La otra cara de EE.UU. en el cine

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Luego del visionado de Time Out Mind y Heaven Knows What, recientes producciones cinematográficas en torno a la indigencia en el corazón de las grandes ciudades de la primera economía del planeta, accedemos a la estrenada en Cuba Shelter (Paul Bettany, 2015). El primer guion y trabajo de dirección del actor británico no puede ser más naturalista y objetivo en su exploración del fenómeno de los sin techo, de los olvidados por el sistema en esa Nueva York despiadada que discrimina a sus marginales, aunque estos tomen espacios progresivos de la urbe y ya sumen cerca de 70 mil allí.

Es una película cruda en su acercamiento a ese universo de pobreza y desprotección, al graficar el cúmulo de sufrimientos de la protagonista (Jennifer Connelly) en la calle y todo cuanto debe hacer para pasar la noche dentro de cualquier lugar, guarecida de las frías temperaturas de la Gran Manzana.

Connelly se luce en un papel semejante, sueño de toda actriz, y hace lo imposible por echarlo adelante. Lo de menos es las muchas libras perdidas a efectos de componerlo (no tantas como Christian Bale para El maquinista, pero sí unas cuantas); lo significativo aquí son las desgarraduras del personaje abiertas en canal por conducto de la encarnación de la actriz quien, dúctil y maleable, labra un registro sensible, muy elocuente del drama de esta mujer que ha perdido a su esposo en una de las contiendas bélicas imperiales de turno y se sumerge en un degradante mundo de indigencia, drogas, abusos.

La historia de Hannah, humilde pero grande como sus personajes, ha sido rodada con sensibilidad, atención a los detalles. No se trata de una pieza de rápido consumo, es un filme de digestión lenta, difícil de ver. Rara avis dentro de su contexto, no debe pasarse por alto, como tampoco Chi-raq (Spike Lee, 2015), el alegato político más antisistema enarbolado por cineasta alguno en EE.UU desde hace largos años dentro del plano de la ficción. Mucho más radical que en los ya de por sí tajantes exponentes primigenios del cineasta afroamericano, el autor de Haz lo correcto ancla su relato en la ciudad de Chicago, la cual los raperos estadounidenses llaman Chi-raq: acrónimo tendente a ilustrar que hay más muertes de afroamericanos allí que todas las registradas de norteamericanos durante la invasión a Irak. La película abre justo así, mostrando dichos datos al espectador, tomados de las propias fuentes oficiales. Spike fustiga la inacción de un gobierno que no hace nada por frenar una guerra de pandillas inacabable y generadora de tanto crimen fratricida, la cual este en realidad originó debido a la exclusión social, la desigualdad y un racismo que se perpetúa allí como en cada ciudad del país mediante los asesinatos de la policía a jóvenes afroamericanos.

Escrita por Lee de la mano de Kevin Willmott, la estrenada Chi-raq deviene peculiar adaptación de Lisístrata, comedia de Aristófanes representada en el año 411 A.C. Las mujeres de las bandas rivales hacen una huelga de sexo a los “soldados” de las pandillas de Chicago. “No peace, no pussy”, les dicen aquellas, obligándolos a abstenerse de la sangre si quieren tener relaciones carnales. Lee provoca hilaridad mediante estos pasajes y de paso glorifica (no fuera él si no lo hiciera) a cámara abierta, el físico y el temperamento de la mujer negra de Norteamérica. El valladar fundamental de Chi-raq radica en la dispersión tonal, en los picos injustificados del registro narrativo, amén de cuestionables insertos bastante fuera de lugar, cuanto le impide crecer como obra artística. No obstante, es una valiente comedia política (si bien no son las piernas las que deben cerrarse para dar término a estas sangrías, sino clausurar la desidia e implementar políticas de justicia y de erradicación de la marginalidad y los guetos; pero eso no le interesa al gobierno estadounidense) que, al menos desde el orden factual, habla sin tapujos de la carnicería experimentada contra los negros en EE.UU. Como expresara el reverendo Jesse Jackson en histórico discurso, Spike Lee también parece decir: “Temo por mi país”. Por el futuro de los suyos,  por la gente pobre maltratada e ignorada, sin educación, sin representación política, sin otro remedio que matarse entre sí misma para sobrevivir.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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