La ola: los fascismos posibles

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Intencionada parábola construida de forma nada gratuita en el terreno de la educación, sobre los nefastos caminos a los cuales puede llevar al individuo, grupos sociales o conglomerados nacionales en pleno la devoción ciega, acrítica hacia discursos ideológicos envueltos en carismáticas oratorias pero desembocados en totalitarismos rampantes, La Ola (Dennis Gansel, Alemania, 2008) probablemente sea una de las películas de los últimos tiempos que mejor funcione como alerta o señal de advertencia ante la posible (re)detonación, en cualquier minuto, de barriles de pólvora exclusivistas, xenófobos, eugenésicos de puro corte fascista. A la espera, para hacerlo, tan solo de la mecha puntual: léase, el líder, el triunfo de un partido, la puesta en marcha de bordadas corrientes de opinión envolventes en un mismo signo de decantación política a obreros e intelectuales (¿a alguien le recuerda la Alemania de los años ´30?).

Ya por el mero hecho de aludir a fenómeno, tan gravoso por latente e incluso extrapolable ahora mismo, de escudriñarse bien determinados puntos de focalización, el filme de Gansel (1973) resulta atendible y de veras se sitúa, con acierto, dentro de las coordenadas de un cine político que pareciera concomitar, por sus espeluznantes tanteos en torno a la naturaleza autárquica de ciertos proyectos sociales, con las epopeyas distópicas más pavorosas recreadas por la ciencia-ficción literaria.

Tomando de punto de partida el experimento docente, real, emprendido por un profesor californiano en 1967, trasuntado luego a la novela homónima escrita por Todd Strasser bajo el seudónimo de Morton Rhue, el joven director de Napola refrenda en La ola la preocupación social de su cine, al firmar una película (suceso sociológico en Alemania) que pone el dedo en la llaga de la fragilidad del equilibrio sobre el cual debería sustentarse, al menos desde la perspectiva teórica, el carácter democrático de las formaciones económico sociales de la hipermodernidad occidental. Y esto, aunque a algunos críticos les parezca Gansel lo grafique de forma pleonástica, machacona, inductiva, simplona y manipuladora (solo en esto último concuerdo de forma plena, como tampoco apuesto por el estilo visual y narratológico ni por la peligrosa falta de distanciamiento del relato) no resulta así en realidad. Este hombre no está hablando aquí de los frijoles quemados de su abuela, sino de un posible escenario de espanto, actual o futuro, de la humanidad, y deben comprendérsele ciertos acentuados. Lo peor hubiera sido, por el contrario, esas temibles obliteraciones de las filosofías post-ideológicas para perros de Pavlov, con cuyo sinsentido La Ola no comulga en absoluto. Aquí lo dicho tiene sus puntos e íes, sus claros basamentos. Y, como igual sucedía con exponentes precedentes de Haneke, Hirschbiegel o Fukusaku, da miedo, lo juro.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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