Luces para Fernandina (II y final)

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 6 minutos, 13 segundos

Durante tres décadas las luces de gas habían reinado en las noches cienfuegueras, pero desde 1889, tal primacía comenzaba a ser amenazada por las bombillas eléctricas. Resulta que los hermanos Terry habían contratado a la empresa estadounidense Western Electric Co., que en noviembre de ese año instaló dos dinamos para iluminar unas 300 lámparas incandescentes en el flamante coliseo construido frente a la Plaza de Armas. De modo que el 12 de febrero de 1890, con la inauguración por todo lo alto del teatro Tomás Terry, también tendría su “presentación oficial en sociedad” el alumbrado eléctrico en la urbe.

En los altos del propio teatro, unas semanas después, se produjo una reunión muy importante para el futuro despliegue de este sistema técnico al resto de la ciudad. El 28 de marzo de 1890, concurrieron bajo la presidencia de Emilio Terry un grupo de los más prominentes hombres de negocio locales para ultimar detalles en la constitución de una empresa que se encargara de la explotación del alumbrado eléctrico citadino. A principios de mes el Ayuntamiento había dado el visto bueno para la creación de la Sociedad. La idea era montar una planta que fuera capaz de generar energía para tres mil lámparas incandescentes de 25 bujías cada una, destinadas al alumbrado de interiores, pues de momento, los compromisos contraídos por la municipalidad con la compañía de gas no permitían acometer las acciones para el servicio de alumbrado público[1].

Una vez acordadas las bases para su constitución, se nombró a Augusto Font como administrador de la empresa que a partir de entonces giraría bajo la razón social de A. Font y Compañía (S. en C). Empresarios de la talla del propio Emilio Terry, Nicolás Castaño Capetillo, Agustín F. Goytisolo y Digat o Nicolás Gamboa y Gorosteaga, entre otros, comprometerían sus capitales en un negocio que contaba con más de 200 accionistas y prometía ser rentable a corto plazo.

Entretanto, la electricidad también había comenzado a “vencer la noche” en algunos de los principales centrales azucareros de la región: en el “Caracaslos Terry habían instalado un dinamo de mil 500 luces y disponían de otro similar como reserva. Se proponían, además, llevar el alumbrado eléctrico al poblado de Lajas, siempre y cuando la demanda justificara la inversión y produjera utilidades. El central Dos Hermanos, de Nicolás Acea, no quedaba a la saga y también la empleaba. Las fábricas de azúcar contaban con la ventaja de producir luz eléctrica a un costo muy bajo, pues empleaban la misma fuerza motriz utilizada para su proceso productivo. El resto de los colosos de la comarca no tardarían en incorporar el novedoso sistema de alumbrado.

No fue, sin embargo, hasta el 21 de marzo de 1892 que el servicio particular de alumbrado eléctrico gestionado por Font y Compañía comenzó a operar en la ciudad. Aunque inicialmente el número de beneficiarios era reducido, el área fue ampliándose gradualmente. Apenas tres años después la empresa obtenía la anuencia oficial para ampliar su capacidad con una máquina de vapor sistema Corliss y dos generadores eléctricos Brown de 110 kw cada uno. El aún modesto servicio de alumbrado eléctrico transitaba al nuevo siglo bajo otra administración, por fallecimiento del señor Font, y la empresa modificó su razón social a N. de Gamboa y Compañía (S en C.).

Anuncio en la prensa de la empresa Western Electric Co., suministradora del equipamiento tecnológico empleado en el alumbrado eléctrico del teatro “Terry” (1890).

En agosto de 1910, fue suprimido el alumbrado de gas en la Perla del Sur. En virtud de ello, la empresa de alumbrado eléctrico comenzó a ocuparse, además, del servicio en calles y plazas de la población. El nuevo esquema de alumbrado público se componía de unas 120 lámparas de 100 watts montadas sobre pescantes que se colocarían en todas las intersecciones de las calles comprendidas entre la Avenida de la Independencia (actual Paseo del Prado) y el Paseo de Arango. Otras 400 luminarias de 16 watts se situarían en el centro de las respectivas calles y también en el resto de las entrecalles a donde pudiera llegar la red. La electricidad sería suministrada desde la puesta de sol hasta las cuatro de la madrugada en verano y hasta las cinco en invierno. El pago del servicio correría naturalmente por el Ayuntamiento, que con el cambio del servicio ganó mucho en calidad y algo en extensión del alumbrado, al tiempo que se ahorraba 2 mil188 pesos anuales[2]. Las lámparas ubicadas en el exterior de viviendas, instituciones y establecimientos comerciales, irían a la cuenta de los usuarios particulares correspondientes.

Con el fallecimiento de Nicolás Gamboa en 1912 la gerencia de la compañía pasó a Octavio M. Font, hijo del administrador original y volvió a modificarse el nombre de la empresa. Empero, en diciembre de 1912 se concertaron negociaciones que concluyeron con la compra por 103 mil 000 pesos en oro español de la empresa de Font por la Sociedad The Cienfuegos Electric and Power Co., mejor conocida por Hidroeléctrica Madrazo.[3] Un par de años antes, el presidente de la República José Miguel Gómez había otorgado a su dilecto amigo Francisco Diego Madrazo la concesión para el aprovechamiento hidráulico del río Mataguá para la generación de energía eléctrica que pudiera ser utilizada en función del alumbrado o fuerza motriz, tanto en Cienfuegos como en otros pueblos de la provincia villareña. Por lo visto, la intención del astuto Madrazo era monopolizar el servicio eléctrico en la ciudad. Con independencia de la transacción, Font hijo se mantendría como administrador del sistema eléctrico cuya titularidad acababa de negociar.

La antigua planta eléctrica situada en Prado y Dorticós.

La planta eléctrica de la ciudad estaba ubicada en Prado y Dorticós (Hoy en el sitio se emplaza La Bolera). Era, en rigor, una pequeña central termoeléctrica, pues empleaba la energía del vapor para generar electricidad. Sus depósitos de combustible estaban instalados en la manzana que hoy ocupa el centro recreativo Tropisur y para el enfriamiento empleaba el agua de mar, cuya toma se situaba en la intersección de las calles de La Mar y Gazel. La enorme chimenea de la planta podía ser divisada desde cualquier punto de la ciudad.

La instalación industrial tampoco estuvo exenta de averías y accidentes. Al anochecer del 20 de diciembre de 1913, una formidable explosión sacudió las cuadras cercanas a la planta eléctrica del Paseo del Prado:

“Todas las luces de la ciudad apagáronse en el acto. La alarma fue espantosa, la gente corría despavorida sin comprender de qué se trataba (…) las carreras de los coches, los pitos de la policía y los gritos de los vecinos hacían mayor la confusión e innumerables mujeres sufrieron desmayos (..) las autoridades acudieron todas inmediatamente al lugar del hecho, como asimismo el Cuerpo de Bomberos”[4].

Titular en el habanero Diario de la Marina sobre la explosión en la planta eléctrica cienfueguera.

La explosión que había sido causada al reventar uno de los fluxes [5] de la caldera, no generó daños materiales significativos, y solo una persona sufrió leves quemaduras. La avería pronto estaría resuelta y se pensaba que la electricidad quizás retornara antes de la medianoche. Pero el pánico y la alarma de muchos cienfuegueros no era injustificado. El año que concluía había sido particularmente convulso en la ciudad: por un lado, las pugnas entre liberales y conservadores habían dejado un saldo importante en hechos violentos que, entre otros, produjeron los asesinatos del dirigente político liberal José “Chichí” Fernández y del alcalde en ejercicio Ceferino “Nené” Méndez. Por otra parte, la ciudad había sido conmocionada en febrero por una explosión terrible ocurrida en el almacén de José Mayo, muy cerca de las oficinas del Cable Inglés que dejó varios fallecidos y heridos, amén de múltiples destrozos en las viviendas y negocios colindantes.

Para los comerciantes en particular, el despliegue de la red de alumbrado público eléctrico venía de maravillas. La diferencia con la luz de gas era abismal, así que se revitalizaba la actividad mercantil luego de la puesta del sol y la seguridad de los establecimientos se reforzaba en horas avanzadas de la noche y durante la madrugada. La vida nocturna de la ciudad en todas sus modalidades sería, desde luego, la más favorecida. Con la introducción del cinematógrafo, los cines comenzaron a atraer numeroso público y los teatros no se quedaban detrás. En el nuevo siglo el ocio y la sociabilidad evidenciaron un alza sin precedentes con la invaluable ayuda de la luz eléctrica. Pero no nos engañemos. Los beneficios del alumbrado no alcanzaron a todos por igual y los barrios más humildes de la ciudad, situados hacia la periferia, debieron esperar todavía algunos años para transitar de las penumbras a la luz.

En mayo de 1918, la empresa de alumbrado eléctrico cambió de manos una vez más. La corporación Cienfuegos, Palmira, Cruces Electric R. R. and Power Co. adquirió los títulos de la Cienfuegos Electric por un millón de pesos. Este consorcio norteamericano, creado en el Estado de Maine, se fundó inicialmente para la producción y suministro de fuerza motriz tanto a industrias como al transporte de pasajeros y mercancías en la región centro-sur de Cuba.

Bajo la nueva organización, la planta eléctrica de Prado y Dorticós amplió su capacidad para generar energía las 24 horas, lo cual le permitió mayor estabilidad y eficiencia en su funcionamiento. En las noches, la electricidad se destinaría para el alumbrado particular y público. Durante el día, en cambio, proporcionaría energía motriz para las industrias emergentes, a los tranvías que empleaban acumuladores y a las necesidades que la vida moderna fuera imponiendo.

El alumbrado público y doméstico en Cienfuegos —como en cualquier otro lugar— acompañó la evolución de la ciudad en el tiempo. Nos ayudó a configurar un entorno artificial que reproduce las propiedades del entorno natural más útiles y cómodas para nosotros, al tiempo que eliminaba aquellas más inconvenientes y peligrosas. Aunque parezca redundante, su historia está hecha de “luces y sombras”, como nosotros mismos.

El alumbrado eléctrico instalado en malecón cienfueguero a principios de la década de 1930.

[1] Rousseau, Pablo L. y Pablo Díaz de Villega. (1920). Memoria descriptiva, histórica y geográfica de Cienfuegos (1819-1919). Establecimiento Tipográfico El Siglo,p.519

[2] Del Real, Emilio y Alfredo Montana.(1913). Municipalización del servicio público de alumbrado en la ciudad de Cienfuegos. Imprenta S. Argemi, Santa Isabel no,30p.3

[3] “La planta eléctrica de Cienfuegos”(diciembre 6, 1912) Diario de la Marina, p.4

[4] “Explosión en Cienfuegos”(diciembre 21, 1913) Diario de la Marina, p.1

[5] Los Fluxes son tubos que conducen los gases calientes a través de la caldera, calentando el agua que circula por fuera hasta que esta hierve y se convierte en vapor.


*Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

Visitas: 10

Vero Edilio Rodríguez Orrego

Profesor e investigador de la Universidad de Cienfuegos ¨Carlos Rafael Rodríguez¨. Miembro de la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

Un Comentario en “Luces para Fernandina (II y final)

  • el 18 abril, 2023 a las 11:17 pm
    Permalink

    Se hace mension sin ningún dato del aprovechamiento hidráulico del salto del río Matagua en la finca ,” El Infierno ” localidad de San Blas. Dicha finca era propiedad de Don Diego Clark Dominguez. El sr Madrazo adquirió una franja de terreno de 8 ha aprox dónde se construyó el edificio de la planta y una micropresa en la zona de Las Vegas dónde se almacena el agua para dicha hidro y una tubería que conduce el agua hasta la hidro. La compra se efectuó bajo la condición única del aprovechamiento hidráulico del salto del Matagua. Si necesitan más detalles por favor contactarme. Gracias

    Respuesta

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *