Margaret Atwood, una posición crítica hacia los totalitarismos

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“La escritura —ha dicho Margaret Atwood —es solo un método para codificar la voz, como las partituras son un método para codificar la música. Cuando un lector lee o un músico toca, lo que hace es traducir de nuevo en música o en voz ese código, esas marcas negras en la página. Necesitamos la poesía y las historias de ficción porque son lo más cercano a estar dentro de la cabeza de otra persona en el acto de hablar/pensar/crear, de igual modo que cuando un violinista toca y revive en sí a Mozart o a Beethoven. Es solo a través de esos eventos interactivos, en los que participan tanto el lector, como el escritor, que logramos entender a otra persona y, por extensión, comprendemos lo que es el ser humano. Un único ejemplo, el de uno mismo, no resulta suficiente. Necesitamos más, y buscamos más”.

A tales palabras le sobran cualquier complemento, porque ilustran, en líneas claras, la percepción de la autora sobre el hecho escritural: ese el que ella ha venerado, y ponderado, mediante episodios de relieve en el acontecer editorial de las últimas décadas.

Candidata al Premio Nobel de Literatura durante los años más recientes y Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008, Boker Prize, Giller Prize y otros lauros de relevancia primera en el universo librero, la canadiense Margaret Atwood (0ttawa, 1939) no solo es una de las voces más significativas del concierto literario mundial a la fecha, sino una figura de claros ideales políticos, cuyos puntos de vista en dicho terreno la realzan aún más en medio de tanto descreído y encapsulado en su torre de cristal.

La narradora, poeta, crítica, pedagoga y ensayista —cuyos textos se encuentran ahora en las librerías de toda Cuba como el volumen El quetzal resplandeciente y otros relatos—, muestra una señalada posición crítica que la ha motivado a alzar su voz contra los totalitarismos post-11 de Septiembre, el poder de los monopolios de la información en las sociedades occidentales, la fuerza exponencial de las corporaciones en la actualidad en dichos escenarios y la barbarie capitalista hacia el medio ambiente.

Célebre tanto por un conocimiento literario excepcional que incluye casi todo cuanto haya sido editado en el mundo anglosajón, así como “por su perverso sentido del humor y su lengua mordaz” —suerte de sambenito curiosamente no peyorativo endilgado por el Mother Jones Magazine y con el cual la autora de El asesino ciego, Ojo de gato, La novia ladrona y otros varios libros vendidos con gran éxito en todo el mundo, no se molesta mucho—, la Atwood apuesta por el libro y la cultura como bastiones de salvación de la especie.

A juicio de la crítica literaria española Mercedes Momia, “irónica, en huida permanente de los clichés, así como del encorsetamiento teórico y doctrinario, intelectual dotada de gran agudeza crítica y descriptiva, sanamente lúcida, chispeante y siempre ingeniosa tanto en entrevistas como en ensayos o artículos, además en su obra de creación propiamente dicha, Margaret Atwood es conocida por textos en los que sus protagonistas tienen que enfrentarse a menudo con una variada confabulación de fuerzas de la realidad. Unas fuerzas que operan contra ellos y que van desde Estados futuros y tiránicos —en obras de ciencia-ficción o pesadillas apocalípticas—, mecanismos del poder desencadenantes de todo tipo de injusticias, verdugos de la infancia, normas sociales estrictas y rebosantes de prejuicios, aridez e incomprensión en las relaciones personales o discriminación a la hora de vivir y crear dentro de un género determinado”.

Ocasión esta inmejorable la de contar en las librerías cubanas con su obra El quetzal resplandeciente y otros relatos, para adentrarnos en la lectura de sus páginas, validar tales juicios y hacernos nosotros, lectores, los otros que nos restan para bosquejar con contornos más nítidos los perfiles de la imprescindible autora, una de las más buscadas del momento en el mundo por su creación de El cuento de la criada, la distopía que la cadena de streaming Hulu trasuntó a la teleserie homónima.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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