La niña de Moret: réquiem y soliloquio

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La foto junto a su padre, en la semifinal del programa Sonando en Cuba, me reveló a Rosa María Moret como mi alumna de tercer año de la carrera de Comunicación Social. Una satisfacción me embargó, pues este triunfo compensaba un mal recuerdo de allá por el año 2010, en la entonces sede universitaria de Cienfuegos.

Refiero mi doble beneplácito, porque tenía una deuda con la actual cienfueguera ganadora por el territorio central y su familia. En mi memoria había quedado la visita de sus padres a mi hogar para reclamo de una nota en la asignatura de Teoría de la Comunicación, cuando lamentablemente estaba interrumpido ya en ese momento mi desempeño en tal magisterio y en nada podía ayudarlos.

Me quedó la huella del padre dolido, sus lamentos e inconformidades, como ejemplo de preocupación por el título en la carrera de letras, más allá de ver sus potencialidades, como graduada de la Escuela de Instructores de Arte Octavio García, en la especialidad de Música. Moret tenía el inequívoco olfato del cantante de tríos y tenor.

El incidente es válido para recordar los matices humanos de la comunicación, específicamente la educativa, por su carácter imperecedero. Comparto que la anécdota, con su estela de aflicción, confirmó mi convicción de que un alumno es más que un número en un listado y que el acercamiento a su entorno humano propicia un intercambio enriquecedor maestro-discípulo, que trasciende las calificaciones, que al final la vida otorga.

Por eso, más importante que la nota es el tope dialógico, la entrada a la problemática individual del estudiante, y para mí, hasta este último domingo, Rosa María era el recuerdo amargo, de haber perdido una oportunidad de sobreponer rutinas pedagógicas frías, pues quizás haber apelado a aquella familia funcional, hubiera prevenido estas malas consecuencias.

Aunque me resarcía el agrado por haberlo logrado con otros, como el trovador Nelson Valdés, por ejemplo, permanecía la huella triste, la imagen de los padres de Rosa María contrariados en mi puerta.

Confieso que a veces se tornan tan gélidas las relaciones referidas, que sin la foto junto a Moret, nunca hubiera reconocido a la protagonista de esta historia. Quizás sirva mi soliloquio como llamado a la reflexión de las propuestas creativas recabadas a la profesión de educar, expuestas en postulados de grandes, como la divisa martiana: “Y me hice maestro, que es hacerme creador”. Nunca son suficientes las alternativas en la clase y revisión de exámenes, el proceso es más abarcador.

Sin embargo, ahí están los triunfos de Rosita para resarcir desconsuelos. Pese a las vicisitudes, ella no solo venció el currículo de la licenciatura, sino que ya es figura de varias agrupaciones nacionales y puso en alto el nombre de Cienfuegos en este proyecto televisivo cultor de talentos nacionales.

La dedicatoria al padre coronó la beatitud, mis débitos con él y con la enseñanza, y es el mejor réquiem al progenitor de Rosa María, su paradigma en la música y en la vida.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

2 Comentarios en “La niña de Moret: réquiem y soliloquio

  • el 31 octubre, 2016 a las 2:02 pm
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    No me gustó la gala final de Sonando en Cuba porque parecía que todo estaba preparado, la cantante que salió ganadora no tiene nada que ver con cantar, porque aparte de no tener imagen como cantante, el público estaba prácticamente comprado como se dice en el argot cultural. ¡Ah! muy importante, MAYITO no tiene talento como coach porque siempre está SIN PALABRAS o es que el pelo no lo deja OÍR lo bien que cantan los demás. Las selecciones anteriores para qué hablar, si todo está hecho. Por ahora solo nos queda esperar y ver que la tercera temporada NO SEA COMO ESTA y que ganen REALMENTE los mejores, no importa que tengan familia MÚSICOS, solo LOS MEJORES. Saludos.

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  • el 26 octubre, 2016 a las 2:20 pm
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    Toda la suerte del mundo para la niña de Moret, mi hermano de fraternidad.

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