La teleficción sajona: anverso y reverso de un fenómeno audiovisual (IV Parte)

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También cohabita en la teleficción estadounidense de este siglo la pajuza, el bluff, la sobresaturación del blanco argumental policía/médico/abogado y el relleno típicos de un negocio semejante al de la televisión norteamericana: ese Hollywood en pequeño que mueve millonadas anuales.

Ahí cabrían materiales cuyo nivel oscila entre la discreción y la bastardía, al modo de Miami Medical, Human Target, Spartacus, Fastlane, Hellcats, Bionic Woman, Nikita, Pretty Little Liars, Shit My Dad Says, Rookie Blue, No Ordinary Family, The Vampire Diaries, Hannah Montana, Shattered, Harry´s Law o The Pacific: ese cansino e increíblemente mal narrado acto de onanismo imperialista a la mancha de Steven Spielberg y su private Tom Hanks, quienes no ahítos de amor a la patria con Band of Brothers prosiguieron en la HBO su apología bélica pletórica de mendacidad/sustracción factual, mediante la considerada hasta la fecha producción más cara en la historia del serial televisivo, al frisar tal miniserie los 210 millones de dólares.

Ningún producto cultural producido en las factorías yankis dejará de sustentar posiciones ideológicas, de preconizar sus valores. E incluso cuando parezca que va de “denuncia” por regla solo embatirá contra cierta presunta estructura interna del sistema (“la Compañía” en Prison Break; “la División” en Nikita): ovejillas negras independientes que hacen poner mal a la Administración. Aunque en la Sala Oval siempre alguien le aconsejará al presidente darle luz verde a verdaderas máquinas humanas dispuestas a resolver el entuerto. Si no, que lo diga el agente Jack Bauer, prototipo-paradigma de cómo la televisión gringa hizo carne el discurso bushiano post 11-S.

Dicho personaje central, omnipresente, de la serie 24 (Robert Cochran, 2001-2010, FOX) salvará sin excepción a América de los terroristas: árabes, serbios…, e internos.

No representa esta pieza el mismo caso de The Pacific; se trata ahora de un rizoma modélico del peldaño evolutivo escalado en la narración televisiva, graficable aquí sobre todo a través de una labor con el ritmo y el tiempo real en verdad exquisitos, al menos durante algunas temporadas.

Como Lost, 24 sería referente inmediato de muchísimas otras teleficciones -también películas- en sus formas de fundir el relato y su trabajo con los planos temporales.

Pero el juguete catódico de lujo de la malthusianista FOX propugnaba abiertamente la dudosa filosofía moral baueriana de todo es posible contra el “enemigo”. Ironía en estado puro, el filósofo Slavoj Zizek consideró respecto al trabajo de super Jack: “Después de todo, mostrar reparos morales cuando la vida de millones de personas están en juego significa hacerle el juego al enemigo”.

(Continuará…)

 (Texto publicado originalmente en la revista El Caimán Barbudo)

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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