“Lo que he hecho es cultivar el alma de muchos”

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Quería estudiar Medicina. Llegar a conocer los entresijos del organismo humano, vestir bata blanca, curar. Era su anhelo durante la adolescencia. Acaso, sin saberlo, su verdadera vocación estaba en el servicio a los demás, sin que importara demasiado la profesión. Quizá por ello no titubeó cuando el curso de la vida la llevó por derroteros distintos a los soñados, pero igual de desafiantes. No sería en el ámbito sanitario donde volcaría la entrega, inteligencia y esa insaciable sed de conocimientos que la caracterizan. Las puertas de la Educación se abrieron de par en par para la Dra. en Ciencias Pedagógicas Adalia Lisett Rojas Valladares y por ellas entró para labrarse, paso a paso, un camino memorable.

Cuando estaba en la Secundaria tenía inclinaciones por la Medicina, pero en esos años había carencia de docentes en el país y los militantes de la Juventud debíamos cumplir tareas. Entonces dije: ‘está bien, ingresaré en el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, pero voy a optar por la carrera de Biología’. Así lo hice, matriculé en esa especialidad que adoro, y fui muy feliz, porque me llevó a satisfacer mi necesidad de conocimiento en esa área”.

Sin embargo, una vez graduada, no fue la Biología la materia que marcó tu vida profesional.

Sí. Yo había sido alumna ayudante en los dos últimos años de la carrera. La perspectiva era que me quedara de profesora en la Unidad Docente que teníamos aquí del Pedagógico Félix Varela, de Santa Clara, donde había estudiado. Pero no había plaza en el departamento de Biología y me ubicaron en el de Pedagogía/Psicología. Eso fue un poco fuerte para mí, pues tuve que reorientar mi preparación. Imagina, era el año 1981 y no existía entonces la carrera de Psicopedagogía, por lo que necesité estudiar mucho para poder incursionar en esas áreas.

Comencé por impartir Pedagogía, Psicología, Fisiología del Desarrollo (¡y ahí me sentía súper feliz!). Luego, trabajé asignaturas más ligadas a mi perfil: Fundamentos de Pediatría, Anatomía, Fisiología y Patología Humana. Me sentía como pez en agua. Pero fui afianzándome en las áreas de Psicología/Pedagogía, a las cuales he dedicado prácticamente toda mi vida profesional”.

Pero la Biología no quedó relegada, ¿verdad?

No, una siempre va integrando los conocimientos, lo he hecho dondequiera que he trabajado. Pienso que esa formación de base en Biología me creó un sistema para poder después comprender otras disciplinas, otras áreas, porque todo proceso tiene una base fisiológica. Creo que fue muy bueno para mí”.

En efecto, ese cúmulo de saberes ha resultado valioso para Lisett a lo largo de su carrera, como sucedió mientras cumplía una misión en Ecuador, cuando le tocó impartir la asignatura Bases Fisiológicas del Aprendizaje.

Nuevos panoramas, nuevos desafíos

Durante una década esta incansable educadora integró el claustro del “Félix Varela” en lo que primero fue Unidad Docente y luego Filial. Más tarde llegó la integración a la Universidad de Cienfuegos y eso representó otro instante crucial en su devenir laboral.

Siempre digo que tuve dos momentos importantes en mi formación: primero, los diez años que permanecí en el Pedagógico Félix Varela. Esa fue mi escuela. Fue determinante el tiempo que estuve con esos profesores, quienes me enseñaron y hoy son autoridades académicas de aquella Universidad. Eran mis jefes y compañeros de departamento y a ese colectivo agradezco enormemente mi formación como profesora universitaria. Después, está el momento de la integración a la Universidad, que también me ayudó muchísimo, pues empezamos a ver cosas diferentes”.

No lo sospechaba, pero entonces la aguardaban otra vez nuevos desafíos. Uno de ellos apareció en el año 1993, cuando le pidieron ir para la Facultad de Primaria, pues iba a abrirse la Licenciatura en Educación Preescolar y le habían propuesto que asumiera como jefa de esa carrera.

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Yo no sabía absolutamente nada de esa especialidad, ni imaginaba qué era. En Cuba nunca se había estudiado Educación Preescolar en curso diurno. Se lo comenté al decano y él me dijo que debía empezar por conocer al Círculo Infantil. Me organizó una plantilla de desarrollo en uno de ellos. Acostumbrada toda la vida a ser profesora universitaria, creía que me iba a morir. Allí pasé seis meses y la directora me fue instruyendo en lo que necesitaba saber. Ello me llevó a admirar y respetar mucho a los docentes de esa enseñanza”.

Lisett estuvo al frente de esa carrera por varios años, hasta 1997. En aquella etapa la tenacidad de esta mujer se puso a prueba una vez más. Fiel a sus ansias de superación, no se limitó a dirigir, sino que se involucró en dos asuntos complicados desde el punto de vista profesional: un doctorado, dirigido por la Universidad de Oviedo, en España, y una maestría en Educación Preescolar. “Hice la maestría porque no concebía que fuera a dirigir una carrera de la que no era especialista. Resultó muy importante en mi vida, pues fui abriéndome hacia otras cosas”, comentó sobre tamaña decisión.

Fidel, una escuela, una visión

Más de 20 años ininterrumpidos en funciones como cuadro, aun fuera de Cuba, marcan la hoja de vida de esta educadora cienfueguera. Decana de la Facultad de Educación Infantil desde la constitución del Instituto Superior Pedagógico Conrado Benítez, en el año 1997, hasta 2001; rectora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas, de 2009 a 2014; y la labor a la cabeza de un Centro de Formación de Docencia, en Ecuador, se añadieron a su experiencia como dirigente. Pero, sin dudas, el desempeño al frente de la Escuela de Formación Emergente de Maestros Manuel Hernández Osorio, creada por idea del Comandante en Jefe Fidel Castro, rutila entre sus vivencias más gratificantes.

Cuando Fidel decide fundar este tipo de centro aquí en Cienfuegos, yo estaba liberada debido al doctorado, pero me designaron para esta nueva responsabilidad. Fue algo inesperado, tomar la decisión de dirigir un programa de la Revolución, aun cuando yo tenía mi proyecto de vida profesional, que era defender mi doctorado en 2002, me cambió mucho la vida, tenía mucha incertidumbre, no podía darme cuenta de hacia dónde iba, qué cometido iba a asumir”, expresó.

¿Cómo fue tu encuentro con Fidel?

Fue en 2001, el 27 de septiembre. En esa fecha quedó inaugurada la escuela. Ese día, cuando me vi al lado de Fidel, te puedo asegurar que pensaba que no era yo misma. Era tan difícil, increíble, verme tan cerca de él, aquello de consultarme detalles, dejar que yo decidiera algunas cosas, y me empezó a hacer preguntas… Yo me sentía muy insegura, aunque me había preparado. Una anécdota: él me preguntó por el nombre del mártir de la escuela y su vida. Le expliqué que había sido de la guerrilla del Che y él me dice: ‘pero yo no recuerdo a ningún Manuel Hernández Osorio… no sé si tendría algún nombre de guerrilla’. Y yo le digo: ‘sí, tenía uno: Miguel’. ‘Ah, bueno, entonces sí sé quién es’, contestó el Comandante, con una sonrisa. Creo que lo hizo para probarme. Fue un momento lindo en mi vida, inolvidable”, rememora con orgullo Lisett.

¿Qué otros momentos bonitos atesoras de ese período en la Escuela de Formación Emergente?

Esa etapa fue muy compleja. Teníamos la misión de transformar a los alumnos; desgraciadamente, no siempre allí iban buenos estudiantes. Pero tengo la satisfacción de que todos los que llegaron se convirtieron en buenas personas. Recuerdo que alguien me dijo: ‘Lisett, yo creo que esta escuela es capaz hasta de hacer de una piedra una flor’, en el sentido de que estudiantes que en otros centros no eran tan buenos llegaron a ser excelentes profesionales porque, como programa de la Revolución, tuvieron la oportunidad de estudiar otras carreras y hoy se desenvuelven en áreas como Comunicación Social, Psicología, Sociología, Derecho…

Los momentos más lindos fueron precisamente esos. Pienso, como dice mi hijo menor, que mi medalla está en el compromiso de todos los profesores con el trabajo, que era duro, y en el reconocimiento de los estudiantes, que me ven y me dicen: profe o directora. Cuando ves que dejas esa huella, esa imagen en tus alumnos, eso te da crecimiento personal y profesional.

La escuela era un proyecto pedagógico ideado por Fidel, donde lo que valía era creer en la posibilidad de transformación del ser humano, en su educabilidad, en comprender que toda persona tiene muchas potencialidades y lo que se necesita es trabajar a partir de ellas. Fidel lo decía: ‘ningún joven se cae solo; es la propia sociedad quien lo derrumba’. Y esa fue una máxima para nosotros, transformó hasta mis modos de actuación como cuadro en la dirección de procesos de formación de maestros”.

Llevas casi cuatro décadas de bregar en ese camino. ¿Qué se siente al cabo de tanto tiempo?

Soy feliz por eso. Desde que empecé como profesora hasta rectora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas, lo que he hecho es eso: cultivar el alma de muchos para que puedan crecerse y ser buenos profesionales de la Educación, una profesión que requiere de personas con convicciones, buenos valores y conocimientos que les permitan influir en los demás”.

La perseverancia, la pasión por la investigación y el apoyo incondicional de la familia han sido los más fuertes asideros de esta educadora en su recorrido por la profesión. No de balde atesora, entre otros reconocimientos, el de Educadora Destacada del Siglo XX en Cienfuegos.

Lograr la defensa de la tesis de doctorado cuando muchos lo creyeron causa perdida; transitar en poco tiempo por las categorías docentes de Profesor Auxiliar a Titular gracias, entre otros méritos, a los resultados de las investigaciones y las publicaciones; fungir durante quince años como delegada a la Asamblea Provincial del Poder Popular, hablan de la tenacidad y constancia con la que esta educadora cienfueguera deshoja sus días. Conversar con ella es adentrarse al mundo de una persona sensible, de palabra diáfana, que ama, sobre todo, la honestidad.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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