La teleficción sajona: anverso y reverso de un fenómeno audiovisual (III Parte)

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La profundización en la psicología del personaje, el diálogo chispeante (tanto que a veces exageran, al punto de extrañarse parlamentos más a ras de hablante tipo y añorarse la desactivación parcial de ese permanente foco rojo Gilmore de alarma verbal), la coherencia y meridiana delimitación de los conflictos o el seguimiento puntilloso de las líneas dramáticas añaden valor a la mejor teleficción estadounidense.

Esa nutrida de la vivencialidad del individuo o los conflictos de problemáticas familiares nunca mejor retratadas. Esa que vuelve ojos sobre el capítulo femenino (no en balde parte considerable de su audiencia), construye mundos reconocibles a través de un espesor cuasi literario, estructura subyugantemente ambiguos universos morales pero no moralina, configura tipologías humanas complejísimas, proteicos arcos dramáticos y ha dejado en la memoria audiovisual nombres o sitios ya míticos en el imaginario colectivo como Dale Cooper, Fox Mulder, Tony Soprano, Homero Simpson, Michael Scofield, Jack Shepard, Walter White, Jackie Peyton, Dan Draper, Hank Moody, Christian Troy, Dexter Morgan, Sookie Stackhouse, Rick Grimes, Sheldon Cooper, Nucky Thompson/ Wisteria Lane, Springfield, Charming, Neptune, Jerico, Stars Hollow, Seattle Grace Hospital…

Geografía de confluencia a través de los lustros más recientes de un grupo de talentos cuyos nombres evocan rango cualitativo, rigor a la manera de David Chase (The Sopranos), David Simon (The Wire, Treme, The Deuce), Shaw Ryan (The Shield), Alan Ball (Six Feet Under, True Blood), J.J. Abrams (Lost, Alias), David Milch (Deadwood), Matt Groening (The Simpsons), Trey Parker y Matt Stone (South Park), Chuck Lorre y Bill Frady (The Big Bang Theory), Ryan Murphy (Nip/Tuck, Glee), Matthew Weiner (Mad Men), Shonda Rhimes (Grey´s Anatomy)…, en los seriales televisivos el creador suele ser además productor ejecutivo y por ende tiene estimable cuota en tanto ente decisor.

Hecho el anterior que ayuda a explicar la osadía escritural de determinados materiales. La “caja tonta” no le hubiera hecho el mismo asco a Groucho de apreciar los registros ficcionales antes aludidos, pero tampoco de ver Battlestar Galactica, Carnivale, Rome, The Tudors, Lost, Flashforward, In treatment, Desperate Housewives, Nurse Jackie, The Walking Dead, Breaking Bad, Californication o Boardwalk Empire por citar algunos de mis títulos dilectos (reconociendo que varios de ellos no sobreponen el umbral de bien trabados productos de entretenimiento adulto, mas eso vale igual), dentro de una parrilla oceánica e inabarcable.

                                                      

(Continuará…)

 (Texto publicado originalmente en la revista El Caimán Barbudo)

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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