Martí y los honores de un parque

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Un hombre esculpido en mármol preside las horas desde el corazón de la plaza fundacional de la ciudad de Cienfuegos. Se erige ocho metros por encima del suelo y, desde esta altura, es como si toda la urbe, y sus más empinadas elevaciones, quedaran a sus pies.

El conjunto escultórico a José Martí es el órgano vital del parque que lleva su nombre. A su alrededor perviven los viejos edificios que le vieron levantarse en los primeros compases de la seudo-república: la Catedral con sus cúpulas y campanas, el “Terry” y sus mosaicos, el Ayuntamiento y su señorial estirpe.

Sobre las hojas de otoño, el 10 de octubre de 1906, fue inaugurado el monumento. Su idea, sin embargo, comenzó a gestarse en el invierno de ese propio año (febrero), cuando por mandato del alcalde Faustino García Vieta se acordó el homenaje, en el entonces llamado Parque de la Independencia.

Para cuando se tomó esta foto (antes de la década del 20 del anterior siglo), todavía no había sido emplazada la escultura alegórica a la República. / Foto: Cortesía de la Oficina del Conservador
Para cuando se tomó esta foto (antes de la década del 20 del anterior siglo), todavía no había sido emplazada la escultura alegórica a la República. / Foto: Cortesía de la Oficina del Conservador.

Una comisión encabezada por el general Higinio Esquerra Rodríguez — veterano de la Guerra Necesaria urdida por Martí—, junto a los señores Manuel Galdós, Julio González Capote y Lino R. Hernández, asumió los pormenores de la ejecución, tema de análisis en el gobierno de la época por su elevado costo.

Seis meses después (agosto) devino realidad su emplazamiento, aunque la develación oficial debió postergarse por otros dos meses (hasta el señalado octubre de 1906). Una figura tallada en mármol de Carrara por el escultor italiano Carlos Nicoli Manfredi, tomó posesión del sitio donde nació la antigua colonia Fernandina de Jagua, iluminada por los aires renovadores del siglo XIX.

Así, el que antes fuera conocido como “Plaza Ramírez”, “Plaza de Armas”, “Plaza de Recreo” y “Parque de la Independencia”, pasó a denominarse Parque José Martí, nombre que ostenta desde hace más de 110 años. Tal “investidura” selló los cambios traídos a este espacio público en los albores de la neocolonia, con el pavimentado de hormigón, el montaje de los bancos y la construcción del Arco de Triunfo, el único existente hoy en el país.

La escultura se hizo escoltar por cuatro fuentes de agua fundidas en hierro y transportadas desde la populosa ciudad de Nueva York. Luego, durante la década del 20 de la pasada centuria, el alcalde Pedro Antonio Aragonés dispuso aumentar la altura del pedestal y añadir el símbolo de la República.

Al amparo del prócer fue consumado el nuevo designio: una mujer robusta, de mirada firme y ropajes largos y clásicos, encarnó los principios de libertad y legalidad  de aquella nación, coronados en su gorro frigio, en su escudo y en la pluma moldeada en su mano derecha, confidente de los hechos por venir.

Distinguido con todos los títulos posibles (Monumento Local y Nacional, Patrimonio Cultural de la Humanidad), el Parque José Martí y su entorno es el rostro de la ciudad de Cienfuegos. Y el conjunto escultórico al Héroe Nacional, su alma. A sus pies conspiran lo solemne y lo festivo, la calma y el temporal de continuas primaveras que marchitan sus flores sobre el mármol. Nada le hace más honor a los cienfuegueros que la venerable tutela del Apóstol.

Al develarse el monumento a José Martí, el pavimentado de hormigón y los bancos ya eran una realidad en el parque fundacional de la ciudad de Cienfuegos. / Foto: Cortesía de la Oficina del Conservador.
Al develarse el monumento a José Martí, el pavimentado de hormigón y los bancos ya eran una realidad en el parque fundacional de la ciudad de Cienfuegos. / Foto: Cortesía de la Oficina del Conservador.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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