La pañoleta roja, la carta debajo de la almohada en Cienfuegos
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Desde la noche anterior debajo de la almohada ella guarda una carta. Se la escribió a su pañoleta roja. Le dice que ya creció, pero todavía no se aprende los productos. Los tiene puesto en la puerta del refrigerador, en la última página de la libreta, en la mesita de noche…, ella le promete guardarlos en su memoria y ser mejor pionera.
Le escribe sobre su maestra. De los lugares que visitó en la comunidad, de los colores de su bandera, de que un día le llevó flores a José Martí, del regreso a la escuela después del coronavirus, de que el uniforme ya no le sirve.
Le escribe sobre los cambios en su cuerpo. De los botones que ya aprendió a coser, del árbol que creció en su parque favorito, de las amigas nuevas y del diente que se le cayó la semana pasada.
Le escribe muchísimo. De lo que debe aprender, del ánimo por levantarse en las mañanas, de la vacuna que inventó contra la Covid-19, de los vecinos que se la quisieron poner y todavía tienen una pequeña mancha azul en la pierna derecha. Del árbol que crece en el parque favorito, de la abuela que ya tiene pelo nuevo, del mar que está tan lejos.
Le escribe que serán 4mil 297 niños de tercer grado a los que le cambiarán de pañoleta en Cienfuegos, copia bien el número, lo rectifica con su mamá, ella lee el periódico y de ahí saca historias que no siempre entiende. Le dice que ella también quiere contar historias en YouTube, pero antes debe saberse los productos y crecer como el árbol del parque.
Le escribe que hoy comerá churros a la salida, esa será una buena manera de celebrar. Le dice que ahora vendrán las acampadas y los concursos, y las pinturas y el uniforme patriótico los viernes. Se despide con una firma garabato y le enlaza un pequeño corazón.
La carta queda debajo de la almohada, demasiada emoción por ir a la escuela.
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