La resistencia en Polo Viejo

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En las profundidades del Escambray, en Polo Viejo, la resistencia empecinada de tres hombres y una mujer con un niño pequeño, pudo más que el asedio y ataque de medio centenar de bandidos, capitaneados por Julio Carretero, asesino que después de causar víctimas mortales acostumbraba a dejar carteles en que decía:  “Los cogió la rueda de la Carreta” en sádica expresión que era como su firma.


Carretero era un ex-soldado batistiano, comandante luego de bandidos alzados en el Escambray, asesino del brigadista alfabetizador Manuel Ascunce Domenech y del campesino Pedro Lantigua que lo albergada en su hogar. También asesinó a casi toda la familia Romero, en otro crimen múltiple. Planeó el asalto a Polo Viejo para apoderarse de las numerosas armas que allí había en el cuartel de la Milicia y para eso unió a la propia a otras dos bandas de alzados contra-revolucionarios. Era la “flor y nata” del bandidismo escambradeño, los reunió y les dijo: “Hay armas para todos, lo que hay es que tomarlas. Esperar a que los hombres vayan a trabajar en un lote lejano de su pueblito”…  Era un buen plan, que comenzó a ejecutarse el  25 de enero de 1963.

A Polo Viejo lo rodea un mar de montañas que semejan las olas de un mar embravecido.  El río Ay interrumpe el camino que lleva hasta Limones Cantero y Condado. El Caburní se interpone por el sur, con rumbo a Magua y Trinidad. Una veintena de casas por donde corretean chiquillos y crecen las flores forman el pintoresco caserío en el corazón del Escambray. En las faldas y mesetas que lo circundan se recoge en abundancia el café y se dan excelentes pastos. Antes no era así. Antes perteneció  a un rico terrateniente de apellido Ponce que radicaba en Trinidad. Los serranos del lugar solían recordar aquel pasado diciendo: “Tanta tierra, tanto pasto, tantas vacas, tanta leche. y tanta hambre”. Pero con la Revolución triunfante vinieron las transformaciones y el poblado creció con otras viviendas y se le incorporó una tienda del pueblo, una escuela, médicos y enfermeras, y pasó a integrarse a una Granja del Pueblo y aquellos campesinos decían que. “comenzamos a tener lo que teníamos que tener”… Tuvieron también armas para defenderse como milicianos, porque por los alrededores había grupos de bandidos que cometían fechorías.  En la casa señorial que era de mampostería, se guardaron las armas, que eran rifles checos y metralletas, y se creó el cuartelillo de las Milicias.

El mediodía del ataque de los bandidos, estaban de guardia en el cuartelillo miliciano, el viejo Maximiliano García, en cuyo rostro se leían años de penurias y luchas, cada una de las cuales le marcó una arruga;  el administrador de la tienda del pueblo, Félix Pasos y el responsable de ganadería porcina, Julio del Sol.  Conversaban en el portal del cuartel cuando vieron venir corriendo a la vecina Petrona Ruíz del Sol, con su niño abrazado. Les gritó:

–  Los alzados están entrando al pueblo, acabo de verlos.

Y sin que nadie se lo indicara, la mujer dejó al niño en un rincón resguardado y comenzó a rellenar cargadores para las armas, como le enseñó a hacerlo Maximiliano que dirigió la defensa.

Cada uno de los hombres se parapetó tras una ventana y comenzó a disparar sobre los que ya atacaban. Eran las tres de la tarde y en el caserío apenas había hombres que estaban laborando lejos, y que salieron como siempre hacían en aquellos años duros:  llevando junto a los instrumentos de labor, su rifle miliciano.

Mientras el grupo mayor atacaba el cuartel, otros grupos daban candela a la escuela, la tienda, las viviendas.  Llegaron a la herrería y asesinaron al herrero, el español Fermín Rubín, que los encaró.  Encontraron a un miliciano desarmado, en su hogar, Eustaquio Calada,  y delante de la familia horrorizada lo mataron a balazos.  Entretanto, ante el cuartel de milicias, el bandido Carretero se desesperaba, porque no esperaba tal resistencia y envió un mensaje:

Les perdono la vida si se entregan.  Ríndanse porque no tienen posibilidades.

Entonces  el viejo Maximiliano  pronunció aquellas palabras  que lo consagraron “Padre de Polo Viejo”:

Aquí hay 26 armas y miles de balas, si las quieren vengan a buscarlas, si tienen, porque los comunistas no se rinden jamás.

Sobre las cinco de la tarde regresaron los granjeros que escucharon disparos amplificados en las montañas. Llegaron portando sus armas y disparando contra los bandidos que se escabulleron apresuradamente.

Hoy de los bandidos nada queda más que la memoria de sus crímenes que  cada uno pagó en su momento, unos en el campo de batalla, otros juzgados tras su captura;  y hoy todo reverdece en Polo Viejo. Renacieron casas, escuela, tienda, nacieron nuevos retoños en plantas y familias, los niños y niñas corretean entre flores, y se recuerda en las conversaciones y en las fechas propicias a los héroes y patriotas que defienden de muchas maneras el futuro.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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