La impaciencia de la tecnología

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Cuando veo un Krim-218, los años pretéritos vuelven a escena. Cuba estuvo colonizada por esos televisores soviéticos, en casi todos los hogares había uno y en casi todos murió uno, mucho antes de la entrada del siglo XXI.

En aquel entonces la tecnología solo sobrepasaba la estrechez del blanco y negro, de las lluvias continuas en la pantalla por la falta de antena o señal televisiva.

Una etapa donde el Krim-218 resaltaba como rey y tenerlo en pleno funcionamiento te coronaba dichosa ante los ojos del barrio. Hoy la realidad muestra una gama diversa de artefactos en las salas de los cubanos, desde pantallas planas hasta DVD, cajas decodificadoras… Aquella homogeneidad se fue a bolina, las nuevas conquistas de la tecnología parece inundarnos, doblegarnos, incluso.

No ha transcurrido tanto tiempo del blanco y negro, de los audífonos grandes sobre la cabeza, de las grabadoras de casette, sin embargo, Elon Musk, un empresario de Silicon Valley, intenta “conectarnos” a las computadoras, intenta reducir aún más la distancia física entre esos artefactos y el hombre.

El objetivo de Neuralink, nombre del proyecto de Musk, es potenciar las capacidades cognitivas humanas a través de la inteligencia artificial para convertirnos en una especie de “ciberborgs” (organismos cibernéticos).

“Creo que la mejor solución es tener una capa de inteligencia artificial que pueda funcionar biológicamente dentro de nosotros. Me preocupa que el desarrollo de la inteligencia artificial acabe dejando atrás a los seres humanos. Por eso quiero añadir una ‘capa’ de inteligencia artificial a nuestra propia inteligencia”, explicó Elon Musk a una agencia de prensa.

Ya en 2015, un grupo de científicos de la Universidad de Harvard desarrolló una malla de electrodos que se despliega sobre la corteza cerebral mediante una inyección para estimular diferentes partes del cerebro.

Sin embargo, Neuralink pretende dejar chico lo que han desplegado estos expertos. El sistema será capaz de implantar unos pequeños electrodos en el cerebro que podrían, en un futuro, llegar a descargar nuestros pensamientos. Para escribir ya no necesitaremos colocar los dedos sobre el teclado, bastará con pensar lo que queremos escribir para que aparezca en la pantalla.

Una especie de médula electrónica convivirá entonces con la espinal. Algo así como medios humanos, medios robots. “Con el tiempo, creo que veremos una convergencia entre la inteligencia biológica y la digital (…) Afectará sobre todo al ancho de banda, a la velocidad de conexión entre nuestro cerebro y a la versión digital de nosotros mismos y, especialmente, al rendimiento”, agregó.

Como mismo se produjo un cambio social a partir del impacto de la telefonía celular en el mundo, el cual trajo una ruptura del esquema tradicional de comunicación formal, y estableció nuevos medios alternativos, de implementarse, Neuralink dejaría atrás, incluso, el imperio de la generación de los pulgares.

En no pocos casos la tecnología se ha convertido en una segunda naturaleza, una segunda piel que trasladamos a cualquier parte, a cualquier rincón. ¿Hasta qué punto sería conveniente la exposición a tanta parafernalia? La utilización de las nuevas tecnologías ha reducido distancias y unido lo inesperado, aun al mismo ser humano con sus diversas ideologías. No obstante, es necesario establecer que cada día estamos expuestos a un cúmulo de información que fácilmente puede desorientarnos y que nos hace más frágiles ante los cambios invariables y para los que debemos prepararnos.

No es ir en contra del desarrollo, sino de evitar la esclavitud tecnológica.

Del Krim-218 a la fecha, luce como si hubiésemos atravesado dos mundos diferentes, como si de aquella otra vida ya no existiese nada. No ha pasado tanto tiempo y la impaciencia de la tecnología nos alcanza, nos alcanza…

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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