Lázaro García, de Jaguar a Trovador

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Hace algún tiempo platiqué con Lázaro García Gil, sin duda uno de los grandes exponentes de la canción cubana en estos tiempos. Miembro del movimiento de la Nueva Trova, con su música nos acostumbra a una mezcla en la cual poesía y música se confunden como un todo único. Sus obras afloran silvestres, como su segundo nombre, por la espontaneidad y pertenencia propias de su condición de artista cubano.

Gracias a su talento y genialidad recorremos musicalmente sentimientos puros y diversos, desde recuerdos de la niñez, el amor y las nostalgias hasta la veneración por nuestra historia nacional y local, partes de su arraigo a esa “cienfuegueridad” que es parte de su identidad personal y artística.

Este 31 de diciembre celebra su llegada al mundo, acaecida en 1947. No hay pretexto mejor que este para compartir el fragmento de un diálogo entre amigos.

¿Recuerdas la primera canción que compusiste?

¡Uf!, no me acuerdo ni quisiera acordarme, pero (SONRÍE) empecé como a los once años al calor del filin, y de las baladas, a hacer canciones y me salieron algunas melodiítas, ahí, más o menos, pero ¡horribles en los textos sobre todo!, demasiado manido…

¿Las letras?

Yo me encontré con la poesía un poquito, no tarde, pero sí un poquito después de la primera juventud y no me tomo en serio aquellas cosas que hice hasta después que regresé del Servicio Militar, cuando tendría a la sazón unos veinte años y me reunía mucho con un grupo de intelectuales que había aquí en Cienfuegos, se denominaba Tercer Mundo Siglo XX y ahí estaban Ricardo Llaguno, Andrés “Chucho” Ugalde, Luis Ramírez, Osvaldo Navarro, Valiño, Pedrito de la Hoz, Juan Cañellas. Yo estaba, paralelamente a mi actividad con Los Jaguares, a mí me encantaba hacer las canciones de Pablo, Silvio, aparecía Serrat y a mí me encantaba eso, en ámbitos familiares, y algunas cositas que yo iba haciendo me fueron inclinando hacia la poesía, entonces me decían “tú tienes la música muy bonita, pero los textos debes mejorarlos”, y me enseñaron a leer poesía, a aprehenderla, ¿no? Así empecé en Martí, Guillén, Villena, y aquello fue embrujador, me adentré en la Generación del 95, Miguel Hernández y sin darme cuenta me fui cuidando más en los textos que hacía en las canciones.

La Nueva Trova ya existía.

Esto va caminando junto con la aparición de la Nueva Trova, y una vez que ya hacía unos que otros pininos literarios, aparece la Nueva Trova, me invitan a Manzanillo y descubro un mundo, el que yo quería, desde el punto de vista creativo, que era un pensamiento musical con inquietudes sociales y poéticas. Ahí empecé a encontrarme a mí mismo y a oír y conocer gentes de otros lugares que tenían esas mismas inquietudes, con vuelos tremendos como Pablo, Silvio, Vicente, es cuando un poco me voy despegando de las cosas más populares y me voy inclinando más hacia la canción pensante o con cierta preocupación poética.

Lázaro, una pequeña digresión acerca de Los Jaguares, porque ellos marcaron una generación de jóvenes.

Los Jaguares, sin duda, y lejos de apenarme me siento orgulloso porque era un grupo con un nivel técnico muy bueno, sobre todo las voces, preciosas, y también aquello fue un poco coyuntural, tú sabes que los Beatles estaban un poco… un poco no, estaban prohibidos, sin embargo, ellos buscaron una manera versionando a los Beatles en español. Es bueno decir que Los Jaguares se forman en 1967, yo estaba en el Servicio Militar, pero a principios del 68 me van a ver para cuando me licenciaran en abril, ingresara. Eran cuatro y yo sería el quinto jaguar y a mí el trabajo de ellos me encantó; estaba Vilo en la guitarra, que era el director, él tenía un concepto armónico muy rico, tocaba una buena guitarra y era un excelente músico, además una maravillosa persona. Allí me comprometen y cuando yo oía esas versiones que al principio no lograba ubicarlos en mi estética, en mi “guajirada”, pero en la medida en que fui ahondando y oyéndolos, aquello fue una cosa nueva aplastante. Y tan es así que hay un antes y un después en la música popular con los Beatles. ¡Y qué bueno!

Fuiste director de ese grupo.

Los Jaguares me abrieron puertas en varios sentidos. Vilo, muy amablemente me cede la dirección, en el Servicio Militar estuve en la Banda de Música, vino más cepillado en cuanto a Teoría y musicalmente me era más fácil armar el muñeco que a Vilo, y él muy desprendidamente me pidió que dirigiera. Yo le dije que él tenía unas condiciones naturales tremendas y que yo lo apoyaba, pero bueno, asumí la dirección musical de Los Jaguares y seguimos, incluso nos fuimos más allá de los Beatles, empezamos a hacer cosas de Blood, Sweat And Tears, “Sangre Sudor y Lágrimas; The Carpenters, en la misma medida porque hay que ser honesto, que para mantener la aceptación de la juventud teníamos que montar Globos Rojos, Anduriña y las cositas que eran más sencillas que nos mantenían en el rating, y nosotros éramos muy jóvenes, y nos gustaba también, y les gustaba a las muchachitas, y en fin, un poco que hacíamos dentro de Los Jaguares como que dos trabajos en uno;sonábamos todas esas cosas de Los Mustang, pero incluíamos cosas de Los Beatles, de los Five Dimension, como para “dar un recado” de que hay cosas de calidad y que también pueden ser populares.

Pienso que existió un momento, una especie de punto de giroo proceso transicional de aquella música tan popular a otra más comprometida, ¿cuándo y cómo fue?

A la par iba mi vida como compositor y como intérprete, y ya aparecía Serrat. Yo monté con Los Jaguares, que fue un suceso, en el hotel Jagua, La era está pariendo un corazón; se le hizo un arreglo vocal, arrancaba con Débiles y poderosos, una pieza clásica norteamericana, que me parecía que tenía mucho con el mensaje de la canción, y resultó aquello, la gente lo asimilaba. Fue una forma tremenda, y así fui llevando a Los Jaguares hacia una calidad que a veces se distanciaba del populismo, o de la popularidad, pero me interesaba llevarlo a mi ámbito. Como llevaba una vida paralela de compositor cuando apareció la Nueva Trova, llegó un punto en que Los Jaguares se van como en disolvencia o un “crossfade”, como tú dices en radio, y los atrapó cuando se requería desarrollar la Nueva Trova como organización. Yo atendía Las Villas que entonces era nuestra provincia, todavía no estaba establecida la nueva división política-administrativa, y eso requería de un respaldo musical. Ya teníamos el antecedente del Grupo de Experimentación Sonora, aparecieron los grupos Manguaré y Moncada, y quise sumar a Los Jaguares, y con algunos instrumentistas formamos el grupo de la Nueva Trova de Las Villas que devino después. Saltando el tiempo, cuando ya Cienfuegos fue provincia, con los que músicos quedamos de Cienfuegos que devino en “Septiembre 5”, reforzado con otros músicos, que se funda en el 77, justo cuando se cumplían veinte años del Levantamiento de Cienfuegos.

Creo que de este tema se ha hablado poco.

Ya era notable mi tendencia, también lamentablemente había muerto Viloen el año 70, todos esos acontecimientos me fueron llevando a buscar un espacio para el grupo, soy de los que creen el trovador requiere guitarra, pero un buen respaldo musical apoya y favorece mucho el mensaje.

¿Te acuerdas de tu primera guitarra?

Sí. Mi primera guitarra, en realidad, fue un tres que mi padre, ya un poco enfermo, me regaló. Yo tenía muchas inquietudes por cantar, y me la regaló como a los ocho años, cuando él muere yo tengo diez. Para mí fue un suceso, tengo una foto con ella, no sabía manejarla y no la pude utilizar. Mi padre se fue agravando y la situación económica familiar se fue deteriorando, y tuvo que venderla. Yo no sufrí aquello, pero ahora que soy papá y abuelo imagino lo duro que debió haber sido para mi papá privarme de mi primera guitarra. ¡Qué duro debe haber sido! Luego regresamos a Cienfuegos y un tío mío por parte de madre tenía otra guitarrita y esa fue mi segunda guitarra con la cual sí mis hermanos empiezan a trabajar y me logran pagar un profesor particular que cobraba cinco pesos al mes.

¿Quién fue tu profesor?

Tomás Sierra, ¡cómo no!, de la calle Argüelles entre Gloria y O’Donnell. Él era pianista de Loyola. Eran clases prácticas. Aquella guitarra era muy dura y cuando mis hermanos vieron que tenía mucho interés, que le echaba muchas ganas, ¿verdad?, me compraron una guitarra que me la hizo Vargas, en la fábrica que tenía en Punta Cotica. Más chiquita, adaptada a mí, yo tenía como once años y todavía los dedos eran pequeños. ¡Tremendo luthier! Quisiera recuperar aquella guitarra, caramba, pero la vendí; esas cosas que pasan, pues cuando se entra al Servicio Militar uno piensa que se acabó todo, y nada, cuando se enteran en la Unidad Militar de que toco guitarra y canto, pasé al movimiento de aficionados y bueno, ya después me hice de otra, la tercera, que en realidad más me duró.

Como trovador, ¿tienes idea de dónde termina el músico y comienza el poeta, y viceversa?

Ese es un gran dilema, es una bronca que uno tiene internamente cada vez que se plantea hacer una canción. Yo creo que la música también es poesía sin letra. Creo que una línea melódica cuando la armonizas es sugerente, te remite a un estado de ánimo, a determinados temas, experiencias vividas. La poesía como literatura pura es más directa. Creo que el éxito de un compositor es saber encontrar, matrimoniar el texto con la música, o sea, que se lleven bien, que lo sugerente de la música apoye lo directo del lenguaje.

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