Las cunas del abandono

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De que el mundo está patas arribas no hay la menor duda. Todos los días se leen noticias alarmantes en los sitios de Internet. Pero acaban de publicar una que raya con lo increíble. Vale la pena reseñarla. El titular es cruento: “La India habilitará cunas para que los padres abandonen a sus hijas en lugar de matarlas”, y el sumario advierte que “el Gobierno reconoce que puede fomentar el abandono, pero es mejor que eliminarlas”.

Cuando uno lee estas líneas se queda anonadado. No obstante hay más. La nota en cuestión informa que los feticidios y asesinatos causan “la desaparición” de ¡2 millones y medio de niñas cada año! Y argumenta que las cunas se ubicarán en todos los distritos del país para “acoger” a las pequeñas recién nacidas cuando sus progenitores no quieran criarlas y las abandonen, precisamente, en las áreas más desarrolladas y mejor alfabetizadas de esa nación, según reconoció en declaraciones a la agencia india PTN, Repuja Chowdhury, ministra de la Mujer y el Desarrollo Infantil.

Ese fenómeno, según reconocen las autoridades de ese estado, unido a la malnutrición, ha aumentado considerablemente la mortalidad infantil femenina, lo cual descompensa el equilibrio entre hombres y mujeres. La situación ha empeorado desde que en 2003 introdujeron en el sistema de Salud las ecografías, a través de las cuales se conoce con antelación el sexo del feto, lo que empuja a muchas ¿familias? a eliminarlo antes de nacer.

La nota dada a conocer este fin de semana agrega que para muchos padres el infanticidio o dejar morir a sus hijas “es preferible a pagar la dote a la familia del novio en el momento del matrimonio”, costumbre que aún se conserva en ese país, donde el hijo varón perpetúa el linaje, hereda la propiedad y cuida de sus progenitores en la vejez.

 

OTROS CIEN MILLONES…

A este fenómeno verdaderamente increíble para la humanidad más civilizada, se une el grave problema de los niños de la calle. Una gran parte de los infantes en el mundo ven cada día cómo la vida les pasa sin que cubran sus necesidades básicas. Ya se eleva a cien millones el número de pequeños que están privados de sus derechos elementales.

Un reciente informe de un organismo especializado da cuenta de que “ese fenómeno es fruto del imparable crecimiento urbano, la pobreza y la falta de alternativas. Algunos huyen de la violencia en su casa, otros se ven obligados a buscar trabajo porque sus padres no les pueden mantener”. Pero no reconoce que mucho tienen que ver las políticas gubernamentales y las desigualdades económicas cada vez más crecientes.

Nunca podré olvidar a la pequeña que en una noche fría de febrero, en la llamada Zona Viva (de distracción y esparcimiento) de la ciudad de La Ceiba, en el norte de Honduras, vendía chicles en un cajón ajustado a su cintura. Le pregunté por qué lo hacía, y su respuesta fue demoledora: “porque si no llevo 50 lempiras (unos 4 dólares al cambio en aquel momento) a la casa mi mamá, no me da comida ni me deja entrar a dormir”. Y la niña, de unos diez u once años, tenía en sus manos un billete de cien. Se le veía nerviosa. “Ese gringo que está allí me los dio pensando que eran diez… ¿qué hago señor?”. En ese momento estuve en la disyuntiva de darle una lección de dignidad y honor o de decirle que se fuera y no volviera por allí. Opté por la segunda, en contra de mi formación y mis convicciones. El rostro hambriento y de miedo de la pequeña no admitía otro consejo.

Como a ella, vi y conversé con muchos otros. Unos limpiaban zapatos y amortiguaban el hambre con lo poco que ganaban inhalando Resistol (pegamento); otros recogían basura detrás de los carros, los más limpiaban parabrisas y vendían caramelos, y algunas estaban ya en el mundo de la prostitución, sin apenas levantar tres cuartas del suelo. No tenían presente ni futuro.

El mundo, no hay dudas, está patas arribas, y en la cúspide, al borde de un precipicio, millones de niños y niñas, quienes podrían sostener mañana el peso del planeta, pero no tendrán ni fuerzas ni vida para ello. Pobres hijos de nadie.

Por suerte, Cuba es la otra cara de la moneda.

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

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