La semilla hecha árbol

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Precursor de un paradigma formativo-pedagógico de amplia dimensión, concebido para expresarse por la obra y la voz de un grupo musical de niños y adolescentes, el maestro Gonzalo Bermúdez logró consolidar en el tiempo un proyecto humanista, pletórico de bondad, nobleza y visión de futuro.

“Ismaelillo”, el grupo por el cual han transitado siete generaciones de jóvenes músicos cienfuegueros, cumplirá su primer cuarto de siglo el próximo 10 de octubre, fecha revestida de una obvia connotación histórico-política.

La conmemoración parecerá casi un símil de lo que ha practicado la agrupación desde su comienzo: no deslindar jamás arte de compromiso social.

Cinco lustros atrás, Gonzalo, un joven maestro proveniente de una escuelita rural en Abreus, comenzó el proyecto con niños con problemas de conducta y aprendizaje, cuyo vuelco de actitud fue tan considerable al incorporarse al grupo que motivó, incluso, la realización del serial televisivo “La semilla escondida”, de gran audiencia a lo largo del país.

¿Qué hay de continuidad entre el “Ismaelillo” original y el actual?

“La idea. Es la misma: la lucha por contribuir al mejoramiento humano, al logro de la estabilidad emocional en niños, adolescentes y jóvenes. Formar a hombres que en el mañana -continúen siendo músicos o no- sean personas de bien, útiles a su sociedad.

“Y lo seguimos haciendo a través del trabajo en su esfera volitiva, sus sentimientos. De cuando entran a cuando salen de “Ismaelillo” el cambio es de 180 grados. Los muchachos que ingresan al grupo hoy guardan, por lo general, semejantes características a los de las primeras generaciones.

“O bien acuden traídos por sus padres o por su gusto, pero casi siempre inmersos en dificultades, ya sea a punto de perder el grado u otro tipo de conflicto análogo. Cuando emprendemos las investigaciones, comprobamos que el perfil es similar al de antes”.

¿Es más fácil o más difícil educarlos ahora que un cuarto de siglo atrás?

“Antes era menos complicado, las relaciones humanas portaban un sesgo de candor o inocencia más marcado. No es que hayamos bajado la guardia en las escuelas y a través de otros medios, lo que ocurre es estamos ante un mundo tan convulso, donde tantos valores van en picada, donde se genera tanta presión externa sobre las personas, que eso de algún modo se refleja en el resquebrajamiento de la disciplina de los adolescentes y dificultiza el trabajo.

“No obstante, las perlas están ahí, al alcance de la mano. Tocan a nuestras puertas, y llegan a pulirse e inculcarles favorables patrones de conducta. Esa es la esperanza”.

Más de un centenar de niños y adolescentes han integrado el grupo a lo largo de 25 años.

Varios se encuentran hoy en Buena Fe, la orquesta de Manolito Simonet, la All-Star, Aliamen, el Coro Cantores de Cienfuegos y otras agrupaciones- Prueba de lo que dices es que tienes actualmente tres generaciones sobre el escenario al unísono. ¿Cómo te las arreglas, de qué manera se conforman los tres grupos, y bajo cual brújula establecen sus repertorios?

“Trabajando mucho, es la única forma de aprovechar el tiempo y llevar las tres agrupaciones a la vez.

“La séptima generación está conformada por quince pequeños entre nueve y doce años; la sexta, por nueve adolescentes, entre los 13 y los 16 años; y la quinta, también la componen nueve integrantes, pero ya jóvenes, con edades que oscilan entre los 17 y los 21 años.

“El grupo mediano es el taller, una especie de laboratorio o venero del cual se nutre el de los mayores. Todos, unos y otros, actúan e intervienen en actividades político-culturales donde quiera que se les reclame. Con un alto grado de compromiso, con un sentido de pertenencia histórica y de identidad nacional bien claros.

“En los repertorios se respeta la mayoría de los géneros musicales, confiriéndole prioridad a los ritmos cubanos. Vamos a la raíz de nuestras sonoridades, y sin descartar el influjo de la modernidad, eludimos bastante las fusiones y combinaciones tan en boga, al optar por la pureza genérica”.

Toda vez que los tres grupos son aficionados, entre los mayores tiende a producirse un éxodo que de alguna manera desarticula lo que costó tanto empeño gestar. Tengo entendido que emprendiste determinados esfuerzos en pos de que esa quinta generación, ya audicionada y todo, pueda profesionalizarse, y de ese modo, frenar el abandono. ¿Tuviste respuesta?

“Hasta ahora, ninguna. Y debe comprenderse que, a determinada edad, ya estos jóvenes adquieren responsabilidades que los impelen a percibir ciertas entradas financieras. Sin embargo, algunos hacen lo imposible por permanecer, así y todo”.

Eso certifica el amor hacia el grupo que les has sabido engendrar. ¿Qué otros rasgos consideras precisan asumirse al trabajar con los niños en el arte?

“Además de amor, como tú dices -que es el principal-, mucha voluntad, entendimiento hacia sus humanidades, dedicación total. A veces, ciertas cosas resultan difícil de entender por algunas personas: que, por ejemplo, un muchacho con algún problema toque a las 3 de la madrugada en tu puerta, y a esa hora te levantes a atenderlo y a compartir sus contratiempos”.

¿Qué ha significado “Ismaelillo” en lo personal?

“La concreción de un sueño, la realización plena de la labor como maestro. Nos ha hecho recorrer un amplio espectro en esta profesión, incursionar en disímiles vertientes educativas, abrirnos hacia posibilidades insospechadas.

“Mediante “Ismaelillo”, en algún modo, contribuyo a retribuir hacia las nuevas generaciones lo que recibí al ser formado por la Revolución”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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