La primera noche y La segunda noche: las dos noches de Alejandro Gamboa

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Hasta el momento de estas dos películas mexicanas que comentamos hoy, la adolescencia no había sido ni mucho, ni muy bien tratada por el cine latinoamericano. Quizá a su presunta madurez le haciera ascos agacharse a esa altura, o a lo mejor el poco dinero con que se cuenta debe utilizarse en fines más elevados. Sin embargo, México, para variar, en los últimos años nos ha entregado unas cuantas películas alrededor de esa parcela etárea, y para variar más aún, algunas de ellas como De la calle, 2001, sobre los jovencitos marginales, e Y tu mamá también, 2001, alrededor de las urgencias carnales de dos muchachitos bien en un menage a trois con una extranjera que revienta de sexo a punto de la muerte, constituyen una fortísima presencia cinematográfica.

En su díptico La primera noche (1997) y La segunda noche (2000), Alejandro Gamboa ha ido donde el adolescente de clase media, a través de dos apasionados frescos que, aunque propendan eventualmente a socorrerse de tópicos, rezuman originalidad y buen pulso en la articulación de historias donde prima el interés por reflejar la proyección de esta nueva generación de mexicanos en la realidad actual, muy diferente a la de sus padres y abuelos: mayor libertad y diversión, muchas menos complicaciones para el sexo, más liberalidad en acciones y formas de pensar…

Aquí va, ni en drama ni en comedia, aunque con elementos de ambos, las cuitas, obsesiones, azares, deseos de jovencitos y jovencitas —según cada una de ambas cintas— cuya aun naif visión del mundo los convierte en advenedizos en la tierra de los adultos. Adultos cuyos modos de vida en ocasiones pretendan compartir, sin contar con la madurez necesaria en la empresa.

Lo mejor de las dos películas de Gamboa es la manera inteligente con que matiza el fenómeno, sin irse por la vertiente meliflua del llantico de la muchachita embarazada o el muchachito abandonado con la misma sorpresa con que fue seducido. Hay en su cine substancia, y él dispone del tacto para cuando saber aligerar y cuando cargar las tintas en los conflictos adolescentes.

Sus personajes, verosímiles y contradictorios, en mucho difieren de esos monstruitos adolescentes del cine high-teen americano que en el ordenador de su cerebro solo tienen un pene o una vagina, esos Terminator que vienen a colonizar la Tierra en un pastel de semen, tipo los  American Pie y sucedáneos.  Las por los guionistas Gamboa y Gabriela Ortigoza  bien trabadas existencias de Rosalía, Susana, Lulú y Laura —como la de los chavos de La primera noche—, traspasan la pantalla, y nos abren el grifo de los recuerdos de la quizá sea la etapa más bella, ingenua y cruel de la vida.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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