La reinvención como desafío: el cabaret en Cienfuegos (II parte y final)

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¿Se puede erigir un cabaret atractivo y sostenible sin los cambios reclamados por la contemporaneidad? ¿Se alcanza a sobrevivir sin un estado de economía para las puestas o manutenciones productivas? En primera instancia, tenemos que volver a interrogarnos si estamos acometiendo el tipo de cabaret que debemos y podemos hacer; si contamos con el apoyo (no solo moral) de las instituciones turísticas o recreativas. No es lícita la comparación con los tipos al estilo del Parisién o Tropicana, que son líderes históricos del género. Los nuestros no poseen esa tradición, y hace mucho dejaron de ofrecer espectáculos creativos, siquiera al modo más clásico.

Partamos del hecho de que no se debe concebir el cabaret con la habitual mirada falocentrista, que busca en estas revistas mujeres semidesnudas, de cuerpo exuberante, muchas veces sin vigores para el baile, escogidas en los esencial por la gravidez de sus senos y glúteos. Mucho se ha reconocido la lucha por la reivindicación de la mujer en el arte y la vida, contra el uso comercial de la figura femenina como objeto sexual; empero, nuestro cabaret insiste en jerarquizar el voyerismo, en detrimento del talento. Igual ocurre con la elección de bailarinas negras o mulatas para danzar en las compañías, consintiendo los reclamos del turismo; incluso, sin poseer estudios académicos que avalen sus condiciones técnicas o experiencias que permitan asumir la diversidad de enunciados propuestos por el cabaret de vanguardia.

En este esquinero fue loable la contribución de Ernesto Sánchez Rojas, Premio Provincial de Danza en 2016, al cabaret Guanaroca del Hotel Jagua. Este aguzado coreógrafo de origen habanero, que destacara antes en el cabaret del Hotel Pasacaballos, se propuso transformar el estilo pasarela en espectáculo abierto a todas las expresiones dancísticas, incluso a la danza moderna. Puede decirse que Ernesto marca un giro en los modos de coreografiar las puestas, más centrado en el protagonismo del bailarín y la estilización de los vestuarios; si bien no abandona la sensualidad en sus figuras dancísticas.

Loable la contribución de Ernesto Sánchez Rojas, Premio Provincial de Danza en 2016, al cabaret Guanaroca del Hotel Jagua.
Loable la contribución de Ernesto Sánchez Rojas, Premio Provincial de Danza en 2016, al cabaret Guanaroca del Hotel Jagua.

Esta diversidad se extraña en los shows cienfuegueros, a veces preocupados por la espectacularidad de los trajes, como era habitual en Wilfredo Figueredo, otro cabecilla que se las arreglaba para suplir con copetes y plumas la medianía de sus no tan jóvenes bailarines. En cambio, supo bien aprovechar la calidad interpretativa de algunos cantantes y músicos de escuela. En verdad, Figueredo fue mucho más empresario que artista y se las compuso para entusiasmar con sus estética camp.

Cuando Ernesto decide laborar en el Parisién y Figueredo emigra, prácticamente se desarticulan los pocos reservorios para el oficio coreográfico del cabaret cienfueguero. Esta es una adversidad que aún no se ha resuelto. Los escasos graduados con formación se marcharon a otras regiones por falta de estímulo y apoyo institucional. Apenas sobrevive el perspicaz coreógrafo Bárbaro Montagne, otro exponente de la vieja escuela, que suele oponerse a los guiños y las hipersexualizaciones, tal vez obcecado con los caudales de la afrocubanía, no tanto por el burlesque y los vedetismos. Montagne hizo lo mejor que pudo, olvidado en el recinto del Costa Sur, un sitio penumbroso, ideal para alguna saga de Crepúsculo.

La inexistencia de bailarines académicos lacera las probidades técnicas, la tenencia de un físico amasado para lucir en el escenario y conseguir la elegancia en los movimientos, al tiempo que el vigor en la interpretación. Se han dado casos, como el bailarín amateur Maisel Pérez Tur, de excepcionales condiciones, pero son exiguos los memorables sin escuela. Por cierto, en algunas coreografías intervino en puestas no heterosexuales que aportan novedad en Cienfuegos, aunque desde los inicios (finales del siglo XIX) el cabaret contó con la presencia de la comunidad LGTB.

Cabaret Guanaroca del Hotel Jagua hacia 2008.
Cabaret Guanaroca del Hotel Jagua hacia 2008.

Por otro lado, los repertorios de los cantantes se ajustan a las posibilidades de cada cual para la tenencia de su propio background, muchas veces concebidos con recursos tecnológicos de dudosa calidad sonora; a lo que debemos sumar los deficientes transductores electroacústicos y sorpresivos micrófonos, que son la tortura de cualquiera. Pocas veces se utilizan orquestas en vivo, como ocurriera en muchos espectáculos del Tropisur, y los cancioneros redundan en los temas de moda, siendo casi nula la socialización de las creaciones locales.

No menos desafortunados son los conductores, generalmente sobregirados en los niveles acústicos y portadores de parlamentos retóricos, colmados de adjetivaciones y presuntas simpatías; como si menos no fuera más.

El cabaret en Cienfuegos, mucho antes de la llegada del coronavirus atraviesa por una crisis perturbadora, sobre la que ya es necesario meditar; sobre todo en estos tiempos difíciles en que los sobrevivientes del virus esperan la rehabilitación de la cultura del ocio y vuelta a la vida. Este será uno de sus desafíos a librar: la reinvención.

Recomendamos leer ||La reinvención como desafío: el cabaret en Cienfuegos (I parte)

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

3 Comentarios en “La reinvención como desafío: el cabaret en Cienfuegos (II parte y final)

  • el 20 junio, 2020 a las 5:29 pm
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    Usted tiene mucha razón en su crónica. Y.me encanta saber que alguien.opina que el cabaret no sólo es un cliché de mostrar la exuberancia femenina, el lujo y el brillo, pues se debe tratar, aunque sea muy pequeño, de tener un mínimo de base dramatúrgica, un por qué…
    Pienso además, que algunos gerentes de los lugares de presentación no poseen el diapazón cultural y amplitud mental para comprender los guiones y el producto artistico. Deben convencerse que el show es para el público, con sus determinadas caracteristicas y para ese público es el trabajo.
    También, el espectáculo de show, en mayor o menor vistosidad, de todos modos, es caro. Por tanto, debe tener un presupuesto para lograrlo.
    Quien compare los shows cienfuegueros con Parisién y Tropicana, seguramente no saben del amplio presupuesto que tienen estos para lograr el flamante hecho artístico.

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  • el 4 junio, 2020 a las 7:36 pm
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    Solo quiero decir que históricamente el Cabaret necesita de un apoyo total de las administraciones que dominen las sociedades. Son mucho los recursos que necesita ese género que le son imprescindibles y que no pueden quedar sujetos solamente a un presupuesto cultural.
    Gracias Urra por tan interesante reflexión

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    • el 21 octubre, 2022 a las 12:53 am
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      Es profundo el análisis que haces sobre el espectáculo nocturno y muy acertado en sentido general. Sin embargo se te escapa comentar un fenómeno muy interesante que está sucediendo, el cambió de intereses del público. Hoy día, producto del ritmo agitado de la era cibernetica, interesa más ser “participe del espectáculo “, que simple espectador. Las personas pasan demasiado tiempo como observadores casi pasivos en las redes y cuando salen a divertirse quieren mostrarse, extrovertirse, socializar y protagonizar.
      En el caso de los milenials es muy difícil captar su atención, solo rompiendo la cuarta pared y convirtiéndolos a ellos mismos en “el centro”, se les puede llevar por los caminos del arte; es difícil, pero imprescindible si se quieren seguir asociando arte y recreación a la vez, de lo contrario, en las noches no sólo cienfuegueras, sino de toda Cuba, solo habrá discotecas, salones de baile y bares.
      Nos toca a los artistas reinventar los “espectáculos nocturnos”, comenzando por dejar de llamarlos “de cabaret”, adecuarlos a los nuevos tiempos y tecnologías, hacer más con menos y… crear en vez de repetir.
      Gracias por valorar mis esfuerzos. Un abrazo, aun sigo soñando, sin querer despertar.

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