La sociedad puertas adentro

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Era una de esas tardes en las que deseas tener alas y la capacidad de moverte de un lado a otro sin el estorbo de tu limitada condición corporal. Uno de esos finales de jornada cuando regresas a casa con el cansancio a cuestas de un cuerpo que se debate entre muchos, demasiados, para ocupar un lugar en el atestado ómnibus.

Gritos, insultos, maltratos, ganaban terreno entre llamados a la cordura y la cooperación en el exiguo espacio de una “Diana”, alrededor de las cinco de la tarde. El agravio insano de una señora a otra, mucho mayor, por un perjuicio banal, vino a ponerle la tapa a aquel pomo, en cuyo interior bullía una de esas tormentas del proceder humano.

“¿Usted no cree que todo ese comportamiento de la gente en la calle es un reflejo de cómo anda la familia? Sí, porque a menudo criticamos esto o aquello, nos alarmamos ante ciertos desajustes en el comportamiento social… pero, ¿no es acaso el seno del hogar la primera estructura social en la cual nos desenvolvemos? Luego, cuando nos conducimos así, no hacemos más que irradiar los fallos en nuestra crianza, nuestra educación. La familia como institución está en quiebra, como consecuencia, la sociedad también lo está”.

El razonamiento de uno de los pasajeros y la conversación que siguió después, dejó a la reportera hundida en un mar de cavilaciones. Estaba en lo cierto ese señor: la familia constituye el trozo de ciudad, de nación, de mundo, más pequeño en donde somos y hacemos. Si algo se rompe allí, o nunca se construye, tiene resonancia en el exterior, en la sociedad.

Por espacio de casi media hora, el sujeto de marras contaba cómo durante su niñez había encontrado en el padre —un hombre sin largos estudios, pero con caudalosa sabiduría— el espejo donde mirarse y encontrar el reflejo de los valores que le inculcaba. “Ahora nos está faltando eso. Los padres se ocupan poco de transmitir a los hijos principios éticos y morales; de ahí luego esa conducta en la calle. ¿Cómo podremos arreglar lo de afuera si primero no enmendamos lo que está destrozado puertas adentro?”.

Reflexiones semejantes hacemos a menudo. Sin embargo, poco a poco nos vamos acostumbrando al resquebrajamiento de valores como algo inevitable y no reparamos en que la respuesta a esa rasgadura yace dentro de cada individuo, sin excepción. Porque con frecuencia esperamos demasiado de los demás, de la sociedad, de las instituciones, sin aceptar que las transformaciones añoradas, demandadas fuera, deben operarse primero en nosotros.

En ello lleva gran peso el ambiente familiar, pues es allí donde aprendemos a dar y recibir amor, a ser generosos, mostrarnos solidarios, ofrecer opiniones y respetar las ajenas, donde ganamos o perdemos la autoestima, donde adquirimos las herramientas para andar por la vida como seres hechos para vivir con dignidad y en armonía. Tiene razón aquel pasajero: la casa es nuestro primer pedazo de sociedad e iluminados por cuanto atesoremos en ella (sea malo o bueno) nos conduciremos afuera.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

Un Comentario en “La sociedad puertas adentro

  • el 7 mayo, 2017 a las 11:23 am
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    Excelente artículo! Dice el marxismo: crisis en el ser social genera crisis en la conciencia social. Cuba a cambiado mucho en cuanto a valores morales se refiere, ya nadie te recrimina ni en la casa ni en la calle hablar malas palabras o tener un comportamiento vulgar ( el mejor ejemplo de vulgaridad son los cocheros, principalmente los jóvenes) La revolución ha dado mucha instrucción pero muy poco de educación ( por qué antes del triunfo los analfabetos tenían mejor educación que ahora?) Esta cuestión se les va de las manos hasta a las propias autoridades, porque es la policía la que tiene que velar por el orden público (no por lo que llevas en una java ni sobre tus opiniones) de esta forma y con la ayuda de la escuela corregiremos a la familia deformada ya y ayudaremos a formar a las nuevas. Ah un anécdota: fui una noche a la discoteca Benny More y vino a dar el show el flaco de pateando la lata y de 10 palabras que vomito 11 fueron malas, realmente quedé en nunca más ver a quien le pago para que no me respete.. Gracias periodista, por tocar este tema y ojalá se le de continuidad pues la moral y el buen comportamiento lleva mucho tiempo formarla.

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