La contienda de Céspedes continúa luego de 151 años

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Un 10 de octubre de 1868 en el ingenio La Demajagua, propiedad de Carlos Manuel de Céspedes, estallaba la guerra por la independencia de Cuba. Calificada hoy como el comienzo de la verdadera Revolución independentista, continúa con bríos en la actualidad a 151 años del insoslayable acontecimiento.

¿Cómo fue posible que, bajo el dominio colonial español a través de varias centurias, se pudiera dar inicio a una guerra que tuviera por objetivo alcanzar la soberanía?

En aquel entonces parecía una quimera, pero la chispa que encendió las contradicciones, la dialéctica frente a la clase esclavista de los terratenientes cubanos del siglo XIX, latía en diversos territorios.

Si bien en la segunda mitad de la década de los años sesenta del siglo XIX Cuba se encontraba ante una crisis sin solución bajo la injerencia española, algunos sectores albergaban la esperanza de que, ante esta realidad, España concediera algunas reformas al país. De esta manera, le fueron solicitadas ante la Junta de Información en 1867. Pero las gestiones fracasaron.

Este colapso, demostró a los cubanos la necesidad que había de tomar las armas y desbancar definitivamente el yugo de la Metrópoli en la Isla.

En el año 1868 el movimiento conspirativo desarrollado en diversas zonas de la región oriental fue el principal impulsor. Con Carlos Manuel de Céspedes –uno de los más incuestionables líderes–, atendiendo a la situación imperante y a otras cuestiones de carácter internacional, creía fervientemente en acelerar el proceso de lucha y dejar a un lado la espera.

Tras largas y exaltadas discusiones se acuerda para el 3 de septiembre el alzamiento, con el veto de Camagüey por considerarlo prematuro. Sin estar de acuerdo, Céspedes se reúne el 7 de octubre en el ingenio El Rosario, propiedad de Jaime Santiesteban, con miembros de las delegaciones de Bayamo, Holguín, Las Tunas y Manzanillo, y les expone que él se levantará con los que le sigan.

“Nosotros consagramos estos dos venerables principios: nosotros creemos que todos los hombres somos iguales, amamos la tolerancia, el orden y la justicia en todas las materias; respetamos las vidas y las propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles, residentes en este territorio; admiramos el sufragio universal que asegura la soberanía del pueblo; deseamos la emancipación, gradual y bajo indemnización, de la esclavitud”.

No caben las vacilaciones: para el Padre de la Patria era vital su aspiración a una república laica, la formación del ciudadano con deberes y derechos, y la preparación patriótica de los hombres que conquistarían la independencia…

La contienda anhelada no condujo al triunfo de los ideales, pues frente a la virtud de los patriotas –y quedó claro en la antesala para aunar fuerzas– floreció la discordia, el regionalismo y el caudillismo, que llevaron al precipicio el empeño emancipador.

Por suerte, maduró la semilla y nuevas generaciones de combatientes, inspirados en los mambises de 1868 y 1895, continuaron la misión hasta culminarla, hasta hacer de Cuba hoy una nación más plena y soberana.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

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