La lava de un volcán en una taza de café

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“Poner en una crónica de periódico los sucesos que convulsionan a Chicago por estos días es como querer atrapar la lava de un volcán en una taza de café”, escribió Martí sobre los hechos que ocurrieron el Primero de Mayo de 1886 en esa ciudad del “monstruo revuelto y brutal” que provocaron e internacionalizaron la celebración del Día de los Trabajadores.

Los apuntes históricos dan mayor claridad. En la primera jornada del quinto mes de se año, el Congreso de la Federación Americana del Trabajo lanzó el manifiesto donde se declaraba que a partir de esa fecha ningún obrero debía trabajar más de ocho horas, demanda que había sido exigida por los trabajadores mediante una ola de huelgas en diversos estados de ese país.

Nuestro José Martí fue testigo excepcional de lo ocurrido entonces y de su pluma salieron frases como esta: “El siglo tiene las paredes carcomidas, como una marmita en que han hervido muchos los metales. Los trabajadores, martillo en mano, cuando no Winchester al hombro, han comenzado ya a palpar las hendiduras, y a convertir en puertas anchas los agujeros, por donde entren a gozar en paz, aunque se les manches los vestidos de la sangre propia, o ajena, en un estado nuevo en que el trabajo sea remunerado a un precio suficiente para sustentar la casa sin miseria y amparar la vejez, sin esa dependencia de la avaricia o capricho extraño en que ahora viven”.

Años después de esos sucesos que culminaron con el asesinato legal de un grupo de obreros norteamericanos en Chicago, se acordó, en el Congreso Constitutivo de la II Internacional (1889), efectuado en París, la celebración todos los años del Primero de Mayo como una jornada de lucha del proletariado mundial.

 

EN CUBA SÍ

En los otrora países socialistas de Europa Oriental el Primero de Mayo fue siempre día de desfiles y festividades. Había vencido el proletariado, era la dictadura del proletariado. Pero el derrumbe, el desmerengamiento, como calificara Fidel Castro, la desaparición de ese justo sistema social en esas naciones, principalmente en la otrora Unión Soviética, borró de las plazas la alegría obrera, el júbilo colectivo, en fecha tan significativa. Los reclamos de la clase obrera se habían hecho realidad en virtud del régimen imperante.

En Cuba, sin embargo, el Primero de Mayo sigue siendo -y será siempre- jornada de celebración, motivo para impulsar importantes tareas productivas. Por eso las principales plazas de las ciudades y poblados y hasta en los más pequeños asentamientos, el pueblo trabajador unido, codo con codo, marcha decididamente y reafirma la voluntad de seguir siempre al lado de la Revolución y de Fidel Castro.

Vale traer a colación las palabras de Fidel en un de los actos por el Día Internacional de los Trabajadores: “Estos son tiempos de pocas palabras y muchos hechos”. Los hechos, precisamente, están a la vista en cualquier rincón de Cuba: escuelas reparadas, hospitales acondicionados, nuevos centros asistencias, avances en los principales sectores de la economía y los servicios, en fin, el quehacer proletario en pos del desarrollo sostenido de una nación que curte a cada instante la esencia de su proceso social.

Por eso, hoy la conmemoración de la fecha adquiere ribetes tan significativo en suelo cubano. Alguien dijo acertadamente que la celebración del Primero de Mayo en cada país es la expresión más clara de cómo viven los obreros y del lugar que ocupan dentro de la sociedad.

En la mayoría de los estados capitalistas ese día el proletariado se lanza a las calles a exigir trabajo, salarios decorosos, mejores condiciones de trabajo… En Cuba, por el contrario, es una gran fiesta de todos, es el hermoso agasajo a la obra, es la demostración de vivir feliz y respaldado, de abrazar una causa humilde, pero justa y brillante.

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Ramón Barreras Ferrán

Periodista de la Editora 5 de Septiembre, Cienfuegos.

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