Mandy Álvarez: Cantares y andares

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El atardecer preconiza el ocaso en una ciudad insomne para el buen arte. El Café Teatro Terry aguarda a los lugareños para disímiles encuentros con la música y el espectáculo.

Antes del anochecer, el último viernes de cada mes, buena trova depara la peña de Armando Álvarez Corcuera, un médico que además de la predilección hacia la Gastroenterología Pediátrica, posee sensibilidad por la música.

¿Cómo fueron los comienzos?

“De niño era pelotero, pero un día tuve una lesión, y como radico al lado de donde vivió Felito Molina, pues la guitarra ocupó mis tiempos libres”.

O’Donnell, entre Calzada y Habana, es sitio pródigo para la música local. ¿Eres parte entonces de ese mito?

“Sí, somos como familia, me crié junto a Argelita Fragoso, su mamá Argelia, Guillermito, Eloy y Zenaidida, además de Gisela, las tías y María del Carmen, abuela de Argelita, y mamá de Felito”.

¿Y después?

“Vinieron los festivales de la FEEM, luego los de la FEU durante la estancia en la Escuela de Medicina; también en el paso por el Servicio Militar participé en eventos culturales del MININT, las FAR y la Marina de Guerra; siempre ‘pescaba’ algún lauro”.

¿Influencias?

“Las canciones de Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y Alberto Cortés”.

¿Cuáles son tus preferencias?

“Eso es muy curioso; por ejemplo, Lázaro García también fue alumno de Felito, pero en la época del feeling, eso lo marcó; luego, cuando me tocó ser discípulo, ya el maestro cantaba con Barbarito Diez, por eso mi apego a la trova tradicional, es lo que mejor me va”.

¿Cómo valoras los gustos musicales contemporáneos?

“Es un problema generacional, cada juventud ha tenido sus distinciones, lo que hay es que saber educar en el buen gusto, pues todo tiene sus matices, puede existir un reguetón bonito y un bolero feo, lo importante es que sepan distinguir y en eso no trabajamos lo suficiente.

“He invitado a estudiantes de Medicina aquí y les gusta, conocen las tradiciones y luego vuelven”.

¿Es difícil combinar las dos profesiones?

“Hay que prepararse, eso es lo que lleva, organización y esfuerzo”.

Así transcurre la tarde en la peña de nominada “Cantares”, donde el trovador declama, devela sus dotes de compositor y emanan textos de diferentes inspiraciones, nacidas quizás del sueño tierno de un amor imposible o dedicaciones a su propia alma, arropada en el don de quien aprecia las melodías perdurables.

“Cantares” nos muestra otro juglar de la trova sureña, de esos que prefieren desbrozar andares por lo mejor del acervo musical cubano.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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