Legado de la Loynaz, jardín de flor eterna

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El 23 de abril de 1616 murió Miguel de Cervantes y Saavedra, por eso es el Día Mundial del idioma español. Confieren premio homónimo a escritores españoles e hispanoamericanos, cuya obra haya contribuido a enriquecer de forma notable el patrimonio literario en nuestra lengua. Dulce María Loynaz, fue la primera mujer de América en recibirlo, durante 1992.


Luego de transcurrir siete décadas de su vida, fungió como directora de la Academia Cubana de la Lengua. Allí, en su casa, sede entonces de la honorable institución, impartió conferencias, de por sí magistrales, como las dedicadas a Julián del Casal, al filólogo Andrés Bello, al académico José de la Luz León y a la poetisa uruguaya Delmira Agustini. En 1981 le otorgaron la Distinción por la Cultura Nacional y en 1983, le entregan la medalla Alejo Carpentier. Vale destacar que ese escritor cubano fue el primero del patio en recibir el premio Cervantes en 1977.

Durante 1987 le adjudican a la Loynaz el Premio Nacional de Literatura; esa noche en el Palacio del Segundo Cabo, en un bello discurso, declara: “Espero que comprendan mi emoción: Es un lauro cubano, y me lo ofrece mi país para demostrarme que aun en medio de mi clausura voluntaria o involuntaria, no se me había olvidado”

El 20 de agosto de ese mismo año, el Consejo de Estado de la República de Cuba le concede la Orden Félix Varela de Primer Grado.

Azares concurrentes dieron pie a la resurrección de la escritora, tras muchos años de naufragio interior. En la nueva etapa autorizó al periodista y escritor pinareño Aldo Martínez Malo a publicar su autobiografía novelada Fe de vida (cimentada en la existencia de su segundo esposo y mentor Pablo Álvarez de Cañas). A Aldo con mano firme escribió:
“Cuando terminé de escribir estas páginas, expresé mi deseo de que solo se conocieran cuando yo hubiera cumplido noventa años o después de mi muerte. Cumplida una de mis condiciones expuestas, accedo a la solicitud de publicarlas.

“Por aquella época pensaba que solamente me quedaba por sentir una emoción: la de la muerte. Estaba equivocada porque la vida depararía nuevas sorpresas. Así, han construido motivos de alegría, la acogida que los lectores han dado a mis libros al publicarse por primera vez en nuestro país, y también las demostraciones de respeto y cariño en las ocasiones en que me han conferido un premio, ya sea en Cuba o en España”.

Fe de vida, autobiografía de marras no es un libro vanguardista, no se anticipa al realismo mágico, como Jardín; tampoco contiene la erudición y el magistral dominio del idioma como Un verano en Tenerife; es otro estilo, más sencillo, sin regodeos.

Dulce María murió el 27 de abril de 1997, y nos cabe el honor de que durante los últimos años de existencia dedicara su pujanza a dar lustre a la lengua castellana, pues erguida sobre sí misma demostró sus palabras: “Cuando llaman el deber y el amor a la patria se impone la hija del soldado”

Este 23 de abril, Día Mundial del idioma español, fulgura el legado de Dulce María Loynaz, tal como su paradigmática obra Jardín, su acervo deviene musa inspiradora de fértiles plumas, para multiplicar vergeles de sabiduría y poesía, resplandecientes para siempre con el aura de Cervantes.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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