La culpa, maldita culpa

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Arde el verano, una parte de la población sigue su rutina cotidiana laboral, otro conjunto multiplica dinámicas durante dos meses con los menores a su cargo. Todos necesitan moverse y elevan demandas de transporte, a pleno sol un medio es el más viable: los coches.

El lector Arian Pérez, vecino de Buenavista motiva un comentario sobre ese servicio, pues considera insuficientes para mejorarlo las nuevas Regulaciones Urbanas, puestas en vigor a partir del pasado 15 de junio, publicadas por este semanario.

Las novedades prohíben el estacionamiento de esos vehículos en el parque Villuendas: “Ahora lo hacen en la calle O’Donnell, a la vista de todos, bajo la mirada de nadie… el viernes 16  pude contar allí  20 alquileres en quince minutos”.

Las nuevas ordenanzas reconocen la poca efectividad del reglamento anterior, y aluden a regulaciones por reclamos de los transportistas por cuenta propia inscriptos en la actividad de Transporte de pasajeros en vehículos de tracción animal.

Definen el número de cocheros por piqueras, e incluyen, además, tres nuevas en barriadas alejadas aledañas a Caunao; regulan la velocidad, el trato a los animales, estado técnico de los equipos y reglamentan el ruido.

Pero el candente tema radica en los precios, porque a pesar de oficializar los 2.00 pesos per cápita, la ley oferta-demanda ampara los alquileres y provoca el uso desmedido de tal modalidad.

Yudey Laviña Callarga, miembro del Buró del Sindicato Provincial de Transporte en Cienfuegos, aludió a prebendas económicas de los cocheros, pues bajaron su pago de retribución al Estado y cuentan con un taller, habilitado en la unidad 328, de Reina, garante de soldaduras, cambios de goma y otras utilidades.

En la sección Cuestión de criterios, correspondiente a este tema, Eduardo Alonso Delgado, representante del gremio de marras, refirió la responsabilidad de ellos en el cumplimiento de la legislación y pasos enrumbados a ese fin como la señalización de piqueras; también aludió a brechas en lo estipulado, referente a transportación de cargas y de pasajes.

Un mecanismo de leyes y trampas deja fisuras por donde escapa la indolencia, como la que cuenta Arian Pérez: prohibir el estacionamiento de coches en Villuendas solo significó “vender el sofá”.

Buscamos los yerros en cada ejercicio de opinión, muchos tan contundentes que coartan toda intención.

Rememoro una búsqueda on line para escribir sobre Arquitectura y bio-meteorología, en la cual refulgió una frase devastadora: “…la corriente arquitectónica predominante en Cuba en la parte residencial es la necesidad”.

Entonces aparece de forma recurrente tal argumento, devenido culpa, maldita culpa de muchos avatares. Pero esta vez abordo una problemática pulsadora de la conciencia social; entonces cabe el recabo del respeto y la sensibilidad ante quienes día a día desafían circunstancias para trasladarse en nuestra ciudad.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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