Mario, la rehabilitación y el placer de ayudar a los demás

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Es uno más entre los tantos que visten batas blancas. Es uno más de aquellos entre cuyas manos, conocimientos y paciencia, se renuevan las esperanzas de quienes, en un abrupto curso de acontecimientos, ven su vida limitada a una silla de ruedas, un bastón, una cama, un habla ininteligible, una mirada difusa. Mario Yasiel Alonso Barco es uno más entre los muchos rehabilitadores con que cuenta este país. Uno más que arropa en su sonrisa, la de aquellos, que ha devuelto a una vida útil.

Desde hace casi un lustro, los gimnasios y pasillos del Centro de Especialidades Ambulatorias (CEA) de Cienfuegos son testigos del andar de este joven, graduado en 2014 de Rehabilitación en Salud. No por azar llegó a la especialidad: “yo era deportista, practicaba bádminton y conocía esta parte de la medicina, porque me lesioné varias veces. Y me interesó. Por eso, al grado 12 me decidí por esta carrera, pues ya la conocía, tenía vivencias propias de lo que era”.

¿Resultó difícil la formación?

“Realmente había que estudiar, pero teníamos buenos profesores, me fue bien.

¿Guardas en tus recuerdos algún momento gratificante, algún paciente en quien la rehabilitación haya marcado de manera notoria un antes y un después?

“Recuerdo a la paciente Yakelín, una lesionada medular que recibí aquí hace unos meses, prácticamente acostada en una cama, solo movía los brazos y un poco los pies y salió caminando de mi mano. Fue un gran logro.

¿Y has sentido lo contrario?

“No, nunca he tenido decepciones con un paciente, jamás me he sentido mal con alguno de ellos, pues siempre se logra algo, aunque sea mínimo, pequeño. Siempre conseguimos algo”.

Ahí radica el lado más bonito de esta profesión. Es un ejercicio donde se ve el resultado.

“Sí, cuando el paciente llega acá nos trazamos objetivos, teniendo en cuenta sus capacidades residuales, es decir, lo que el evento nos dejó para trabajar. A algunos les ponemos metas mayores, porque sabemos que lo puede superar, a otros, cosas mínimas, pero se logra”.

¿Se necesitan requisitos especiales para ser rehabilitador?

“Te tiene que gustar, tienes que tener conciencia de lo que estás haciendo, sentir placer en ayudar a los demás, pues es un trabajo difícil y si no lo haces con agrado, no te van a salir las cosas bien. Hay que ponerle amor, porque a veces llegan casos complicados, y si no les pones el empeño, el amor que llevan, no lo vas a conseguir. Hay personas que no van a caminar, pero si le pones el amor que lleva, quizás no hagas que camine, pero sí que se siente, por ejemplo”.

Mario hace años se despidió del deporte. Sin embargo, gusta mucho de hacer ejercicios, los practica dos o tres veces a la semana porque resulta necesario para el desempeño de un rehabilitador, quien todo el tiempo trabaja con su propio cuerpo.

De mirada clara y trato afectuoso, es un joven como cualquiera de sus contemporáneos, de los que asumen con seriedad su profesión y suelen convertir los días de descanso laboral en jornadas para otras faenas, como acciones constructivas en la casa. Un muchacho de esos que la gente suele llamar “tranquilo”, al que le gusta escuchar música, ver películas , series y pasear por su ciudad, si bien rehúye los lugares muy concurridos, la aglomeración.

Aún no tiene hijos, mas desborda un singular afecto hacia los pequeños, los pacientes con los cuales prefiere trabajar. “Para mí, es lo más grande que me ha pasado en la carrera, es muy bonito dedicarse a los niños, me gusta mucho, pues cuando le pones empeño el resultado se ve rápido. Y ellos te lo agradecen enormemente”, afirma.

Gratitud es, quizás, la primera palabra que asoma en los labios de quienes alguna vez han recibido dicho servicio. “Hay personas, incluso profesionales de la salud, que no ven la importancia de la rehabilitación. Sin embargo, yo creo que sí, y sobre todo ahora con la prevalencia de infartos cerebrales, que se encuentra entre las tres primeras causas de discapacidad. No poca gente, sobre todo mayores y niños, necesitan rehabilitarse, lograr movilismo, reincorporarse a la sociedad con nosotros”.

Respira relajado. Siente, confiesa, pavor a las entrevistas y el momento de esta, apenas unos minutos separados de su agenda, ha terminado. Un niño lo aguarda en el gimnasio. Es hora otra vez de “jugar” el juego que alivia, que cura, que devuelve la capacidad. Es la hora de la rehabilitación.

 

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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