La música, los jóvenes y sus percepciones musicales

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El fenómeno musical contemporáneo trata en principio de la percepción, en la que, aun siendo un acto individual, pasa a contener mayoritariamente un carácter deconstructivo de los paradigmas clásicos de tiempo y espacio.

La música popular  se comporta como espejo social, en medio de una sociedad donde adquiere mucha influencia la globalización y es influenciada con mayor énfasis en grupos juveniles donde a través de símbolos como expresión de desarrollo imponen modas, frases y se expresa desde géneros como el son, la salsa, el rap, el rock, la trova y la música campesina. Distintos géneros  que  recogen aquellos aspectos que, desde su discurso, captan, representan y significan: problemas de la sociedad contemporánea.

La música puede desempeñar un papel importante en la socialización y en la formación de la identidad de los jóvenes, y se ha convertido en un símbolo de su búsqueda y autonomía. Estos utilizan la música como refuerzo de identificación con su grupo de iguales, como vehículo de su rebeldía contra lo convencional, para ayudarles a establecer una identidad separada de la de sus padres o simplemente es usada para relajarse, entretenerse o evitar el sentimiento de soledad. Escuchar música, es una de las actividades más importantes relacionadas durante la juventud. Es por ello que cultivar desde edades tempranas un gusto selectivo, de valores apegados a su cultura y nacionalidad, ayudará a una consolidación de su identidad.

Los jóvenes construyen su identidad con el vestuario, el peinado, el lenguaje, así como también con la apropiación de ciertos objetos emblemáticos, en este caso, los bienes musicales, mediante los cuales, se convierten en sujetos culturales, de acuerdo con la manera que tienen de entender el mundo, y de vivirlo, de identificarse y diferenciarse. Se enfrentan a su proceso evolutivo provistos de un gran bagaje: su energía, vitalidad, franqueza, honestidad y valentía. Rechazan la intolerancia y suelen ser de carácter abierto, rebeldes, inconformistas e idealistas.

Los grupos juveniles, en la actualidad, constituyen uno de los sectores de la población  más vulnerables, complejos y espinosos, por lo que a lo largo de los años han estado inmersos en medio de una profunda crisis de valores.

Actualmente se hace evidente el abandono de las buenas costumbres, las tradiciones, normas morales, de convivencia social y de respeto mutuo; un creciente y peligroso irrespeto al derecho ajeno, a la propiedad social, al cuidado del entorno, a las personas mayores; y un crecimiento inversamente proporcional de la chabacanería, las malas conductas sociales, y el incremento de las maneras incorrectas.

La representación de los problemas sociales que aportan estos discursos tiene una eficacia, un valor cultural. No solo en la música popular, sino en la cultura cubana en general. Existe un alto nivel de expresividad de la realidad social muy contradictorios, pues la mayoría de las expresiones populares están como guettificadas en su proyección sociocultural. Porque una discursividad dura, a veces machista, de un rapero, y una sensibilidad lírica, de un trovador hoy en Cuba ¿cómo se valoran?  Como un campo cultural problémico.

La canción de origen trovadoresco a  lo largo de la historia ha actuado como un factor dialógico que ha propiciado, de una u otra manera, una suerte de autorreflexión, de mirarnos por dentro y de ir apuntando hacia los distintos aconteceres de la vida cotidiana de nuestra historia, tanto desde el punto de vista de los problemas sociales como de los íntimos. A partir de esa función que históricamente ha tenido lo trovadoresco en nuestra cultura, otras manifestaciones más recientes, como el rock y el rap, han heredado ese legado, que en la trova cubana viene desde Pepe Sánchez.

En sí misma, una música no está explicando, no está dando una alta lección académica de un suceso o de una experiencia histórico-social, pero sí está dejando un cuadro, una crónica, un chispazo, un reflejo a veces fugaz, a veces mucho más trascendente, de lo que está sucediendo en una época. En la medida en que ese artista es más auténtico, en que expresa su procedencia social, etnosocial, su propio género, su propia condición política, religiosa o no, en esa medida, queda un reflejo de la persona que está viviendo una vida, en una época y en un lugar determinado.[1]

En nuestras manos está que, en cada una de las instituciones que llevan por encargo social la difusión de los más auténticos valores de la cultura y la música cubanas, se valore y respete la tradición de un país que no puede dejar morir lo que lo define, su historia. En los jóvenes descansará entonces el más fiel legado de la nación.


[1]Caraballo, Marisel. “Con la luz de César Portillo”. Temas, La Habana, 4 (1): 73-81; 2004.

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Alegna Jacomino Ruiz

Doctora en Ciencias Históricas

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