La mujer As del Delfinario de Cienfuegos

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De vez en vez se pone el pelo detrás de las orejas. Debió ganar esa costumbre en los tantos años que lleva junto al mar, de día y de noche, de primavera e invierno, de ciclones y navidades. El mar siempre trae un viento que despeina.

María Luisa Hernández Vega soñó el Delfinario de Cienfuegos, lo pujó, lo mimó, y cuando todos pensaron en su muerte prematura, ella le dio la mano para que aprendiera a caminar. Ha estado allí por casi 20 años, ha vivido como nadie su expansión territorial y sus aciertos en la industria turística de Cuba. Le dio el ritmo a una estructura comercial que anda como reloj suizo.

Muchas veces se minimiza en la empresa cubana la importancia de que el jefe sea graduado de la especialidad rectora… ¿Cuánto te sirvió ser egresada de la carrera Biología Marina para liderar este proyecto único en Cienfuegos?

“Fue esencial. Pasamos cinco años en las tramitaciones legales y constructivas antes de que se cortara la cinta inaugural en diciembre de 2001. Dedicamos mucho tiempo a la revisión de la costa sur de la provincia; necesitábamos un agua que tuviera la calidad para recibir a los mamíferos. No queríamos que fuera al interior de la bahía, pues por etapas hay acumulación de contaminantes en sus lóbulos. Esta zona de Rancho Luna siempre me gustó; hicimos un estudio de la dinámica del agua y se comprobó que había movimiento al interior del estero, en todo eso sirvió de mucho lo aprendido en la Universidad, definitorio diría.

“Participé en la captura y traslado de los delfines, en su adaptación al medio y en los cursos que luego impartimos para los futuros entrenadores”, dice María Luisa Hernández, actual y única gerente de esa instalación turística; una mujer de mirada intensa y voz baja.

Unos aretes de piedras azules cuelgan de sus orejas. Le iluminan el rostro. De vez en vez se toca los espejuelos y deja ver la expresión de sus ojos, negros y firmes. Por su cuerpo ha pasado la rueda del trabajo sostenido.

“Esto era una zona llena de trillos, explotada por la pesca indiscriminada y morían muchos recursos marinos. Inauguramos el Delfinario el 27 de diciembre del 2001; este año cumple las dos décadas de fundado, bajo la premisa del cuidado al ecosistema, o sea, aquí no se puede botar basura al mar ni atrapar cangrejos ni cortar el mangle, hay que coexistir en armonía plena con la naturaleza, y desde la institución apostamos por ampliar esa cultura en la población que nos visita.

“Los delfines son animales muy controlados y aunque se puede realizar comercio con ellos, eso es velado, depende de permisos especiales. Existen muchas organizaciones internacionales que abogan por la prohibición de su captura para cualquier fin, incluso hay países que voluntariamente se han acogido a no usar estos mamíferos para la realización de espectáculos. No es el caso de Cuba, tampoco quiere decir que aquí no se controla estrictamente la población de delfines”, afirma María Luisa Hernández.

Estuvo en los inicios involucrada al medio pesquero, luego se vinculó a otras tareas durante diez años… ¿no extrañaba el mar?

Foto: Zulariam Pérez Martí

“Claro. El mar es mi complemento. Estando en esas funciones partidistas nace la idea del Delfinario, en el año 1997. Desde la primera reunión quedé involucrada, fue difícil concretar el sueño… Estuve un año sin coger vacaciones ni franco; tuve que pasar muchos ciclones, nos quedábamos hasta de noche para cuidar los delfines.

“En los primeros tiempos de explotación de la entidad extra hotelera había un ajetreo tremendo. Entraban dos vuelos diarios con unos 100 turistas a visitarnos; las utilidades nuestras eran increíbles. Se extrañan esos tiempos, el colectivo se convirtió en familia.

“Yo tenía mis años cuando entré aquí; nunca me vi como entrenadora, soy medio gordita. Lo que sí hacía era tirarme al agua con los delfines, acariciarlos, y en todos los vuelos he ido con ellos a su refugio, hasta que pase el mal tiempo.

“En el verano recibimos unos mil 400 visitantes cada día para el espectáculo. Y ahora con el parque inflable unos 100 más en esa parte; un volumen significativo. Hay proyectos inversionistas en esta zona que de concretarse serán muy beneficiosos como opción recreativa”, agregó.

Me dicen que una vez le introdujo la mano en la boca a una loba que no comía…

“Mi mano era la más fina y teníamos sospecha de que algo se le había atorado en la garganta. No tuve miedo, lo hice, y estábamos equivocados. Al final se nos murió de viejita, les hace mucho daño el sol. Lo sentimos muchísimo”, dice y se nota la nostalgia por esos tiempos.

María Luisa Hernández Vega ha sido una de las mejores dirigentes que ha tenido el sector turístico en Cienfuegos. Año tras año se le reconoce por la eficiencia económica de su instalación hotelera. Allí le salió la primera cana, y luego vinieron las otras, sin que eso significara algo diferente en su estado emocional.

“Soy exigente. Pero también sé cuándo tengo que darle la mano a un compañero y trato de dar el ejemplo siempre. No será fácil cuando ya por edad deba abandonar este lugar. Ya el sol me agota mucho y es un trabajo fuerte, de caminar mucho”, agrega.

En los momentos de soledad agarra el libro de cabecera y lee horas enteras, se queda dormida. La familia es un suceso importante en su vida, y les honra siempre, porque en ellos ha encontrado compresión y apoyo, felicidad y amor.

La sencillez es una virtud que le sobra. “El día que muera quiero que me incineren y me echen al mar, a este bello mar que por tantos años me acompañó…”.

María Luisa Hernández Vega tiene una historia en azul, de delfines y lobas, de pasión y guerras ganadas. Tiene la mirada firme y quiere posar donde se vea el mar, chocando contra las rocas. De vez en vez se pone el cabello detrás de las orejas…

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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