La Danza: el lenguaje del cuerpo

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Este veintinueve de abril se celebra el Día Internacional de la Danza, fecha adoptada desde 1982 por el Consejo Internacional de la Danza, organización fundada en la UNESCO hace 49 años, compuesta por federaciones, asociaciones, escuelas, compañías y personas en más de 170 países, entre ellas instituciones y destacados bailarines cubanos.

Fue escogido este día a sugerencia del maestro ruso Piepor Gusev porque el 29 de abril de 1727 nació el bailarín y coreógrafo francés Jean-Georges Noverre (+19 de octubre de 1810), reconocido como el creador del ballet moderno. Noverre escribió coreografías y otras publicaciones relacionadas con la práctica y la teoría del ballet. Hizo su primera presentación en la corte de Luis XV en Fontainebleau en 1742; más tarde fue invitado por el príncipe de Prusia a presentarse en Berlín, y llegó a convertirse en bailarín de la Corte Real y coreógrafo de la compañía de ballet de la Ópera Cómica de París.

Las raíces de la danza yacen en lo ontológico, y se practica por generaciones en todo el mundo. Nacida como ritual, traduce la relación de los seres humanos entre sí y con cuanto les rodea. Comunicativa por excelencia, establece una sincronía audaz entre el cuerpo y el pensamiento individual y colectivo, lo que hace de ella una poesía graficada a través de movimientos. Muchas veces parece impenetrable, y entonces ella se explica a sí misma. Arte entre las artes y de suprema elegancia, nos cuenta de la humanidad y sus orígenes, evolución y sentir tanto como las evidencias más ocultas de la prehistoria. Se manifiesta sin la necesidad de usar palabras, lo que constituye una de sus virtudes principales.

No existe gesto cotidiano o trascendente que deje de ser expresado en la corporeidad de la danza o baile: desde los rituales y el trabajo hasta lo simplemente lúdico. Los danzantes primigenios tejían con movimientos su visión homeopática de la naturaleza, mientras que sus gestos, marcados en secuencia, se manifestaban como liberadores de sentires, creencias e historias; todos ellos recompuestos con el apoyo de un imaginario visible de sonoridades.

La danza se apoya por lo general en la música, aunque sus movimientos pueden ser independientes; en ocasiones los bailarines ejecutan un ritmo propio o realizan el que les indica el coreógrafo. Toda una cosmología se compendia en el movimiento de los danzantes, quienes expresan elementos tales como tierra, agua, aire y fuego; los ciclos estacionales y el universo, aun mejor, su visión particular o colectiva del mismo. De ahí que el cociente sea un panorama que narra los intríngulis de cada época, cultura y civilización.

Como acto ritual que se reitera con el cuerpo como vehículo expresivo, traduce y revela el actuar humano. Al ser presenciada por culturas disímiles en cualquiera de sus manifestaciones, funciona como entidad que establece un diálogo entre todas. Es por ello que una cultura de paz requiere, a su vez, una cultura asentada en la danza.

Sea folclórica o popular, clásica, moderna o contemporánea llega hasta nosotros como fuente de conocimientos que narra episodios de la aventura humana a través de los tiempos, y es útil proveedora de salud corporal y mental si la hacemos parte nuestra. La danza es un lenguaje que se habla sin necesidad de idiomas ni palabras; elimina fronteras, prejuicios y obstáculos para revelara plenitud la esencia natural de lo humano.

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