La investigación y el acto de informarse

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El hombre investiga desde que empieza a tener uso de razón, incluso antes. Dicha actividad resulta inherente a la naturaleza humana. “Es algo que hacemos desde niños, ¿o alguien no ha visto a un bebé tratando de investigar de dónde proviene el sonido?”, asegura Roberto Hernández Sampieri en el texto Metodología de la investigación. Nadie escapa a la indagación, una vez que nos mueve la curiosidad. Pero, a veces, los resultados mienten. Y es que detrás de cada acción se esconden los sentimientos del ser humano que la ejecuta. Peor ciego es el que solamente ve lo que quiere.

La investigación resulta de vital importancia para la persona que pretenda informarse en cuanto a la realidad que le rodea. El famoso contraste de fuentes no es una actividad que solo compete a periodistas, también los receptores de productos comunicativos (televidentes, radioyentes, lectores) deben aprender que los medios, grandes y pequeños, a veces no están a la altura que ameritan estos tiempos, donde la sobreinformación y el culto a lo superfluo, a la imagen, permiten que cada vez sepamos con mayor inmediatez qué ocurre y con menor precisión por qué ocurre determinado acontecimiento.

Reportes de guerra de tal vez un minuto de duración, que diariamente vemos en los noticiarios, respecto a la situación en Siria, no nos van a resultar igual de provechosos para su entendimiento como el estudio de la cultura, concepciones, Historia y el origen de los conflictos que hoy sufre, parafraseando al intelectual español Pascual Serrano.

La llegada de Internet ha acrecentado el problema de la desinformación. Los ciudadanos a veces retuitean o comparten links con sus seguidores sobre artículos que no han leído, de medios que ni siquiera conocen, solo porque les llama la atención el título o les impactaron las imágenes.

“Los ritmos de las redes sociales y la recién nacida potestad de convertirnos a todos en difusores de contenidos propios o ajenos, han desembocado en una pulsión por expandir información que nos llega a ocupar más tiempo que en atender nosotros mismos esta misma información”, recuerda Serrano en su libro Comunicación Jibarizada. Cómo la tecnología ha cambiado nuestra mente.

En Cuba nos vamos insertando de a poco en el ciber-espacio. Este hecho no es malo por sí mismo, pues este depende de la utilidad que le de cada ciudadano. Por otro lado, las situaciones que hoy por hoy tienen lugar en el planeta, alertan en cuanto a los problemas que puede causar la red de redes si no se emplea de manera adecuada. El fenómeno de las fake news (noticias falsas) que circulan libremente y con impunidad ante la vista de millones de usuarios, es un claro ejemplo.

Sin embargo, y ante la contradicción, sería harto aconsejable profundizar en el tema y evitar la actitud comúnmente conocida como: “irse con la primera bola”.

El emisor (periodista, documentalista o cineasta, entre otros) que no llegue a la raíz del tema que investiga, que no se empape lo suficiente como para sacar las conclusiones correctas y evitar el eclecticismo de fuentes solamente empleado como rutina, como escudo, falta a la llamada objetividad.

Tócale entonces al receptor discernir si lo que está consumiendo es un producto comunicativo esclarecedor, o no, en dependencia de su criterio. Según las palabras de Ignacio Ramonet en su libro La tiranía de la comunicación: “Informarse sigue siendo una actividad productiva, imposible de realizar sin esfuerzo y que exige una verdadera movilización intelectual”.

*Estudiante de Periodismo.

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Miguel Ángel Castiñeira García

Estudiante de Periodismo de la UCLV

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