercera edad que se quieran sumar y la cuarta es en el Centro Cultural Benny Moré. Esta última se llama el Conuco de Bartolín”.

¿Usted considera que el teatro de títeres debería tener mayor reconocimiento que el que tiene en la actualidad?

“Debiera. El teatro de títeres, aunque muchos no se pongan a pensar en ello, favorece en gran medida la educación de los niños. Les crea aptitudes para las artes. A través del mismo puede enseñarse el cuidado a la naturaleza, el amor a la Patria y el aprecio a la cultura cubana. Lo que tú dices a través de los muñecos el niño lo absorbe como una esponja”.

¿Se puede incluir la crítica social en su trabajo?

“Sí, es fundamental. La utilizo principalmente con los adultos, la entienden mejor. Los niños, dada su corta experiencia, no pueden comprender esos mensajes y por eso con ellos empleo otro tipo de temas. En el teatro de títeres, así como en las artes en sentido general, la sátira y la crítica juegan un papel muy importante.

De tantas profesiones en el mundo usted se decide por el teatro de títeres

“La otra profesión que a mí me hubiera gustado ejercer sería la de médico veterinario. Me gustan mucho los animales. Por eso, de alguna manera, incluyo la figura de animales como vacas, perros, gallinas… dentro de mis muñecos. Además, hablo mucho en mis puestas sobre la biodiversidad, la flora y la fauna”.

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Miguel Ángel Castiñeira García

Estudiante de Periodismo de la UCLV

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