Ley Helms Burton: el galope conservador

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El 2 de mayo la noticia comenzó a conectarse con los principales titulares de los medios de comunicación digitales e impresos. Incluso se convirtió en tendencia en las redes sociales, y la opinión pública se movilizó a partir de abreviadas etiquetas virtuales. Lógica reacción al considerar que después de 23 años, la Ley Helms-Burton dejaba la zona de amenaza para convertirse en acción contra Cuba.

Ese día, bajo la lluvia, se hizo oficial por parte de representantes norteamericanos la entrada en vigor del Título III de la normativa, el cual respalda que cualquier ciudadano estadounidense que hubiera estado afecto por expropiación de activos fruto del proceso revolucionario cubano, ejercite ante tribunales norteamericanos acciones frente a las personas físicas o jurídicas que trafican —utilizando el literal de tal norma— con tales bienes.

Las políticas nunca nacen de tejidos muertos, sino de la memoria histórica de ese propio tejido. Por ello para adentrarnos en esa carga semántica-genética del cuerpo legislativo resulta oportuno rebuscar en las visiones de intelectuales que han investigado el pasado entre las relaciones Cuba-Estados Unidos.

“Hay que tener en cuenta que ante la opinión pública mundial la ley le devuelve a los ‘pobres’ dueños sus propiedades en la Isla, quienes han sido afectados durante décadas. Es un pretexto banal que va contra el pueblo cubano, no contra el gobierno (…) Hay varios ejemplos en Cienfuegos de espacios que ahora tienen un fin cultural o social: la casona donde está el Fondo de Bienes Culturales era de la familia Tito Urrutia, casado con una hija del comerciante español Galo Díaz de Tuesta de los ultraconservadores voluntarios. Igual pasa con el Museo de las Artes y los Oficios, antiguo Palacio Ferrer, que era de los Cacicedo (…) Si en un lugar del mundo estaba concentrada la propiedad y el poder era en Cuba. Aquí no existía la clase media, esa clase media que en Estados Unidos funciona y que allí tiene una impronta y que una parte mayoritaria está en contra de normativas como la Helms-Burton, aquí no la había en el periodo republicano”, explica en los primeros momentos de la conversación Orlando García Martínez, historiador y presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) en Cienfuegos, estudioso que desde hace varios años investiga sobre la historia local y ha publicado varios textos que reconstruyen épocas pasadas.

Para él la entrada en vigor del capítulo III de la Ley Helms-Burton constituye el reflejo histórico de los sectores más conservadores, más cercanos a una visión de país que nada tiene que ver con los intereses del pueblo cubano, desde sus orígenes y nacimiento.

Nick Gutiérrez, uno de los abanderados y defensor de la ‘Helms Burton’, es uno de los descendientes de Nicolás Castaño Capetillo, una de las figuras que en la historia de Cienfuegos expresa con arraigo el españolismo y quien fuera uno de los comerciantes del siglo XIX que se apoderó de las riquezas de este país, con la ayuda de las autoridades metropolitanas. Incluso está documentado históricamente su petición a Valeriano Weyler de que llegara a Cienfuegos durante la guerra del 95 para aplicar sus métodos de reconcentración. Hablamos del sector de la sociedad cubana que expresa todo lo contrario al ideal de nación del pueblo de Cuba.

“Ellos están proponiendo un pensamiento conservador que tiene sus raíces en aquellos españoles que se opusieron al ideal de nación cubana y que después se aliaron a los peores intereses norteamericanos, porque no todos los intereses norteamericanos son partidarios de una Ley Helms-Burton. Para los que conocen la historia de Estados Unidos, un país paradigma también en algunos sentidos y así lo afirma José Martí en sus textos, saben que esas ideas parten de una minoría atada a un pasado conservador”, agrega García Martínez.

Para poder ser demandante, la propiedad debe tener un valor igual o superior a los 50 mil dólares según la ley y, de acuerdo con medios oficiales de Estados Unidos, a partir de los casos de ciudadanos y empresas de su país, estimados a acogerse a esa ley, la compensación llegaría a la cifra de mil 900 millones de dólares que con los intereses de hace 60 años asciende a 8 mil 521 millones.

“Hoy hablamos de cubanoamericanos que hablan de derechos humanos, pero no creen en ellos. De los que piensan en sus intereses individuales bajo el principio falso de fomentar una nueva Cuba, pero ¿cuál Cuba? Aquella donde las riquezas estaban divididas entre cuatro personas. Los que conocen la historia, y lo repito con intención, no les puede asombrar estas noticias. Basta con hojear el periódico La Correspondencia, de expresión conservadora, para saber cómo pensaba el padre de este Nick Gutiérrez que se llamaba Nicolás Gutiérrez y que estaba casado con una hija de los Castaño, esta otra familia eran dueños de dos ingenios, entre los principales cafetaleros del Escambray y los seis ganaderos del país.

“Lo que se esconde detrás de todas las medidas es retrotraer a la Cuba del 58, donde estas figuras eran cómplices de cuánto sucedió en los años de República bajo la sombrilla norteamericana. El sector más conservador de la sociedad cubana es quien fundamenta esta normativa, el batistiano que está imbricado por factores económicos.

“La raíz de la élite de poder en Cuba es hispanocubana, no es cubana. Los monopolios norteamericanos no pudieron desplazar los grupos de poder hispanocubanos en Cienfuegos, a los Castaño, Torrientes, Cacicedo, Diaz de Tuesta…, porque tenían tanto dinero como ellos y lo que lo hicieron fue imbricar sus intereses”, enfatiza el historiador.

Ya varios socios comerciales de La Habana expresaron su inconformidad con la activación del mencionado título y amenazaron con recurrir a la Organización Mundial del Comercio (OMC), así fue el caso de Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad; y Chrystia Freeland, ministra de Relaciones Exteriores de Canadá. La posibilidad de resolver las diferencias en la OMC sería la opción más inmediata y eficaz que tendrán los países, empresas y personas afectadas por el carácter extraterritorial de esa política estadounidense.

“Hay que meterse por dentro de los procesos históricos para entender la naturaleza de estas políticas. La aplicación del capítulo III lanza un mensaje claro: no se permitirá una Cuba independiente, solo una Cuba que responda a los intereses de la doctrina Monroe”.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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