Las normas deben ser respetadas en Cuba

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El cliente extranjero hablaba sin cesar dentro del local de la Cadeca de la calle San Carlos, de la ciudad de Cienfuegos. El encargado de velar por la entrada y permanencia de las personas en el sitio lo requirió de forma amable. El visitante, pese a su veteranía, se hizo el desentendido y continuó su monólogo con otro foráneo, quien solo asentía, sin hablar.

Ante un segundo e inevitable requerimiento de nuestro compatriota, respondió: “yo soy libre y puedo charlar donde quiera, en mi país no pueden tratarme así”. El sujeto mentía. Tanto en Europa, su continente de origen, como en cualquier lugar del mundo, existen protocolos de comportamiento para el universo bancario o de toda institución cuya labor conlleve transacción financiera. No solo no se puede hablar en alta voz; tampoco está permitido portar móviles encendidos, cámaras fotográficas, abandonar la caja de atención al cliente o sostener frente a esta conversaciones con otra persona que no fuere quien lo atiende detrás del ventanillo.

El intento de “metida de pie” del tan viejo como desvergonzado turista, sin embargo, probablemente pudiese hallar fundamento en la cantidad de normativas y reglas violadas de manera impune en nuestro país, cada día.

Pero, nunca es tarde para comenzar a hacer las cosas bien. Por eso -aunque apreció el desacuerdo de algunos visitantes y esa dañina “falsa solidaridad” de de otros-, le complació tanto al autor de estas líneas las disposiciones puestas en vigor en el Hospital Provincial Dr. Gustavo Aldereguía Lima, relacionadas con los tipos de vestimentas no admisibles (con toda la lógica del universo) para acceder a un centro de este tipo.

Según reza el cartel del pórtico, amplio y en caracteres bien visibles, a la institución asistencial no se permitirá entrar en shorts, camisetas, bermudas, chancletas u otras prendas propias para andar por casa, pero indignas para penetrar a un sitio donde se combate cada día por la vida, cuya labor precisa del máximo respeto. Los custodios deberán ser cumplidores reales de las normas entronizadas, puesto que sería muy desagradable verlas burladas, al continuar yendo a visitar a un ser querido o amigo a cualquier sala, mientras a nuestro lado haya personas descalzadas o con las axilas al aire.

A nadie que recibiera una buena educación formal en su hogar le resulta necesario que le recuerden esto, porque su sentido común (fruto de una herencia conductual heredada) le impedirá acudir a esta u otras instituciones medio vestido, o medio desnudo, según se mire. Pero la orientación, el cartel y la vigilancia del personal de seguridad sí devendrá pertinente para otros muchos, de los miles que transitan por nuestro Hospital a la semana, quienes o bien no recibieron dicha educación o bien se olvidaron de ella.

En EUA, el país más “libre” del mundo, esa “democracia” con la cual eyaculan tantos desinformados, existe el sistema de reglas más estricto e invulnerable del planeta. Lo sabe todo aquel que haya viajado allí. Nadie puede entrar a una institución en licra o en chancletas, nadie puede arrojar un desecho sólido a la vía pública (hasta la caca del perrito debe guardarse en bolsas), nadie puede deambular con equipos de música portátiles a toda voz, nadie puede arrojar un papel en la calle, nadie puede orinar frente a una pared a la vista de mujeres y niños, nadie puede irrespetar ninguna regla imperante: conociéndola o no.

Quienes allí lo hacen -muy pocos -, deben atenerse, según el caso, a la medida coercitiva de los guardias de seguridad de las instalaciones o de los agentes públicos del orden, que para eso están, doquiera. En ese país tampoco, salvo en casos notorios de abusos a ciudadanos afroestadounidenses u otros ejemplos agravados, nadie cuestiona a un policía por ejercer su función.

Y es que, si el policía no implanta rigor ¿quién lo va a hacer? Es una verdad que me queda muy clara, también para Cuba; más allá de que la ingenuidad utópica de alguien lo induzca a no compartirla. Por eso, entre muchas razones, la labor correcta y enérgica del policía es tan importante para el desarrollo de nuestra sociedad futura. Por eso su quehacer merece Aprobación, Gratitud y Respeto. Cada día más. Como también el de la red de custodios del país.

Un cartel similar al del “Gustavo Aldereguía” es apreciable en la Unidad Municipal de Trámites de Cienfuegos. Ojalá cada vez sean muchos más. Y, lo fundamental: ¡que los hagan cumplir! Y que nos solidaricemos con la parte que aboga por el orden; no con la que reniega de este. Porque esa que contradice le provoca demasiado perjuicio a Cuba, cometiendo aquí cuanto no le permiten en ninguna parte del globo y apostando por subvertir la tranquilidad, el orden, el respeto, las maneras civilizadas de proceder dentro de un entorno social.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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