Los motivos de una mujer pincel

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Cuando Lisset decidió mudarse al arte, su casa no fue más aquel conjunto de paredes delimitando espacios para dormir, comer, ver televisión y quién sabe qué más.

Después de la transformación o, bien podría decirse, del renacer de sus rincones, cada pequeño sitio del hogar tuvo su porte, cada cual único, pero sin permitirse divorcios en la armonía general. Como piezas del mismo rompecabezas.

Aquí, asistimos al estallido de los colores. “Este es mi estudio”, dice ella. Es la primera habitación, que da a la calle, y lo que antes fue una pared, delimitando la una de la otra, se convirtió en espejo donde convergen y se nutren ambas realidades”.

Sus ideas toman forma a partir de emociones propias y ajenas, “de las vivencias que recibo cotidianamente”, afirma, “específicamente en momentos como estos, que nos han hecho cambiar nuestra dinámica del día a día”.

cienfuegos Mujeres Perfectas lisset pérez castro
La cotidianidad de la mujer cienfueguera se convierte para esta creadora, en motivos del pincel.

Lisset logra sintetizar los agobios cotidianos. “Como mujer, como madre, como esposa, resulta comprometedor vivir todas esas experiencias, pero en mi caso y en el de muchas artistas, al volcarnos en nuestro trabajo encontramos un camino para expresar lo que nos rodea”.

En el centro de su creación está la mujer, el universo femenino en su infinita complejidad. La serie Mujeres Perfectas, en la que trabaja actualmente, “emplea objetos que tradicionalmente utilizamos para nuestros quehaceres”, explica.

Toma en sus manos lo que ha dejado de ser un simple delantal. “Dotados de concepto artístico, convierto estos objetos en obras de arte; puede ser una vestimenta, una prenda preciosa a través de elementos de decoración, de elementos femeninos, al tiempo que represento sobre ellas diversas escenas o motivos que tienen que ver con la situación que estamos viviendo”.

En la habitación que sigue, y que se aleja de la calle, presenciamos la danza de lo figurativo de las más diversas formas femeninas… En esta pintura, la mujer como fuente de la atracción masculina, ejerciendo sobre el hombre la seducción más demoledora… En esta otra, los sitios e imágenes donde deposita el credo y la esperanza; “Mírala aquí, asumiendo sus desafíos habituales”, Lisset señala otro lienzo.

“En estos momentos estoy preparando una exposición personal”, anuncia, y pone en palabras, ante mí, la esperanza de que se materialice pronto el proyecto. “En esta etapa de confinamiento y aislamiento a causa de la Covid-19, cada pieza de esta muestra guarda relación con lo que está pasando, con lo que está viviendo la mujer en momentos como estos.”

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Pieza integrante de la muestra expositiva en la que trabaja la artista de la plástica Lisset Pérez Castro.

Desde un reducido balcón interior, un pequeño — tendrá alrededor de seis años —, demanda su atención. “Allá arriba está mi taller, un poco desordenado, o mejor dicho, ordenado a mi manera”. Me invita a un echar un vistazo y aún halla el modo de complacer a su hijo.

No sé qué atajos domina, qué rutas del espacio-tiempo conoce para sacarle tanto provecho al día. “Además del trabajo creador, como jefa de la especialidad de Artes visuales en la Escuela Provincial de Arte Benny Moré, he tenido una estrecha interrelación con alumnos y profesores”. Lo menciona como al azar, sin que una nota de cansancio le doble la voz.

“Hemos mantenido un vínculo, ya no presencial, pero sí a través de las redes sociales para así dar seguimiento profesional al trabajo”.

Lisset es única y plural a la vez; cuando se asoma al mundo, en sus ojos se acumulan cientos, miles de miradas; las de otras, como ella, mujeres pincel, que defienden desde el arte su identidad.

“Provengo de una familia de artistas y siempre me han enseñado estos valores; nuestra cultura, nuestras raíces. Debemos ser capaces, desde nuestras maneras, de defenderlas, de hacer que prevalezca aquello que nos distingue como cubanos, como cubanos agradecidos de lo que somos. La mejor manera de reflejar esta convicción es creando, trabajando con la verdad, mostrando en nuestra obra que el arte suele ser revolucionario, y que nuestro arte va de la mano de la historia de nuestro país. Eso es esencial”.

Y se pierde hacia el fondo de su hogar para reaparecer luego invitando a una ronda de café; cubanizando aún más la tarde, en este espacio suyo que es estallido de colores y danzar de contornos femeninos; allí donde (re)crea, desde la realidad más diversa, el trazo íntimo de su imaginario personal.

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