Felipón, la constante Pi y una vida para el magisterio

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Una bella ancianidad es, ordinariamente,
la recompensa de una bella vida,
Pitágoras

Los dos primeros años de la Escuela Normal para Maestros habían transcurrido con los ruidos de la Revolución que se gestaba; era 1958 y Camagüey, la ciudad donde vivía este muchacho trinitario, quien soñó siempre con ser maestro. Y no resultó fácil, tenía dos cosas en contra: ser pobre y negro. Para el segundo curso la escuela estaba cerrada y el triunfo rebelde a las puertas.

En 1960 llegué a la Sierra Maestra, a la Escuela Vocacional de maestros de San Lorenzo. Estando en las montañas me sorprendió la Campaña de Alfabetización, a la que me incorporé de inmediato como asesor. Yo era entonces un chiquillo, pero con mis conocimientos ayudaría en una de las etapas más lindas de aquellos años, que a la altura del tiempo amo más, por todo lo que nos permitió experimentar y sentir, al punto de querer al magisterio como profesión”, cuenta Felipe Bécquer Ortega, toda una vida dedicada al sacerdocio de enseñar.

A Felipe le brillan los ojos al recordar aquellos años intensos. /Foto: Cortesía del entrevistado
A Felipe le brillan los ojos al recordar aquellos años intensos. /Foto: Cortesía del entrevistado

Era La Habana del 22 de diciembre de 1961, y una plaza repleta de muchachos con cartillas, manuales, faroles, y una bandera roja de franja blanca y letras azules que proclamaba el cumplimiento de un sueño y la esperanza de un futuro mejor para Cuba: Libre de analfabetismo, quienes con el libro en alto cumplían la meta más hermosa que se escribiría.

A Felipe le brillan los ojos al recordar aquellos años intensos y me muestra fotos y recuerdos, recortes de periódicos, cartas de su madre, porque ella fue su mayor inspiradora, quien más orgullo sintió de tener a un hijo maestro, nacido y criado en Trinidad y viviendo en un barrio de clase media, donde eran los mulatos más anacrónicos en unas cuadras a la redonda.

Más adelante, en la capital, resulté escogido para impartir clases a los muchachos conocidos como el Plan Cinco Picos, jóvenes que recibirían una esmerada instrucción y que venían de los más disímiles oficios, desde limpiabotas hasta carboneros. Y ya no paré en mi formación como pedagogo, marché a Topes de Collantes, para completar la preparación. Impartía Química e Historia, una asignatura que me fascina. Los primeros tiempos trabajé en Matanzas”.

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Para 1976, ya formado como profesor de Matemáticas, el amor por una maestra lo atrajo a este territorio, y ya nunca más se alejó de Cienfuegos. Hasta inicio de los años 90 se mantuvo como asesor y metodólogo de Matemáticas, hasta que en el Período Especial, y por un llamado, nuevamente, fue al ámbito rural, a impartir clases en secundarias y preuniversitarios en el campo.

Para 1976, ya formado como profesor de Matemáticas, el amor por Maria Antonia, también maestra como él, lo atrajo a este territorio, y Felipón ya nunca más se alejó de Cienfuegos. /Foto: Magalys
Para 1976, ya formado como profesor de Matemáticas, el amor por Maria Antonia, también maestra como él, lo atrajo a este territorio, y Felipón ya nunca más se alejó de Cienfuegos. /Foto: Magalys

De vuelta al aula, acudí a un llamado de Educación, a sembrar escuelas; y fue como si el día antes hubiese compartido con los muchachos. Allá a la zona limítrofe con la Ciénaga de Zapata marché con mi mochila y el cartabón a enseñar Matemáticas por dos años; posteriormente trabajé en la Prisión de Ariza, donde impartí clases a los reclusos, y luego vino la jubilación, a la que nunca ni me acostumbré ni me acostumbraré”, dice, y abre bien los ojos en señal de imperativo.

Después de jubilado lo llamaron de la Secundaria José Mateo Fonseca, en el reparto de Pastorita, en Cienfuegos, y hasta allá se fue Felipón, como le conocen cariñosamente en el barrio, nuevamente con su cartabón, un vaso a modo de rombo y una cinta, las herramientas básicas para enseñar las Matemáticas básicas, esas que son el abecé de lo cotidiano, aunque muchos se empeñen en afirmar que no las necesitan.

Después me fui al politécnico 5 de Septiembre y ahora imparto clases en el ‘José Gregorio Martínez’, porque me queda más cerca para trasladarme —el tiempo no pasa en vano, afirma. Ya transcurrieron casi 20 años desde aquella primera jubilación a la que nunca me acostumbré, qué va…

“¿Qué hago con la tecnología dices? Aprovecharla. Nada de quitarles los teléfonos ni ningún aparatico a los muchachos, por el contrario, los incorporamos a la clase y le sacamos mucho provecho, ellos y yo. A veces me pongo a competir, ellos buscan y yo les digo las constantes, por ejemplo. Se quedan atónitos, pero te aseguro, que si las buscaron en Internet o en una enciclopedia, esos valores nunca los van a olvidar, es un ejercicio infalible, y nace de los viejos métodos y la tecnología de los tiempos nuevos, tal como la constante Pi evoluciona en su uso”.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

6 Comentarios en “Felipón, la constante Pi y una vida para el magisterio

  • el 27 diciembre, 2019 a las 2:50 pm
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    Le deseamos muchas felicitaciones y larga vida al gran maestro, ejemplo de sacrificio y condagración.

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  • el 26 diciembre, 2019 a las 2:41 am
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    Felipon como todos le decimos , es mi compañero de trabajo y un gran amigo … así como grandote de estatura ,es de profesional y una gran persona además …nunca falta en el una sonrisa , un elogio , un cuento y ni hablar de las actividades es el primero en tirar en buen pasillo…..los que comienzan deben mirarse en ese espejo …te queremos colega.

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    • el 27 diciembre, 2019 a las 6:53 pm
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      Lo de Felipón debe venir por los casi dos metros que mide, y por tener un enorme e inmenso amor por enseñar, y por las Matemáticas, gracias por acercarse a nuestro sitio web

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  • el 23 diciembre, 2019 a las 2:22 pm
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    Felicidades en este día, a los dos los recuerdo con mucho cariño, fueron mis primeros compañeros de trabajo cuando inicie mi vida laboral, en la Dirección Provincial de Educación, en el departamento educación de adultos. Saludos,

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  • el 22 diciembre, 2019 a las 11:34 am
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    Grande, grande de estatura física y moral el amigo Felipón. La mejor de las suertes para ese matrimonio de educadores. Y qué bien por el exergo. Les viene. Muy merecida la bella ancianidad que viven, rodeados del cariño de su gente, que les admira y les quiere.

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    • el 22 diciembre, 2019 a las 12:32 pm
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      Gracias, soy su vecina y me considero una hija, me enseñaron, enseñaron a mis hijos, y espero lo hagan con mis nietos; con ellos he aprendido Historia, Matemáticas, Arte, de la vida… los quiero mucho, desde el respeto por los enormes seres humanos que son, la autora

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