La piscina

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 18 segundos

La piscina andaba dando vueltas desde la Muestra de Jóvenes Realizadores del año 2008. Tras varios lauros en su trayectoria -no hace falta consignarlos pues las informaciones de prensa dieron cuenta de ellos-, logró agenciarse en la versión 2012 del mencionado encuentro el Premio al Riesgo y Búsqueda Artística. Es el citado el cual opto por citar, porque el acertijo comunicativo de la obra justo se descifra desde el entendimiento de la pantalla no solo como entretenimiento o diversión (también válidos por supuesto ambos costados), sino cual osadamente calma atalaya de observación de situaciones, comportamientos, rasgos. El celuloide en función literal de visor abierto hacia un espacio de significados donde porte interés dramático el movimiento de unos brazos dentro del agua, dos miradas, cierta sonrisa, par de palabras, el correr de las horas, un aguacero, tres nubes ennegreciendo el cielo, la belleza de las liturgias cotidianas.

Uno advierte, rápido, los estudios del joven director Carlos Machado Quintela en la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte y luego en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños. De cara a este filme, el creador ha repasado el trabajo de Víctor Erice, Alexander Sokurov, Bela Tárr, Abbas Kiarostami, Luis Ortega, Enrique Álvarez, dable hoy día solo en tales plazas o a estudiosos del medio y cinéfilos de raza. Por ahora muestra, en este dispositivo de acercamiento al séptimo arte, la intención de saborear la fragancia fílmica despedida del hecho fotográfico, esa recurrencia a planos cerrados o abiertos (o quizá el donaire del compuesto en picado por Raúl Rodríguez a los cuatro muchachos discapacitados y su entrenador en la alberca); sentir el “olor” del tiempo fílmico; palpar la intempestiva majestuosidad de aquel detalle o la elocuencia de determinado ademán.

No confundir el guion de Abel Arcos para el realizador con el recuento distásico de la jornada de un grupo de “fenómenos” dentro de una alberca. Más que distasia, cuanto se expresa narrativamente aquí es reposo, comedimiento… Sin embargo, paga su factura la excesiva contemplación, lo cual dentro de un relato sin demasiados elementos informativos sobre los personajes (exigua podría afirmarse) y con escasos/brevísimos diálogos, resiente en cierto grado el potencial comunicativo de la pieza. Es su lunar.

La piscina continúa la observación de otredades, ya común dentro de la pantalla contemporánea cubana, hecho sumador de méritos a la propuesta. La alberca que identifica el título no guarda mucho parecido a aquellas donde brazeaba Burt Lancaster en El nadador o Charlotte Rampling intentaba escribir en el filme de Francois Ozon. Eran tales sitios de recogimiento, retraimiento. En el nuestro hay de tal su poco, pero opera más como epicentro de interacción alusivo a escenario social, si bien establece sin tapujos el desencuentro o la fractura intergrupal existente al momento de llegar los muchachos “normales” a la piscina, con la consiguiente retirada de los portadores de limitaciones físicas. No hay burlas, no hay bullying; solo aflora en el aire el contorno de la indiferencia. Quienes arriban al tanque de agua, puro bullicio dicha muchachada, ignoran a los anteriores y lacónicos habitantes del sitio de natación vacacional. Los dos entrenadores de uno u otro equipo cruzan dos verbos, una media sonrisa. Poseen “manuales” antagónicos. Representan la escolástica rígida con arreglo al “plan de trabajo” y el antidogma, que da lugar a la creatividad, la opción operativa de un libre albedrío con conciencia de causa. La piscina carga sígnicas alusivas a la fractura social de la Cuba del siglo XXI, a los distintos modos de pensar u obrar, pero este no constituye su superobjetivo. El leitmotiv real del filme es la mirada abierta, clara, a personajes cuya singularidad ni los empequeñece ni los engrandeces sino los reafirma en su propia identidad; a sus silencios, requiebros, figuraciones. Tiende a que hurguemos dentro de sus percepciones e intuiciones. Algunas indicadas mediante ciertos sensores de indicación, otras meramente colegidas.

Ni grandiosa ni prescindible. Sí es en cambio La piscina otra película provechosa para nuestro cine, el cual resemantiza, reabre sus coordenadas genéricas y prosigue la expansión de temas, objetivos, formas de canalizar expresivamente las opciones de los realizadores.

Visitas: 33

Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *